Recientemente pasó por México el compositor italiano Franco Donatoni; su presencia misma y las actividades que se generaron a su alrededor son asuntos que bien valen la pena de ser comentados por lo que pueden contribuir a la difícil discusión de la música contemporánea. Nacido en 1927, Franco Donatoni no sólo se ha convertido en uno de los compositores de más impacto e influencia en el mundo de hoy, sino que como maestro ha sido guía de numerosos compositores que van por el mundo predicando el evangelio Donatoni con singular convicción. Sobre este punto, se hace necesaria una aclaración: si bien la influencia de Donatoni como maestro ha sido tan importante que algunos sarcásticos comentaristas se refieren a sus alumnos como los Donatoninos, sería simplista suponer que sus pupilos no son más que imitadores de sus métodos y procedimientos. Y si bien es cierto que algunos de sus estudiantes muestran en su propio trabajo la sombra de Donatoni, los mejores de ellos han sabido seguir su propio camino, conservando la esencia mas no los signos sensibles del pensamiento del maestro.
Uno de los hitos más interesantes del paso de Franco Donatoni por México fue un encuentro público que tuvo con otros compositores, en el marco del XXIV Festival Internacional Cervantino. En esta mesa cuadrada (todo mundo sabe que nunca son redondas) participaron, además de Donatoni, los compositores mexicanos Víctor Rasgado y Juan Trigos --alumnos del músico italiano y promotores del asunto--, Mario Lavista, Manuel de Elías y el joven compositor italiano Luca Cori. Para los no iniciados, una reunión de este tipo puede antojarse hermética, abstrusa y profundamente aburrida, y si esta mesa cuadrada hubiera sido un intercambio de sesudas teorías composicionales matizado por un ping-pong verbal lleno de oscura terminología, quizá lo mejor hubiera sido huir del lugar a toda prisa. Sin embargo, en su calidad de moderador del encuentro, Víctor Rasgado tuvo una idea brillante por su sencillez: convocó a cada uno de los músicos presentes a responder esta pregunta aparentemente inofensiva: ¿por qué componer?
Encabezados por el propio Donatoni, para quien el ejercicio de la composición es, en sus propias palabras, una necesidad fisiológica indispensable, cada uno de los compositores explicó, hasta donde puede ser explicado, el peculiar impulso que los ha llevado a la práctica de este oficio. Leído en frío y a posteriori, este asunto parecería ser un simple ejercicio de subjetividades irreconciliables, carente por completo de utilidad. Sin embargo, no fue así; dadas las peculiares condiciones de rechazo generalizado en las que trabajan los compositores de nuestro tiempo y la aparente encrucijada sin salida que representa el componer música de concierto en un mundo habitado por Madonna, Yanni, Los Bukis y Los Tres Tenores, el escuchar a seis compositores de temperamentos y generaciones diferentes explicar cómo surge y cómo se da curso al impulso de escribir música resultó una experiencia altamente instructiva. En días subsecuentes fue posible escuchar algunas de las obras de Donatoni; en especial, la audición de sendas obras suyas para viola sola y para violoncello solo permitieron el encuentro con un músico que posee un lenguaje riguroso y complejo, que no hace concesiones a ninguno de los ismos musicales que flotan en el aire, y que exige mucho trabajo tanto a los intérpretes como a los oyentes.
Como complemento a lo anotado arriba, días después se realizó en la ciudad de México, de nuevo al impulso de Juan Trigos y Víctor Rasgado, el IV Festival Internacional Franco Donatoni de Música Contemporánea, que además de una serie de conciertos con programación por demás interesante, incluyó un breve e intensivo curso de composición a cargo del maestro italiano. El concierto de clausura de este festival fue una de las más sólidas sesiones de música nueva de los últimos tiempos, en particular por la estupenda interpretación que el Quinteto de Alientos de la Ciudad de México hizo del soberbio Quinteto Op. 26 de Arnold Schoenberg, obra fundamental en el ámbito de la música dodecafónica.
Después de tocar con su habitual aplomo y eficiencia técnica sendas obras de Roberto Sierra y Víctor Rasgado, el Quinteto de Alientos de la Ciudad de México abordó la monumental pieza de Schoenberg con una admirable actitud de exploración, proponiendo nuevos ángulos y puntos de vista ante una partitura tan clásica que parecería ser un ente inmutable y monolítico. Y como en el caso de todas sus interpretaciones, el ensamble evidenció una sólida preparación técnica y estilística de esta compleja y fascinante obra.
Como colofón a sus actividades en México, Donatoni anunció durante la ceremonia de clausura del festival los títulos de ocho partituras nuevas, trabajadas durante su curso, que fueron elegidas para ser interpretadas en algún momento de 1997. Esto constituirá, probablemente, la huella más importante del paso de Donatoni por México, en el entendido de que será posible, por una parte, escuchar música de la más nueva generación de nuestros compositores, y por la otra, el constatar más allá de toda duda que los Donatoninos de diversas latitudes, incluyendo la nuestra, tienen plena capacidad para asimilar las enseñanzas del maestro sin convertirse necesariamente en epígonos suyos