Dos hechos me motivaron a escribir este artículo. El primero se relaciona con una carta que escribió en El Correo Ilustrado mi amigo Jorge Mancillas, quien como dice es catedrático del laboratorio de Neurobiología Celular y Molecular de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA), y además admirable luchador social. Aunque en términos muy, pero muy generales, estoy de acuerdo con él, en realidad su carta está escrita con maña. No es que yo quiera defender al Conacyt a ultranza; sin embargo, sí creo que en los últimos años las condiciones han cambiado para bien de la ciencia mexicana pero no lo suficiente; el problema es que los planes de repatriación son incompletos y hechos con timidez.
No obstante, el Programa de Repatriación ha logrado reincorporar a varios investigadores mexicanos y hasta existe un programa para atraer extranjeros y muchos han venido. De hecho, el lamento de Mancillas es un poco injusto, porque a él se le ofreció hace años la posibilidad de incorporarse al Sistema Mexicano (de hecho yo fui uno de quienes le propusieron una plaza y laboratorio en la UNAM). El problema es que no quiso, en parte por razones personales y en parte porque le ofrecieron condiciones mucho mejores en la UCLA y escogió quedarse allá. Obviamente el problema es que en México, cuando alguien se regresa del primer mundo debe batallar mucho; es el precio de regresar y quedarse en su tierra. Esta mal, pero hay que luchar porque eso cambie. Si tanto le duele esa situación, no vale lamentarse de afuera, hay que luchar desde adentro. Es como los revolucionarios que desde París promulgan la guerra a los tiranos de sus tierras.
Efectivamente, es una lástima que el país no pueda proporcionar a un científico tan capaz como Mancillas lo que él realmente se merece. Yo conozco su enorme valor y lo mucho que le serviría a la ciencia mexicana y al país. Y es aquí donde estoy de acuerdo con él: en México la ciencia no le importa más que a los que la hacen. Y aunque está claro que no es posible ofrecer a los investigadores mexicanos condiciones idénticas a las que ofrecen a veces --no siempre-- en el extranjero, ciertamente los ofrecimientos y condiciones podrían mejorar. De hecho, tanto el Conacyt debería mejorar sus ofrecimientos, como el repatriado debería aceptar las realidades de las condiciones desiguales entre primero y tercer mundo.
El segundo tema trata sobre la contaminación. De hecho más que molesto por las partículas contaminantes, molestan las formas mediante las cuales las autoridades correspondientes enfrentan el problema. Por ejemplo, yo me pregunto por qué en lugar de imponer el Doble hoy no circula, el cual es evidente que no reduce la contaminación, no procuran llevar a cabo las siguientes acciones:
1. Evitar que las calles de México sean estacionamientos públicos (en doble y triple fila en ocasiones), con el objeto de agilizar el tránsito.
2. Evitar el desorden y el caos que generan los microbuses y transportes públicos y privados que paran, estacionan y recogen pasaje donde se les pega la gana.
3. Evitar que los cientos de escuelas que hay en zonas de intenso tráfico y en zonas residenciales, generen los caos viales y embotellamientos dos o tres veces al día.
4. Asegurar que la policía de tránsito realmente trabaje en lo que le corresponde y que es, entre otras cosas, ayudar a agilizar el tránsito, en lugar de estar ``chacoteando'' en la calle o viendo a quién le pueden extorsionar un dinerito.
5. Quitar la enorme cantidad de topes que hay en la ciudad, los más de ellos totalmente inútiles, pero que generan paradas y arrancones constantes (recientemente conté 43 topes en una calle de 3.7 kilómetros).
6. Imponer orden en el caos de los camiones repartidores (inclusive hay repartidores de refrescos que se paran frente a puestos en la calle generando también caos vial).
7. Realmente multar y/o retirar de circulación a los cientos de camiones de transporte público y de otros que contaminan a la vista de la autoridad, la cual se hace ojo de hormiga.
Me pregunto por qué no se llevan a cabo acciones de este tipo, que ayudarían mucho más a reducir la contaminación. Creo que la contestación es sencilla: a las autoridades correspondientes les falta valor, interés y dedicación a su trabajo. Es más fácil decretar un estúpido reglamento y hacer como que hacen, a pesar de que a ellos sí les pagan y con creces, por estar donde están, aunque no sirvan para nada.