Los resultados en las elecciones del pasado 10 de noviembre en Hidalgo, Coahuila y estado de México, indican sin duda la existencia de tendencias sociales que se manifestaron ese día, encaminadas a cambiar el mapa político del país. El partido oficial se empeñó a fondo, derrochó recursos, compró votos, como siempre lo hace, y consiguió obtener la mayoría de las posiciones, pero sufrió derrotas indudables en los municipios más importantes de las tres entidades, y alrededor del Distrito Federal se creó un cinturón de oposición. El PAN, por su parte, siguió extendiendo su influencia electoral. Y lo nuevo y muy importante es el repunte indudable del Partido de la Revolución Democrática; después de su reciente avance en Guerrero, recupera la segunda posición en Hidalgo, amplía su electorado en Coahuila y tiene resultados considerables en el estado de México: victorias en 25 municipios cuando menos, entre ellos Nezahualcóyotl y Los Reyes La Paz.
Para Fidel Velázquez y otros dirigentes priístas el voto por los partidos de oposición el domingo pasado no fue un voto de castigo para el PRI, y podemos estar de acuerdo con esa apreciación. A diferencia del voto de castigo que es pasajero, la votación del pasado día 10 por los principales partidos de oposición revela a un electorado más consciente, en busca de nuevas alternativas; indica el cansancio ciudadano con el prolongado dominio del partido oficial y la irritación con el modelo de desarrollo económico actual que impone atroces sacrificios a clases y capas bien definidas de la sociedad, las que viven, precisamente, en muchos de los municipios donde el PRI fue derrotado.
Una encuesta del diario Reforma es reveladora de ese fenómeno. Realizada en los municipios de Ecatepec, Naucalpan, Nezahualcóyotl y Tlalnepantla, indica que el 68 por ciento de los votos por el PAN y el 49 por ciento de los votos por el PRD se hicieron porque los electores buscan el cambio y, en ambos casos, sólo el 6 por ciento votó por esos partidos para que no ganara el PRI. Se trata pues no de un voto de castigo, sino de votación consciente en favor del cambio. Poco a poco franjas cada día más amplias de ciudadanos han adquirido conciencia de la necesidad de cambiar y de que su voto puede contribuir a ese propósito.
La conciencia de la necesidad del cambio se ha venido formando penosamente a lo largo de varios lustros y no de manera espontánea. Para ello ha sido decisiva la actividad de los partidos y grupos de oposición, no únicamente los que tienen registro; la acción de las nuevas organizaciones sociales; la labor crítica de la intelectualidad independiente y progresista, cuyo análisis y elaboraciones sobre el régimen político y el modelo de desarrollo económico actuales, abonan el terreno para la acción política de las masas y sus organizaciones, ante todo las de la izquierda democrática. En los últimos tres años, la presencia del EZLN en el escenario político, con sus posiciones radicales libertarias y democráticas, ha favorecido también el crecimiento de la conciencia de la necesidad del cambio, que se expresó el pasado domingo en las urnas, y puede crecer hasta convertirse en una fuerza poderosa que implante la democracia y la justicia.
El crecimiento de esa conciencia social es la base del repunte del PRD en las elecciones recientes. Con un perfil opositor democrático y de izquierda más definido, --aunque haya insuficiencias--, con actividad renovada y seguramente candidaturas mejores, el PRD consiguió avanzar electoralmente. De esta manera aleja el fantasma del bipartidismo y se sitúa en mejores condiciones para la decisiva confrontación política del año próximo, sobre todo en el Distrito Federal y en la porción sur del país.
El futuro inmediato del PRD y de las tendencias sociales que se expresaron con su voto el domingo anterior no dependen, por fortuna, de la reforma electoral abortada por el gobierno y su partido hace dos días.Va a depender de su capacidad para extraer de las elecciones recientes las mejores enseñanzas y para asumir plenamente sus nuevas responsablidades, de manera particular la de gobernar de forma distinta --con honestidad y apoyo del pueblo-- los municipios ganados el domingo pasado. Asimismo, de su capacidad para construir una amplia alianza de centroizquierda con las fuerzas sociales y políticas que aspiran también a transitar ya a la democracia y buscan nuevos caminos --distintos al neoliberal imperante-- de desarrollo económico de cara a los intereses de la mayoría del pueblo mexicano.