La Jornada 14 de noviembre de 1996

Urge fortalecer a partidos: Zedillo

Stella Calloni, corresponsal, y Elena Gallegos, enviada, Buenos Aires, 13 de noviembre Después de advertir que en una democracia genuina y moderna el Ejecutivo no puede gobernar sin el Congreso o contra el Congreso, el presidente Ernesto Zedillo llamó a fortalecer a las instituciones parlamentarias y los partidos políticos porque la pérdida de credibilidad y desafección hacia éstos no fortalece ni a la ciudadanía ni a la democracia.

Habló también de la urgencia de evitar en la contienda política las posturas demagógicas y las promesas fáciles que buscan ganar apoyos pasajeros y popularidades huecas, y sostuvo que el voto ciudadano entraña una gran responsabilidad de los poderes del gobierno, de los partidos políticos y de los medios de comunicación.

En su discurso ante el Congreso de la Nación, en donde a la defensa de su programa económico y del modelo de economía de mercado agregó una posición reflexiva frente a la política, definió:

``Hoy la política debe ser un instrumento para construir, no para destruir; debe ser un instrumento para sumar, no para restar; debe ser un instrumento para participar, nunca para aislar; debe ser un instrumento para avanzar, no para retroceder o para luchar''.

En una solemne sesión presidida por el senador Eduardo Menem, líder de la bancada justicialista y hermano del mandatario de este país, Ernesto Zedillo repitió la tesis que ha sostenido prácticamente desde el inicio de su administración, en el sentido de que no es la economía de mercado la causante de los graves desequilibrios sociales, sino los estatismos, autoritarismos y populismos del pasado.

Afortunadamente --dijo-- está quedando atrás en América Latina, el autoritarismo que oprimía la vida política; el estatismo que desalentaba la vida económica, y el paternalismo que inhibía la vida social.

En muchos sentidos, el autoritarismo o una insuficiente democracia, motivaron una débil representación de los intereses y demandas de amplios sectores de la sociedad, muy señaladamente de los más necesitados.

En cuanto al estatismo dogmático, señaló que con frecuencia estaba acompañado de un rígido proteccionismo que provocó rezagos en la capacidad productiva, rezagos que son más dramáticos al contrastarlos con el avance logrado por países más pobres, ``pero que construyeron una genuina economía de mercado''.

También sostuvo que el paternalismo demostró ya que fue incapaz de atender efectivamente las necesidades más sentidas de la población, como superar la pobreza, corregir sus causas y atenuar la desigualdad social tan grave que nos afecta.

En esto resumió el sentido de la década perdida para América Latina e insistió en que muchos de los problemas que la región enfrenta son todavía lastres del autoritarismo político y de un Estado omnipresente que con políticas fiscales irresponsables y con desdén de los efectos sociales de una inflación descontrolada, no sólo no resolvieron el desempleo y la pobreza sino que nos dejaron una enorme carga de rezagos que ahora debemos remontar.

De ningún modo --advirtió-- podemos remontarlos huyendo del futuro para volver al pasado y abriendo nuevamente las puertas al autoritarismo, al estatismo y al paternalismo.

Hizo una advertencia más: ``si se da marcha atrás, si se relaja el paso, las viejas inercias se impondrán y nos volverán a avasallar''.

Sin embargo y al continuar su defensa de la economía de mercado, convino en que ésta no limita ni contradice los reales, profundos deberes sociales del Estado.

``En toda nación y con mayor apremio en las nuestras, el Estado tiene una responsabilidad primordial, insoslayable e insustituible de procurar la equidad de oportunidades y de combatir la pobreza'', afirmó.

Pero también dejó claro que esto sólo se podrá cumplir con más recursos.

Fue aquí cuando pronunció una frase que sorprendió mucho a los diputados argentinos que, en comentarios posteriores, elogiaron las tesis del mandatario mexicano acerca de que en México de cada peso que programa gastar el gobierno, 55 centavos se destinan a la política social con un gran esfuerzo pero que evidentemente no basta.

Volvió a destacar el deseo de México de iniciar una nueva etapa de relaciones con Argentina para que sea este país la base firme de una vinculación con otras naciones del Mercosur, más provechosa para todos, y con ella dar mejores respuestas productivas y solidarias a los desafíos regionales, del hemisferio y del nuevo orden internacional.

Antes, al darle la bienvenida, Eduardo Menem creó un momento de emoción al reconocer la permanente solidaridad de México para con los exiliados políticos. ``En esa situación estuvieron muchos argentinos que, además de un refugio seguro en contra de las persecuciones dictatoriales, encontraron en México la calidez y afecto de su pueblo que les permitió vivir, trabajar y estudiar con dignidad. Por ello, creo interpretar el sentimiento de todo el pueblo al expresarle nuestro agradecimiento permanente a todos los mexicanos por esa generosa actitud''.

El líder del Senado también se refirió al apoyo que México dio a Argentina en sus reivindicaciones sobre sus derechos de soberanía en las Islas Malvinas, Georgia del Sur y Sandwich del Sur.

``Creo que compartimos la idea de que la usurpación de las islas por una potencia extracontinental seguirá siendo una herida abierta en el corazón de América Latina hasta que sean restituidas a la soberanía argentina'', dijo Menem.

También hubo una especial referencia a toda la historia y, en forma relevante, a que en un pasado brillantes mexicanos como Isidro Fabela, Enrique González Martínez y Alfonso Reyes representaron al país en las primeras décadas del siglo, periodo de gran efervescencia cultural en América Latina.

El presidente Zedillo, por su parte, dedicó gran parte de su discurso a apuntar la necesidad de represtigiar a la función pública y a la política. Sobre lo primero, dijo que el castigo a la corrupción y al abuso del poder puede renovar la confianza entre la sociedad y la función pública.

Fue insistente al apuntar que debe alentarse la participación ciudadana como una forma de reafirmar y perfeccionar la democracia y afirmó que ésta es la única fuente moderna de legitimidad, del ejercicio equilibrado del poder y de convivencia pacífica y respetuosa.

Y cuando habló de los partidos políticos, dijo que éstos cumplen la función irremplazable de acceso al poder, de intermediación entre ciudadanos y gobierno, y de encauzamiento de las demandas sociales, por lo que la debilidad de esas organizaciones revela, a su vez, la debilidad organizativa de la ciudadanía y una tenue cultura política