¡Efectivamente, otra vez..! la ciudad fue de nuevo presa de temores y miedos de sus catástrofes. La explosión del depósito de hidrocarburos en Ixhuatepec nos ha recordado la vulnerabilidad que envuelve a la ciudad. No la vulnerabilidad hidráulica o sísmica producto de su histórica ubicación, sino la vulnerabilidad resultado de las endebles políticas de seguridad, no acordes con la excesiva concentración de infraestructuras que abastecen a la metrópoli y sus regiones circundantes.
Los humos del impresionante incendio han ocultado lo importante: que los riesgos de más catástrofes como la de Ixhuatepec están presentes en toda el área metropolitana de la ciudad. Encontrar las causas y a los culpables del desastre es por eso indispensable para prevenir en otras instalaciones. Depósitos como el incendiado el 12 de noviembre se localizan en la ex refinería de Azcapotzalco, en Plateros, en Granjas México y en el aeropuerto internacional; el volumen de gasolina almacenada en todos ellos es considerablemente mayor, del orden de 950 mil barriles.
Sólo la capacidad de almacenamiento en Azcapotzalco equivale a 45 por ciento de la demanda nacional. De estos depósitos se distribuye gasolina a Puebla, Guerrero, Veracruz y Tlaxcala. Es absurdo descubrir que la ciudad de México está convertida en un gigantesco almacenamiento de gasolina del país. Pero lo verdaderamente preocupante es la ubicación de dichos depósitos, inmersos en zonas densamente pobladas y unidos por 250 kilómetros de ductos que atraviesan bajo nuestros pies toda la Zona Metropolitana. Hay que agregar los 370 depósitos de gasolina para su venta al público enterrados igualmente en el subsuelo.
Los riesgos también se extienden a otros hidrocarburos de mayor explosividad como el gas. A la gasolina traída desde regiones distantes como Minatitlán, Poza Rica, Tabasco y Tula, hay que agregar el gas transportado desde allá en cientos de kilómetros bajo la tierra. Una verdadera ciudad subterránea de hidrocarburos sobre la que habitamos 18 millones de personas.
El reforzamiento de las medidas de seguridad debe incluir, por tanto, lo que tenemos abajo. Una extensa red de ductos y gasoductos podría estar teniendo roturas por el hundimiento del subsuelo de entre 3 y 18 centímetros anuales según la zona. Probables fugas de hidrocarburos producidas por las roturas de las redes subterráneas podrían conducirnos a catástrofes como la de Guadalajara. La acumu- lación de gasolina en los drenajes de la ciudad sería muy lamentable por su alta peligrosidad explosiva. Hay indicios que, de ser atendidos ahora, evitarían catástrofes mayores. Hace pocos meses fueron detectadas fugas de gasolina en la estación del Metro Panteones y en los drenajes domiciliarios cercanos a la gasolinera ubicada en Plutarco Elías Calles y calle Albert, colonia Portales ¿Algún resultado de sus causas y culpables? Nada. Por lo menos nada público, a pesar de que la concentración de hidrocarburos registró de 90 a 100 por ciento de explosividad. No queremos saber las causas e identificar culpables para meterlos en la cárcel; eso es asunto de las leyes que por supuesto deben cumplir su función.
Hace falta investigar las causas de los indicios y las catástrofes ocurridas para prevenirlas. Es obviamente deseable aminorar la excesiva concentración de insumos de la cual depende prácticamente toda la actividad económica de la ciudad y una región del país; pero eso llevará mucho tiempo. Por lo pronto habrá que reforzar las medidas de seguridad con un control más estricto y eficaz. El que ha brindado la propia paraestatal, está demostrado, ya no es suficiente; tampoco los indebles y teóricos controles de las representaciones legislativas. Habrá entonces que implantar una seguridad basada en los controles sociales de los ciudadanos y sus representaciones. Con ellos conviene ahora modificar las políticas de seguridad para hacer frente a la dimensión de los riesgos que tiene la ciudad. No ganaríamos mucho con enviar los riesgos a otra parte; habrá que resolverlos aquí.
Sería irresponsable aceptar, como dicen las autoridades, que ``todo está bajo control'', pues eso exactamente nos ha conducido a la paz de más sepulcros. No podemos dejar libres los dictados de las burocracias estatales transitorias, empeñadas en continuar dando toques de ineficiencia a Pemex y a nuestra industria petroquímica, pues mas allá de su inevitable baja del precio en los mercados financieros internacionales, nos abrirán más senderos hacia las catástrofes. Responsabilidad en sus funciones como servidores públicos del patrimonio nacional, eso es lo mínimo que les exigimos. Una ciudad vulnerable pero con seguridad; eso es lo que deseamos y queremos en el futuro