Alberto Aziz Nassif
Salida falsa
La reciente reforma electoral, mayoriteada a manos del PRI, rompió los consensos entre los partidos políticos que se construyeron con mucha dificultad durante 23 meses y mostró los nudos que impiden tener en México condiciones de equidad, reglas del juego electoral que soporten la democracia electoral en serio y permitan, de una vez por todas, empujar un régimen democrático en este país.
Los temores del PRI, sus inercias y su mala lectura de la realidad, le quitaron a la reforma electoral la posibilidad de tener un carácter más definitivo, porque son tantas las cosas que quedan afuera o a medias, que ahora lo más probable es que dentro de un año y medio, y con la perspectiva de la sucesión presidencial del año 2000, estemos de nuevo en otra dinámica de reforma, a pesar de que el presidente Zedillo dijo que sería la única reforma de su sexenio.
El PRI calculó que mediante estos claros retrocesos podía garantizar su permanencia en el poder o al menos evitar un fracaso grave; sin embargo, los datos electorales de los últimos meses muestran que la caída de los votos del priísmo no pasa por si hay una mejor reforma, lo cual indudablemente puede hacer más terso el proceso de tránsito. La gran diferencia es que hoy con todo y los obstáculos legales para la equidad y la alternancia, existen condiciones políticas y sociales en la ciudadanía y en la oposición para seguir el avance democrático. Esta nueva situación se origina en un complejo proceso social en el cual las variables importantes, ésas que no dependen de las coyunturas, ni de los personajes, como mayor apertura de información independiente, los más altos niveles de educación, el predominio de lo urbano sobre lo rural y la mejor organización de la sociedad, son cambios que han generado un pluralismo importante, más alta competitividad y han empezado a minar poco a poco el régimen de partido de Estado. Con las regresiones que introdujo el PRI en la última fase del proceso de reforma, el escenario político sólo se complica, pero no se interrumpe el avance opositor.
No es con arcas llenas como se ganan las elecciones. En todas las derrotas del PRI se puede ver casi como una regla que el costo del voto ha sido mucho más caro para el tricolor que para la oposición, y al mismo tiempo, más ineficiente en término de resultados. En las victorias electorales se puede comprobar que no se deben a un gran gasto, sino a mejores candidatos, bastiones, votos duros o votos útiles y dominio político, antes que puro dinero. El cálculo de compensar la pérdida del voto a través de la compra del voto es una falsa salida, además de que le resulta muy costoso a un país con 60 millones de pobres, de los cuales más de 20 están por debajo de la extrema pobreza. Es desmesurado el gasto electoral que hará el PRI en las próximas elecciones; no tiene proporción con nada racional, salvo con la intención de comprar votos. Además de que los topes de campaña son verdaderos techos, no existe ninguna penalidad, sino meras sanciones administrativas para el partido o candidato que se pase de los topes, y una regla sin sanción es prácticamente una invitación a romperla, por ello no sería extraño que veamos en 1997 el modelo tabasqueño de Madrazo reproducirse por todo el país. En buen problema quedó la oposición con estas cuentas; esperemos que no se adhiera a la misma lógica multimillonaria de recursos.
En un problema serio se metió a los nuevos consejeros electorales, electos antes de estas reglas en un clima de consenso y con otros supuestos. Vamos a ver ahora qué pasa con la estructura burocrática del Instituto Federal Electoral, lo cual puede neutralizar las decisiones del nuevo Consejo General, porque si los operadores electorales son los mismos que realizaron las elecciones de 1994, marcadamente inequitativas, no hay razón para pensar que no se repitan problemas similares. Lo que está en juego es cómo sacar los próximos comicios del terreno de la desconfianza. Otras de las mutilaciones tienen que ver con el cálculo temeroso de un priísmo en declive: los obstáculos y restricciones para hacer coaliciones y la imposibilidad de hacer coaliciones en el Distrito Federal; los candados para el próximo jefe del gobierno capitalino son muy pesadas.
Además de todo lo que quedó a medias, hay otro paquete de cosas muy importante que quedó afuera y que serán temario de la próxima reforma: las figuras de la participación ciudadana directa --plebiscito, referéndum, iniciativa popular--, las candidaturas independientes, el quitarle al PRI el uso de los colores nacionales, terminar con la sobrerrepresentación en el Congreso. Con esta reforma el PRI le quitó al país la posibilidad de un marco electoral equitativo y justo y las ventajas políticas de una reforma por consenso, y le quitó credibilidad al Presidente de la República con su ofrecimiento inicial de una reforma definitiva.