La 42 Convención Nacional panista se realizó en momentos de un importante reacomodo en el escenario político y electoral del país: las percepciones sobre el establecimiento de un bipartidismo PRI-PAN se han desvanecido merced a los resultados de los más recientes comicios (Guerrero, estado de México, Hidalgo y Coahuila), en los que el PRD ha reaparecido como la tercera --segunda, en el caso guerrerense-- fuerza partidaria; por otra parte, los cálculos que a principios de este sexenio auguraban una victoria blanquiazul automática, si no es que inevitable en los comicios federales de 1997, han debido atemperarse, en parte por factores externos al partido, y en parte por los costos políticos derivados del desempeño en el poder de funcionarios panistas --la gubernatura de Jalisco y la titularidad de la PGR, por ejemplo-- y del escándalo suscitado por la revelación de que Diego Fernández de Cevallos, ex candidato presidencial panista, se convirtió, en forma nunca bien explicada, en propietario de valiosos terrenos en un fraccionamiento de Acapulco.
Otro de los elementos fundamentales del telón de fondo de la reunión panista es la reciente aprobación unilateral, por parte de los diputados del PRI, de una reforma legal limitada, el previo derrumbe del consenso interpartidista lentamente construido a lo largo de casi dos años, con el consiguiente enrarecimiento y tensionamiento de la vida política nacional.
El descrito no es precisamente un escenario adverso al panismo, pero tampoco puede dar pie al abierto triunfalismo que exhibía la dirigencia blanquiazul hasta hace unos meses. La apertura del blanquiazul a la posibilidad de postular como candidatos a personas ajenas al partido, así como a establecer alianzas con otras fuerzas políticas, constituye un reconocimiento tácito de este cambio de percepción de las tendencias electorales, así como del reajuste de las expectativas y de las estrategias panistas.
Por otra parte, la Convención Nacional del PAN fue un espacio propicio para que ese partido, la segunda fuerza electoral del país, dirimiera sus diferencias ante las cercanas elecciones federales de mitad del sexenio. Resulta lógico, en esa perspectiva, que las diferencias y los disensos se manifestaran en ella.
En el segundo y último día del encuentro se evidenció --aunque en forma de expresiones amistosas y referencias crípticas-- una rivalidad en la cúpula del blanquiazul, concretamente entre Fernández de Cevallos y el gobernador de Guanajuato, Vicente Fox.
Al lado de la sutil confirmación de esta diferencia vertical, se hizo patente una divergencia que recorre horizontalmente al aparato panista, y que tiene que ver con la propuesta de un sector de la dirigencia de abandonar el principio de No Reelección en lo que al Poder Legislativo se refiere. En forma mayoritaria, bases y cuadros medios del panismo rechazaron esta propuesta.
Por supuesto, los reacomodos panistas de cara a los comicios de 1997 no terminaron en la convención que culminó ayer. Es de esperar que en los meses próximos la vida partidaria de los institutos políticos nacionales --incluido el PAN-- registre una actividad intensa.