Iván Restrepo
Regreso a la realidad
Cuando pensábamos que las medidas tomadas por el gobierno federal en los últimos sexenios estaban dando frutos en el campo ambiental, la secretaria Julia Carabias nos regresó a la realidad al ofrecer una serie de datos nada alentadores. Por ejemplo, nuestro país registra la tasa más alta de deforestación de América Latina; por encima de Brasil y Colombia, donde la destrucción de bosques y selvas es alarmante dadas las consecuencias sobre el ambiente, las comunidades locales y el planeta en general. Además, confirmó algo que los estudiosos vienen diciendo desde tiempo atrás: que las numerosas cuencas hidrológicas se encuentran contaminadas, mientras la erosión abarca 80 por ciento del territorio nacional.
En una reunión con el Consejo Editorial del diario Excélsior, la maestra Carabias se refirió también a la contaminación atmosférica y al ruido en la zona metropolitana de la ciudad de México, justificando la irritación de la gente que piensa que en vez de mejorar las cosas están peor. A su juicio no es así, sino que las medidas son ahora más drásticas que antes, más sustanciales y ``sientan las bases para un cambio cualitativo'' como parte de un proceso que no dará resultados de inmediato sino en el mediano y largo plazo. Para consuelo de la población de la urbe, sostuvo que el aire ``no se está poniendo peor''. Seguramente debido al éxito alcanzado al disminuir las emisiones de plomo y azufre, mientras preocupan las partículas suspendidas y el aumento del ozono, esto último atribuido a la nueva gasolina. Por nuestra parte, sumemos a ese consuelo que Guadalajara está en vías de ser la ciudad más contaminada, quizá porque las autoridades panistas se dedican más a resguardar la moral que la salud pública, al combatir la minifalda, el condón y los table dance.
Por lo que toca a la deforestación, se da en estados ricos en recursos naturales y legado cultural, pero donde la pobreza es extrema. Un estudio elaborado en Chiapas reconoce que en los últimos 20 años se talaron más de 700 mil hectáreas para dedicarlas a agricultura y ganadería extensiva, mientras otros 5.5 millones ofrecen erosión y daños diversos. No menos preocupante es lo que sucede en Oaxaca, concretamente en Los Chimalapas, el área boscosa más significativa del país, y donde intereses oficiales, políticos y privados tienen puesta su mira, no siempre en busca de preservar tan importante patriminio.
En cuanto a las principales cuencas hidrológicas, elementos claves para el progreso, Carabias confirmó que resultan contaminadas porque a ellas van a parar las aguas negras de asentamientos humanos y desechos provenientes de la industria y los servicios. No debe extrañar entonces que las corrientes de los ríos Lerma-Chapala, Blanco, Papaloapan, y muy especialmente la del Coatzacoalcos, sean un problema ambiental y de salud de primer orden. No menos desalentador es comprobar que a cada anuncio de que ahora sí se pondrá fin a su deterioro, la realidad muestre que estamos lejos de alcanzar tan optimista meta porque la contaminación opaca las buenas intenciones del discurso oficial.
Está bien documentado, por lo menos desde el inicio del sexenio de José López Portillo, que cada administración elabora sus correspondientes planes nacionales relacionados con el ambiente y los recursos naturales. Son resultado, nos dicen en su oportunidad, de la opinión de los especialistas más reconocidos, grupos ciudadanos y diversas instancias de gobierno, expresada en la campaña del candidato oficial y en reuniones sectoriales. La presentación de dichos planes reviste especial solemnidad, no exenta del tradicional acarreo, y se convierte en una ceremonia donde periódicamente se inaugura el país. Mas por lo que confirma la maestra Carabias, pocos son los logros mientras el deterioro prosigue y las medidas para cotrarrestarlo se ignoran o no funcionan. Baste un ejemplo: algunos reportes gubernamentales hablan de que cada año se reforestan entre 90 mil y 100 mil hectáreas, es decir, una sexta parte de lo que se pierde en bosques y selvas. Pero se oculta cuántas de esas hectáreas realmente logran sumarse al patrimonio verde del país. Especialistas lo calculan en menos de la mitad.
Más dentro del caudal de realistas pero preocupantes datos que la secretaria ambiental expresó en la reunión citada, le dio lugar a la esperanza al reconocer que el país dispone de suficientes recursos para satisfacer todas las necesidades de quienes lo habitan, y muy especialmente para rescatar a los 12 millones de indígenas que viven en la extrema pobreza. Se trata de asuntos cuya solución es posible alcanzar si se dejan de tomar decisiones desde la frialdad del escritorio y se llega a la población y se le toma en cuenta a la hora de establecer políticas. Si se logra una necesaria descentralización; en fin, si se hacen realidad los postulados de la democracia para buscar el bienestar de las mayorías. Aunque todo esto ya se dijo en sexenios anteriores, ojalá el fin de milenio lo podamos celebrar comprobando que ahora sí las cosas fueron diferentes.