La Jornada 13 de noviembre de 1996

Esta madrugada aún ardía un depósito; $40 millones, los daños

La noche de San Juanico se prolongó esta vez por más de 36 horas. Se pasó del estado de emergencia a un virtual estado de sitio que hoy concluirá cuando los más de 5 mil habitantes que fueron desalojados por el siniestro retornen a convivir con las gaseras y las instalaciones incendiadas de Pemex que permanecerán ahí.

El fuego se fue, pero el peligro continúa en San Juanico.


La protesta de Fuente Ovejuna en las calles de donde
no quiere salir la desgracia.
Foto: Frida Hartz

Rostros extenuados de los centenares de bomberos que pretendían controlar la conflagración que se aviva en la madrugada con el resquebrajamiento de un depósito, apenas unos minutos después de que Adrián Lajous, responsable de Pemex, abandonara el lugar tras discreta visita.

La información de Petróleos Mexicanos y de los organismos de protección civil fluye a cuenta gotas y el saldo reconocido arroja, hasta ahora: dos muertos por quemaduras --un empleado y un bombero--, así como un comerciante presuntamente asesinado por miembros del Ejército.

Como se previo la víspera, el incendio concluiría cuando se agotara el combustible. Contrastes de una noche sin Luna, de fuego y humo, en la que los pocos habitantes que vigilan el incendio transitan a pie, se informan por televisión de lo que sus propios ojos pueden ver y la autoridad se moviliza en ruedas.

Los minutos se hicieron eternos y conforme pasaron las horas, policías y tropa endurecían el acordonamiento de la zona, aun cuando el riesgo iba en descenso.

Madrugada en la planta siniestrada

Hacia la 1:30 de la madrugada, la enorme pira que emana de la planta aún alcanza importantes dimensiones e ilumina la negra noche en San Juanico. Hace menos de una hora que se ha registrado la última explosión.

Recién llegado de un viaje internacional, Adrián Lajous se presentó en la planta casi 12 horas después de haber estallado el incendio. Su arribo como su salida son sigilosos en medio de la noche. Tres horas de supervisión de los intensos trabajos de rescate; de admirar el implacable consumo del combustible de los contenedores de la planta. Al filo de las 4:30 de la madrugada, Lajous sale de la planta cuando el fuego parecía controlado.

Minutos después, la ruptura de un contenedor atiza las llamas que alcanzan 250 metros y obliga al repliegue momentáneo de los bomberos, ante el peligro de que se repitiera una nueva explosión como la que ocurriera a la medianoche y afectara a 27 bomberos, así como dos unidades de diversas corporaciones.

Al paso del tiempo el control del Ejército crecía en torno de las instalaciones. Treinta vehículos militares trasladaban a más elementos a la planta Satélite Norte. Casi al amanecer se desalojó a la totalidad del personal de protección civil de la planta, mientras que la furia intermitente del fuego volvía a vivir momentos de intensidad.

Sólo los 800 bomberos quedaron al frente de las labores, abastecidos por un interminable circuito de pipas de agua.

La presencia militar entorpece el trabajo. Los retenes dilatan el ir y venir de cuerpos de rescate, suministro de agua e incluso bomberos. El cruce se convierte en un martirio.

La descoordinación entre los diferentes cuerpos de seguridad cede paulatinamente al predominio de la férula militar y en un radio de aproximadamente 300 hectáreas San Juan Ixhuatepec pasó del estado de emergencia al Estado de sitio.

Los patrullajes policiacos para evitar saqueos se complementaron con los rondines militares, mucho más estrictos. En tanto, presuntos elementos de la Policía Judicial, de origen desconocido, transitaban vestidos de paisano ostensiblemente armados con rifles R-15.

Para la población de San Juanico la noche se prolonga hasta muy entrada la mañana con los negros nubarrones que emanan de la planta. En el poblado el comercio cerró casi en su totalidad. Ni el mercado amarillo abrió sus rejas, ante la disminuida potencialidad de ventas derivada de la evacuación de la zona y el éxodo a los albergues de la víspera.

Poco a poco la población reaparece por las calles, en pequeños grupos. Era como un domingo sin misa y sin plaza. Hasta el Sonido Eclipse guarda silencio.

Fue un amanecer de incertidumbre. Las únicas personas que transitaban en vehículos eran o policías o militares. Esta situación contrasta con los informes procedentes de los albergues que señalaban que la población acudía solidaria con ayuda para los damnificados. Las autoridades de los tres niveles de gobierno se hicieron presentes en forma de armas y patrullas.

Hasta vehículos tipo Hummer propios para todo terreno hubo, pero nadie orientaba a la población. No hay diálogo más allá del escueto: ``No hay paso. Son órdenes''.

Hacia las 9:30 horas ni Pemex ni autoridad alguna reconocen muerto alguno. De los tres bomberos que, desde el hospital, Jorge Colunga, su compañero, dijo haber visto desaparecer, no hay razón ni reconocimiento oficial.

Frente a las murallas policiacas que se erigen en torno de la planta se escuchan los sollozos de una mujer en busca de su sobrino y bombero de Ecatepec, Marcos Paniagua Pérez, de 22 años, apodado El Diablo y desaparecido desde la tarde del lunes.

Nadie le da razón. Nadie le quiere explicar.

En las inmediaciones del parque Hidalgo, levantado --como herencia del desastre anterior-- sobre la tierra que ocupan las decenas de casuchas que ardieron entonces, una mujer reitera el cuestionamiento:

--¡Qué! ¿Será que ahora sí nos quitarán al gobierno de aquí?--, grita de cara a la inmensa humareda que aún domina la escena de mediodía.

--No, que va--, se responde a sí misma. ``Es más fácil que nos saquen a nosotros'', concluye Sanjuana Cabrera, quien llegó a San Juan Ixhuatepec hace 20 años.

Es de las pocas mujeres que se resistió a desalojar la zona en previsión del vandalismo, un fenómeno denunciado por miembros de la Unión Popular de Ixhuatepec. La versión no ratificada por el resto de la población reconoce: esta vez no hubo saqueo.

La zona está desierta. Ni el Centro de Salud ha tenido demanda: apenas unas 12 personas atendidas por afecciones respiratorias sin complicaciones.

Las versiones de cómo se pasó la noche van desde recluidos en un microbús estacionado en un centro comercial de Indios Verdes; aguantar la incertidumbre de una explosión de grandes magnitudes, o acudir a los albergues.

Quienes fueron saqueados hace 12 años optan por la segunda opción. Algunos de quienes acudieron a los albergues retornan para supervisar que su casa pasó bien la noche, pero su regreso definitivo, dice Elena Cruz, comerciante y residente, será hasta que oficialmente se diga que ya pasó el peligro.

La sede de la Procuraduría estatal en la zona está desierta. Desde que el Ejército tomó el control de las calles su función ha pasado a segundo término: tan sólo a respaldar, con la Policía Judicial, los patrullajes.

Al mediodía, cuando el fuego comienza a ceder consistentemente, el regente Oscar Espinosa y el gobernador mexiquense César Camacho se presentan a la planta. Esta vez no habrá declaraciones. Llegan en vehículos que no abandonarán sino dentro de la planta. Tan raudos como llegaron, se fueron.

Una hora después, exhaustos y hambrientos, salen los primeros bomberos de la zona. Son de Cuautitlán y afirman que el fuego está camino a extinguirse.

No saben de muertos ni heridos entre los bomberos.

--¿Ya está el fuego bajo control?

--Prácticamente, aunque aún falta labor.

Casi a punto de cumplirse un día del siniestro, por fin toman descanso. Atrás quedaron los momentos más difíciles vividos en la madrugada ``cuando reventó un contenedor y atizó el fuego. Sólo corrimos para atrás'', responde un agotado bombero.

Hacia las 21 horas el fuego está casi extinguido. El riesgo ha pasado, pero sólo hasta que las plantas de gas que permanecen en San Juanico vuelvan a operar, pasada la emergencia.

Sólo hay una certeza, ni Pemex ni las gaseras saldrán