La Jornada 16 de noviembre de 1996

Augusto Monterroso
Del periodismo y la literatura*

En mi reciente visita a Guatemala con motivo del Doctorado Honoris Causa que la Universidad de San Carlos tuvo a bien otorgarme a principios de este año, mi amigo Augusto Enrique Noriega (a quien extraño aquí y ahora) me anunció que la Asociación de Periodistas de Guatemala (APG), consideraba la posibilidad de distinguirme a su vez con la concesión de la presea Quetzal de Jade Maya, que sólo fuera otorgada antes, me decía, al doctor Juan José Arévalo, maestro, filósofo, escritor y presidente de Guatemala durante el breve periodo democrático que vivió nuestro país a mediados de este siglo; a Miguel Angel Asturias, autor de inumerables y brillantes obras que lo llevaron en 1967 al Premio Nobel de Literatura; al pintor Carlos Mérida, quien al venir a México en los años veinte se incorporó de lleno al gran movimiento pictórico mexicano; y al poeta, ensayista y crítico de arte Luis Cardoza y Aragón, cuya obra, sutil, incisiva y de resplandeciente originalidad resulta inecesario señalar en este México que lo recibió y tuvo siempre por uno de los suyos. Agradecí a mi viejo amigo y colega la noticia; pero, como es natural, la sola mención de aquellos nombres me hizo sentir, y así se lo manifesté, que era sólo debido a mi buena suerte y a la generosidad de los compañeros periodistas de la APG que yo podía verme favorecido con ese trofeo tan apreciado y significativo. Hoy aquel proyecto se vuelve un hecho concreto.

Me referí antes a mis amigos de la APG, periodistas-escritores, escritores-periodistas activos en las últimas décadas, décadas por demás difíciles para la expresión del pensamiento libre y el ejercicio de la dignidad profesional en esa Guatemala nuestra tan acosada por regímenes, de adentro y de afuera, enemigos naturales de cualquier género de libertad, y más cuando esa libertad se ejerce en defensa de la justicia y de los intereses populares. Dije últimas décadas. Todos deseamos hoy que verdaderamente hayan sido las últimas. Por fortuna, las noticias más recientes confirman la esperanza de que las negociaciones de paz entre la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca y el gobierno del presidente Alvaro Arzú conviertan el anhelo de paz del pueblo guatemalteco en una firme realidad este mismo año, precisamente el próximo 29 de diciembre, como ha sido anunciado. Se verá así en el próximo futuro, en estas nuevas condiciones, qué somos capaces de hacer los guatemaltecos para construir una patria más justa, libre sobre todo de las enormes desigualdades económicas que han sido la característica negativa más notoria de nuestra vida como nación.

En este momento no puedo dejar de recordar que fue en un periódico de Guatemala, El Imparcial, en donde publiqué mis primeros intentos literarios, gracias a la buena acogida en él de periodistas que, no es de extrañar, eran al mismo tiempo poetas y escritores de primerísima calidad: César Brañas y Francisco Méndez, quienes junto a Joaquín Méndez hijo nos brindaron su apoyo entonces en forma desinteresada: no otra cosa que su entusiasmo y buena fe podía moverlos a publicar en el diario más importante del país las incipientes producciones de una nueva generación, la Generación del 40, como se la conoce históricamente, ansiosa de encontrar nuevas formas de expresión literaria, pero asimismo de implantar en Guatemala los ideales democráticos y antifascistas. Unos años más tarde fue también un periódico, El Espectador, fundado por un grupo de nosotros mismos en 1944, y contrarios al régimen que sucedió al del dictador Jorge Ubico, el involuntario causante de mi exilio y el de otros compañeros aquel año.

Se discute en estos días si existe una diferencia entre periodismo y literatura. Yo no sé si esa diferenciación deba hacerse, y no son éstos ni el momento ni el lugar de dilucidarlo; pero ¿qué fue Miguel Angel Asturias sino a la vez un periodista y un poeta y un narrador extraordinario? ¿Quién fundó el periodismo moderno en Guatemala sino el poeta más grande de su época en nuestro idioma, Rubén Darío? ¿No fue periodismo lo que hizo toda su vida nuestro mayor prosista, Enrique Gómez Carrillo, periodismo que con el tiempo se convierte en literatura del más alto nivel?

En cuanto a mí, debo hacer una confesión personal: durante años he deseado secretamente escribir para los periódicos; pero sucede que cuando trato de escribir un artículo de actualidad sobre un tema que me importa, le doy al asunto tantas vueltas en la cabeza, y me demoro tanto en resolver los problemas de forma y estilo que me presenta, que cuando por fin termino de escribirlo la actualidad de mi artículo se ha convertido en historia.

Queridos amigos Víctor Hugo de León y Alfonso Enrique Barrientos, que amablemente han venido desde Guatemala a entregarme este trofeo; Mario René Matute, que tanto ha contribuido a la realización de este acto que hoy tiene lugar en la casa que fue de ese gran patriota e internacionalista mexicano, don Isidro Fabela; Ana Luisa Valdés, directora de este Centro Cultural y que esta tarde nos ha acogido con simpatía y espontánea solidaridad, amigas y amigos todos: muchas gracias.

* Palabras en el acto de entrega de la presea Quetzal de Jade