LA CIENCIA EN LA CALLE Luis González de Alba
Piedras marcianas

Piedras del cielo

Los meteoritos, piedras caídas del cielo, son parte del material sobrante tras la formación del Sistema Solar, al menos muchos de ellos. Tienen en su mayoría unos pocos gramos o algunos kilos, con algunas excepciones, como el de 22 toneladas caído Sinaloa en 1876. Todo el año una lluvia de meteoritos alcanza la tierra. Unos se desintegran al arder en la atmósfera, otros alcanzan el suelo y otros pocos son vistos al caer y luego recuperados. Se han descubierto unas 20 mil de tales piedras, más de la mitad en la Antártida porque allí, en una capa de hielo con centenares de metros de grosor, una piedra solitaria resulta por completo inexplicable; además, hielo y nieve la hacen un objeto muy distinguible. Para la investigación científica, los meteoritos de la Antártida ofrecen la gran ventaja de que tanto por el clima como por la falta de habitantes, permanecen incontaminados. Hoy los meteoritos resultan un tema común, pero por siglos las personas educadas no debían creer en tales consejas de campesinos ignorantes. Todavía en 1807 el tema era rechazado. El presidente Jefferson de los Estados Unidos, un científico amateur, sostuvo por entonces, ante el meterorito caído en Connecticut, que él estaba más dispuesto a creer que los investigadores yankis (norteños) mintieran y no en que cayeran piedras del cielo.

Las doce piedras marcianas

De los 20 mil meteoritos conocidos, doce han sido identificados como procedentes del planeta Marte. Dos de ellos han sido analizados en busca de fósiles que demuestren la existencia pasada de vida en Marte, ambos con resultados todavía inconcluyentes. Sus nombres son un compuesto de la región donde fueron localizados y la fecha: ALH 84001, por Allan Hills, Antártida, descubierto en 1984, y EETA 79001, en Elephant Moraine, Antártida, en 1979. El primer meteorito marciano conocido se halló en Chassigny, Francia, en 1815, y el último en 1994 en la Antártida, donde han aparecido seis. Otros cayeron en la India, Egipto, Estados Unidos Brasil y Nigeria. ¿Y cómo se sabe que vienen de Marte? Conociendo la composición de la atmósfera y del suelo marcianos, en particular de los isótopos (o variedades) propios de sus elementos químicos, el hallazgo de tales variedades y en el balance adecuado, lleva a concluir que vienen del planeta que presenta las mismas características. ¿Y cómo pudieron llegar hasta la Tierra esas piedras de Marte?

La piedra ALH 84001

La historia de cómo pudo ocurrir tal desprendimiento y el posterior viaje, la relata Charlene Anderson en The Planetary Report. Dice así: Hace unos 4 mil 500 millones de años, durante la infancia del sistema solar, roca fundida bajo la corteza marciana se enfrió y cristalizó. Una lluvia de cometas y asteroides cayó sobre Marte, batiendo su superficie y exponiendo nuestra piedra a los elementos. Luego, casi mil millones de años después, hubo agua líquida fluyendo por la superficie del planeta a causa de una atmósfera tibia, gruesa y rica en dióxido de carbono. Algo de esa agua se trasminó en nuestra piedra, llenando las fracturas de su interior. Hace unos 3 mil 600 millones de años, glóbulos de carbonato de calcio, el material que produce la piedra caliza en la Tierra, llenó algunas de las fracturas. Al mismo tiempo, en la Tierra comenzaban a florecer las primeras formas simples de vida bacteriana. Sería posible que en Marte organismos similares hubieran depositado el carbonato de calcio en nuestra piedra.

La llegada de ALH 84001

A lo largo de los siguientes miles de millones de años, la atmósfera de Marte se adelgazó y enfrió, y el agua líquida desapareció de su superficie. Luego, hace 16 millones de años, un cometa o asteroide golpeó contra Marte y arrojó fuera del planeta a nuestra piedra, que vagó entre ambos planetas hasta que, hace 13 mil años, cuando ya la vida en la Tierra era como la conocemos y los humanos primitivos pintaban cavernas, la piedra cayó en una planicie de la Antártida cubierta de hielo. Gracias a eso, no hubo niño que la pateara ni hombre que la arrojara contra la cabeza de su rival, y así fue como en 1984, un equipo de la Smithsonian Institution la encontró y etiquetó como ALH 84001. Pasaron otros diez años hasta que, en 1993, otro equipo, al estudiar la composición isótopica (las variedades en que vienen los diversos elementos) de nuestra piedra, determinó que se había formado en Marte.

La vida marciana

Por último, hace dos años, un equipo de la NASA dirigido por David McKay analizó la piedra con técnicas de reciente invención, como la espectroscopía por transmisión de electrones. Notaron unos glóbulos café-naranja depositados mucho después de que la roca se hubiera formado y otros detalles que podían explicarse como restos fosilizados de nanoorganismos marcianos. Dieron la noticia con bombo y platillo en Science, la prensa cotidiana retomó el asunto y en agosto de este año por todos lados escuchamos que había vida en Marte. Era un anuncio precipitado porque las estructuras halladas podían haberse formado también a partir de procesos físicos y químicos, no biológicos. También se levantaron sospechas políticas sobre el interés de la NASA en incrementar su presupuesto. La NASA informó que los estudios confirmatorios tardarían dos años.

El segundo meteorito

Pero el estudio, por un equipo británico, de un segundo meteorito, el EETA 79001, recogido en la Antártida en 1979, parece confirmar que hubo, o hay, vida en Marte. Esta piedra es de formación mucho más reciente: no tiene casi 4 mil millones de años, sino apenas 180 millones y presenta áreas por completo selladas con algo similar al vidrio, por lo que no pudo contaminarse con vida terrestre. En tales áreas selladas, los británicos encontraron proporciones muy altas de materia orgánica. Por tanto, si resultaran confirmados ambos hallazgos, eso significaría que la vida en Marte existió o ha existido durante un período similar al que lleva sobre nuestro planeta.