La Jornada 15 de noviembre de 1996

El Premio Nacional, para todos los atletas minusválidos, dicen los dos ganadores

Jorge Sepúlveda Marín La noche del miércoles, allá en Monclova, el atleta invidente Alejandro Guerrero Baños estuvo a punto de llorar de emoción. Un auditorio pletórico de niños, jóvenes y adultos le aplaudió durante casi cinco minutos. Y es que sus palabras calaron hondo. Fue sencillo. Sólo les hizo ver que era ciego, pero que de ninguna forma eso era un impedimento para no destacar en la vida o para no forjarse ideales y cumplirlos. Y los conminó a seguir su ejemplo.

24 horas antes, el deportista invidente había recibido, desde esta ciudad, de boca de sus esposa Lourdes Palacios, la noticia de que había ganado el Premio Nacional del Deporte, lo que le produjo una profunda emoción y de inmediato lo hizo pensar en que no lo podía tomar como un mero reconocimiento a su trabajo individual, sino al de todos sus iguales, ``sobre todo porque como siempre lo he dicho, ya estuvo bien de que nos sigan menospreciando. No somos iguales, porque vivimos con desventajas, pero tenemos los mismos derechos'', responde vía telefónica.

Nacido en Pachuquilla, Hidalgo el 6 de julio de 1964, el entonces joven, perdió la vista hace 14 años al caer de un caballo, aunque lo que nunca ha perdido es su deseo de vivir, la esperanza de ser un ejemplo no sólo para los suyos, sino para cualquier persona. Y por ello, ``este premio ahora me da más ánimos se seguir adelante. Claro que me compromete, aunque sabiendo cómo soy, con o sin él, me seguiré preparando lo mejor que se pueda''.

Ganador de la presea de oro en los 10 mil metros y de la plata en los 5 mil en los Juegos Paraolímpicos de Atlanta, el deportista desde el lunes anterior viajó a Monclova para dar pláticas motivacionales, casi siempre con el mismo mensaje de superación, colocándose como ejemplo de que gracias al tesón, al esfuerzo, a la disciplina, se pueden lograr las ilusiones de ser alguien en la vida.

A lo largo de su carrera deportiva, iniciada en 1987, Alejandro ha logrado 6 medallas de oro, 5 de plata, además de ostentar el récord mundial de los 10 mil metros y tener en su haber varios trofeos de las pruebas a nivel nacional e internacional en donde ha tomado parte. Pero aún no está satisfecho. Quiere más.

Orgulloso de la labor deportiva y social en la que ahora se ha involucrado, Alejandro pensó en un primer momento en invertir en algo productivo la parte económica del reconocimiento, pero por ahora, mejor lo depositará en una cuenta bancaria para beneficio de sus esposa y de sus hijos, Maximino Alejandro, de 5 años, y la pequeña Maricarmen Rubí, de 5 meses.

Durante la plática, desde la ciudad coahuilense, explicó que luego de la euforia vivida a su regreso de las Paraolimpiadas, cuando todo mundo les pedía entrevistas y todo se iba entre promesas y homenajes, con el tiempo eso volvió a quedar en el olvido, por lo que es necesario que este nuevo reconocimiento lo capitalicen todos los deportistas discapacitados, ``para que nos demos cuenta de que, al fin, parece que ahora sí se está haciendo justicia y ojalá que así sea para todos nuestros compañeros''.

Con voz tranquila, pausada, pensando cada respuesta, altruista como se ha mostrado en otras ocasiones, repitió la propuesta de que así como a los atletas de silla de ruedas a veces se les apoya con ese instrumento, en el caso de los invidentes debería de ayudarse a los guías, ``que se convierten en nuestros ojos y sin los cuales nada podríamos hacer. Pienso que si no está contemplado darles también a ellos un premio, ojalá surgieran por allí algunas personas de la iniciativa privada interesadas en dar algún dinero o apoyos de otro tipo para ellos, porque, la verdad, lo necesitan''.

Hoy Alejandro estará de vuelta en esta capital, donde continuará sus entrenamientos, apoyado por una empresa metalúrgica, y en cuanto le entreguen la casa que le ofrecieron las autoridades de la delegación del DF donde vive, esta firma se la amueblará y buscará ayudar a Mario Salazar, ``los ojos de Alejandro'', quien es duatleta y seguramente se dedicará a su especialidad.

Alejandro ni en sueño se había imaginado ganar el PND. Tampoco que 1996 sería el año de los triunfos. Pero ahora lo vive a plenitud y va por más, promete.


Jorge Sepúlveda Marín La noticia le agrada. ``Nunca competí con la idea de que con ello me acercaba más al Premio Nacional del Deporte'', pero ahora que ya se dio, lo menos que puedo decir es que lo siento como un reconocimiento no a mi labor, sino al trabajo que hacemos cada día, cada semana, cada mes, siempre, todos los deportistas que competimos en silla de ruedas'', responde del otro lado del auricular, desde Atlanta, Georgia, Saúl Mendoza, quien junto con el deportista invidente Alejandro Guerrero, comparte ese galardón.

Desde hace un par de meses el atleta entrena en aquella ciudad --donde en agosto anterior ganó en los Juegos Paraolímpicos la presea de oro en los 5 mil metros planos e impuso el récord de la especialidad--, para prepararse en algunas competencias donde ha participado, con bastante buen éxito.

``Mira, estoy muy contento, porque en la medida en que ese tipo de premio se nos entregue a los deportistas discapacitados, se van a seguir fijando en nosotros y con ello es posible que se nos ayude un poco más. A veces platicamos que cada apoyo, cada vez que alguien logra un avance, a todos nos beneficia. Y pues allí está, un paso más''.

Y se sigue de largo. Hay en su voz, una sensación de alegría contenida. Como si en cualquier momento pudiera estallar el grito. ``¿En lo personal?, uta, pues una gran alegría, porque imagínate que sólo se da una vez al año y se escoge siempre al mejor de todo el país. Caray, ahora que pensándolo bien, es una a buena onda, pero al menos a mí ahora me compromete a ser cada vez mejor, como he tratado de serlo, porque imagínate que ahora digan, no pues ya le dieron un premio y ahora a echar la hueva. No, eso sí que no, porque sigo creciendo como atleta, como persona''.

El ganador del Premio Nacional del Deporte por equipo en 1985 y designado por el Comité Olímpico Internacional como el mejor atleta de los Juegos Panamericanos de 1986, no para en su alegría: ``Es un superlogro, al menos yo así lo veo, y hasta te puedo decir que entre nosotros, en el círculo donde me desarrollo, la gente de seguro que dirá que, es cierto, no es mucho dinero y menos si se va a repartir, pero de todas formas es un buen aliviane para seguirse preparando. Bueno, tengo que pensar en mi familia, en mi gente''.

Ahora Saúl está ansioso por regresar a México, no sólo por recibir el reconocimiento, sino porque ya extraña a su familia y porque deberá, ahora con una carta fuerte más en sus logros deportivos, buscar patrocinadores, porque si bien allá en Atlanta le han ayudado mucho, siempre hacen falta apoyos para seguir siendo de los mejores. ``Voy a hacer algunos contactos, y si todo sale bien, ya me voy a quedar en México y sólo voy a estar viajando para acá para las competencias más importantes''.

En lo que va de este año, Saúl Mendoza Hernández, quien nació el 6 de enero de 1967 en el DF, ha conquistado seis maratones en silla de ruedas. Apenas el domingo anterior terminó en 1:39 horas en Ohio; tres semanas antes logró establecer el mejor tiempo en la prueba similar en Toronto, con 1:34, entre la nieve y un frío tremendo, y poco antes había rodado en Mineápolis a 1:35 horas, el que sería su tercer triunfo del año. El domingo venidero, estará en una competencia de 10 kilómetros, donde seguramente no tendrá ningún problema para ganar, platica con vehemencia.

Saúl, gracias a un productor de sillas de ruedas cuenta con todo el material necesario para competir, y le han invertido alrededor de 20 mil dólares desde hace algunos meses, pero sobre todo, tiene una silla hecha exactamente a su medida, ``que es, como hace unas semanas te lo comentaba, como una prótesis, porque cuando piensas en tomar una curva, la silla ya debe de estar obedeciendo las señales de tu cerebro''.

Pero aunque la jaula sea de oro, de todas formas los encierros prolongados no son del agrado de Saúl. ``Me tratan excelentemente bien aquí, pero la vida es muy cara y tampoco me pueden estar financiando todo, por eso tengo que buscarle por otros lados, para poderme dedicar ciento por ciento al deporte, y así llegar a Sydney y hacer un excelente papel''.

La carrera deportiva de Saúl se inició en 1986, con diferentes victorias en maratones y en pruebas de 800, mil 500 y 5 mil tanto a nivel nacional como fuera de las fronteras. En Estados Unidos y Canadá ha cosechado algunos de sus mejores logros, además de las pruebas regionales como centroamericanos, panamericanos e inclusive mundiales.

-- ¿Alguna vez pensaste en ganar el Premio Nacional del Deporte?

-- Uta. A la mejor como sueño, pues sí, pero lo que sí te puedo decir, es que nunca se me ocurrió correr más rápido o prepararme mejor, con la idea de que alguien se fijara en mí y luego me propusiera. Creo que esas son cosas que se dan, que forman parte de tu desarrollo deportivo. Y, la verdad, qué padre que me tocó ahora a mí.