La Jornada 15 de noviembre de 1996

Aprobó el PRI su reforma

Hasta un diputado priísta fue expulsado de la sesión por oponerse A última hora eliminaron las candidaturas de coalición para el DF

Ciro Pérez Silva y Oscar Camacho Guzmán La primera reforma a las leyes electorales que se realiza en el gobierno del presidente Ernesto Zedillo concluyó ayer en la Cámara de Diputados sin consenso alguno; el PRI desconoció 17 acuerdos previos y dos años de negociaciones con la oposición, y enmedio de un clima de ``intolerancia'' donde legisladoras priístas expulsaron de su espacio a otro compañero que les recriminó su resistencia a una ``verdadera reforma''.

Doce horas tardó la sesión en que los priístas aprobaron solos, y con el voto en contra del PAN, PRD y PT, el paquete de reformas en materia electoral, al que todavía de última hora los priístas le borraron la posibilidad de que en el Distrito Federal pueda postularse un candidato de coalición a la gubernatura para 1997.


Panorámica de la sesión de ayer en la Cámara de Diputados.
Foto: José Antonio López

Si acaso hubo consenso, fue la certeza de que con los cambios hechos perdían tanto el PRI como el PRD. Los priístas reconocían que el peso de aprobar solos la reforma sería ``muy alto'' en términos políticos, en tanto que los diputados del PRD lamentaban el que muchos de los puntos que fueron impulsados por ellos en las negociaciones no pudieran reivindicarlos con su voto a favor.

Sin embargo, decía Pedro Etienne, coordinador de la diputación perredista, ``haber votado a favor del dictamen que modificaron los priístas hubiera sido tanto como avalar una traición, la traición de quienes negocian y, al final, no saben respetar su palabra''.

Había, sin embargo, quienes parecían no sentirse como derrotados: la bancada del PAN, que a lo largo de las doce horas de debate pareció indiferente a los ires y venires de priístas y perredistas, sabedora que, incluso, dos de los cambios al dictamen la benefician: uno, porque le permite incrementar las aportaciones privadas a los partidos, y dos, debido a que en caso de que sea segunda fuerza en los comicios de 1997, podría sobrerrepresentarse a costa de los diputados plurinominales que le corresponderían al resto de la oposición.

``Están ensoberbecidos y es claro que les da igual cómo quede la reforma. Están confiados a que el voto les favorecerá y por eso ya no les importa'', explicaba el priísta Oscar Levín.

Coaliciones, el punto de ruptura

Con el dictamen modificado desde el miércoles por los priístas en la Comisión de Gobernación, la fracción del PRD se reunió muy temprano en sus oficinas para determinar cuál sería su posición cuando se votara en el pleno la iniciativa de reformas electorales. A esa reunión asistieron el dirigente nacional perredista, Andrés Manuel López Obrador, y el Comité Ejecutivo Nacional de ese partido.

Luego de varias horas de discusión, la propuesta de López Obrador de no votar con el PRI la reforma, perdió por 36 a 13 votos. Ante la posibilidad de que prosperara la posición de quienes deseaban que el PRD votara a favor en lo general, y en contra en lo particular, de los cambios hechos por los priístas, Rosario Robles propuso que la posición fuera exigir al PRI que regresara a los acuerdos del 31 de octubre, y con ello votar a favor en lo general y en contra del financiamiento en lo particular.

(Cabe recordar que los acuerdos del 31 de octubre fueron los que se incorporaron a la iniciativa que envió el presidente Zedillo, la cual fue modificada por los priístas en 17 puntos, limitando las coaliciones, propiciando la sobrerrepresentación y modificando lo relativo a medios de comunicación, entre otros puntos.)

Con esa posición --que no compartieron todos los diputados perredistas, pero que aceptaron con disciplina-- llegaron a la sesión. Ahí, empezaron a buscar una última negociación con los priístas. Pero Humberto Roque Villanueva parecía ya no querer saber nada y daba la impresión de que no abriría ningún espacio para la negociación con el PRD.

El primer intento para abrir la negociación lo hizo Pedro Etienne, al proponer en tribuna una moción suspensiva para posponer la discusión del dictamen. Los priístas la rechazaron. Luego, Leonel Godoy exigió el cumplimiento de los compromisos pactados que iban en la iniciativa presidencial, y los emplazó a abrir un receso para dar paso a una reunión de todos los coordinadores. Pero los priístas también rechazaron esto.

Javier González, Francisco Curi y Cuauhtémoc Sandoval buscaron entonces directamente a Roque en su curul, pero en diversos intentos la respuesta era que no se podía detener la sesión, y que todo lo que quisieran negociar se haría sobre la marcha.

--Traigo una rebelión encima... -justificaba Roque Villanueva, al tiempo que agregaba: ``Miren, el zumo de la política es el tiempo, y a ustedes ya se les pasó el tren...''.

Sin nada qué negociar y puestos contra la pared, los perredistas echaron mano a un recurso último: amenazaron con abandonar el salón. Decisión en la que los panistas dijeron que los acompañarían.

Pero tan pronto comenzaba a correrse la voz de que se prepararan para abandonar el pleno, Roque deslizó, por fin, un último intento de negociación a través de González y Curi:

--Vamos a revisar todo, menos coaliciones...

Mientras los perredistas votaban en sus curules si se salían o no, Roberto Campa Cifrián les reiteraba la propuesta de Roque y, desde sus curules, los panistas, divertidos, hacían mofa:

--Algo raro está pasando aquí, ahora resulta que nosotros somos los duros y el PRD el que vota para decidir si se queda a negociar. Ahora resulta que los panistas somos los que queremos dejar la sesión y los perredistas los concertadores -soltaba con ironía el panista Rodolfo Elizondo, mientras su coordinador, Ricardo García Cervantes, se sumaba:

--Aí'ta, pues no que órale, que nos saliéramos, que iban a quemar las curules, ¡bah!...

Los perredistas decidieron no salirse, y una comisión, integrada por Javier González, Francisco Curi y Juan Guerra, salió con Roque Villanueva, Oscar Levín y Campa hacia una reunión privada en las oficinas del coordinador priísta.

Una vez ahí, Roque tomó la palabra:

--Mira, Juan, en financiamiento no nos vamos a mover y en coaliciones tampoco, porque traigo la rebelión de los obreros. De ahí en fuera, lo que quieran. Dime qué quieren para que aprobemos juntos la reforma, tu boca es medida, Juan, díganos qué quieren. ¿Quieren sanciones a delitos electorales, qué, qué quieren...?

--Queremos que regresen el texto a la redacción del 31 de octubre -respondió Javier González.

--No, de coaliciones, nada -confirmó Roque.

Los perredistas pidieron entonces tiempo para que su fracción decidiera. El PRD abandonó momentáneamente el salón, se reunió a puertas cerradas y salió con una decisión irrevocable:

``O el PRI regresa a los acuerdos del 31 de octubre y respeta lo convenido en las negociaciones de Gobernación, o vamos en contra, no hay otra salida. De otra forma, estaríamos aprobando una traición'', explicaba Etienne.

A partir de ahí, la suerte de la reforma quedó marcada: el PRI se iría solo, mientras el PRD, el PAN y el PT votarían en contra.

Un priísta sin curul

A partir de ahí, el debate fue prácticamente un diálogo de sordos. Los priístas, a la ofensiva, argumentando las razones que los llevaron a modificar la iniciativa; los perredistas cuestionando la ``traición'' a los acuerdos, y los panistas criticando los excesivos montos de financiamiento propuestos por el PRI.

Al debate se sumó un priísta disidente: Alejandro Rojas Díaz Durán, quien bajó desde su curul para recriminar a los priístas el no querer una verdadera reforma electoral de fondo. ``Por eso perdimos en las pasadas elecciones, porque no nos hemos preparado para ser un partido competitivo, y por eso debemos aprobar una reforma de fondo, para ser competitivos y no seguir perdiendo'', decía, mientras de toda la bancada priísta le llovían insultos.

Más grande fue su sorpresa cuando, de regreso a su curul, se encontró con que la silla no estaba ya, pues las diputadas Guadalupe Morales, Ana María Licona y Eugenia Méndez (Jeanny I, la ``reina'' del Bronx, según la coronaron sus propios compañeros de partido), la habían quitado y puesto en la fracción del PRD.

--Ese es el ejemplo de su intolerancia -decía Rojas, mientras las priístas le lanzaban improperios.

No seremos ``el PAN de Salinas'': PRD

Largo y tedioso fue entonces el debate en el que el PRD rechazó que esté dispuesto a ser ``el PAN de Salinas'' en este sexenio, al tiempo que los priístas decían que de los cambios al dictamen estaba enterado incluso el presidente Zedillo, porque, según reveló José Castelazo, ``entre el Presidente y el PRI nunca ha habido ni habrá distancias...''.

Al final, el priísta Oscar Levín cuestionó el que los perredistas no hubieran votado en favor de la reforma en lo general, y dijo que ello obedecía que no querían pagar el costo de votar con el Partido Revolucionario Institucional.

Pero de inmediato, Leonel Godoy lo retó a que los priístas volvieran el dictamen a la redacción que tenía la iniciativa presidencial, para que quedara demostrado que el PRD no tenía temor de votar con el PRI y que lo que buscaba era una verdadera reforma.

Los priístas, sin embargo, ya no discutieron y, como de costumbre, aprobaron solos la reforma electoral