Agustín Granados
En sus marcas, listos...

Ni quien lo dude, la campaña por el gobierno de la ciudad de México arrancó hace rato, pero este fin de semana de alguna manera se formalizó. Bravatas y retiros, descartes no pedidos, pero tampoco voluntarios, enmarcan la disputa por el gobierno de la que es la metrópoli más grande del mundo.

Paradójicamente, entre más se barajean nombres, se iluminan o se enlodan personajes, es menos claro quiénes podrán ser los candidatos.

El PRI, donde nadie ha dicho esta boca es mía, tiene, sin mencionarlo, numerosos aspirantes. Se habla de Fernando Ortiz Arana --pero él no quiere--; de José Antonio González Fernández, que sí quiere; de Manuel Jiménez Guzmán, quien ya tiene experiencia en lo que a gobernar la ciudad se refiere, y ya luego con afán de hacer la lista larga se manejan decenas de nombres, que si Jesús Salazar Toledano, que si Roberto Campa Cifrián, que si Oscar Levín Coppel. Por fortuna a ningún loco se le ha ocurrido incluir en la lista a Augusto Roque Villanueva.

En el PRD se habla de Cuauhtémoc Cárdenas, pero éste, haciéndose de la boca chiquita, ya candidateó a Gonzáles Schmal. El mismo ejemplo siguió Porfirio Muñoz Ledo, al que no propone nadie, pero él ya propuso a Rodolfo González Guevara. La candidatura de Manuel Camacho, lunamielero del momento, sigue pendiendo del dictamen de un ministro de la Suprema Corte de Justicia.

En el PAN un maldoso sin chiste les reventó a su más preciado candidato, el ``jefe'' Diego, que ahora confiesa que no le da miedo, sino pavor aspirar al cargo. El propone, como si la tienda fuera suya, al intelectual José Paoli Bolio. Como dicen en la porra taurina ¿Quién es ese...? Abollado el candidato estelar, hasta Castillo Lepereza es bueno.

Se dice que no se votará por candidatos, sino por programas, y esto es más difícil, porque si a programas políticos se refieren, salvo Jiménez Guzmán, que habla de una ciudad autosustentable, los demás aspirantes están en un pleito que no rebasa el nivel personal. Si se refieren a otros programas, a mí el único que medio me gusta es La tocada, porque lo conduce la chaparra de oro.

Pero ya en serio, decíamos que la lucha por el gobierno de la ciudad está más que encarrilada, y en este sentido no sería desdeñable poner atención al ensayo general: esto es, las elecciones en el Estado de México, por lo que se refiere a la zona conurbada.

El partido Acción Nacional ganó en Naucalpan, Tlalnepantla, Cuautitlán, Atizapán y Villa Nicolás Romero; el PRD gobernará en Acolman, Nezahualcóyotl, La Paz, Teotihuacan, Texcoco y Tultepec. El diagnóstico de los ingenuos es que en el cinturón que rodea la capital ganó la oposición. En consecuencia, en las elecciones del año próximo, habida cuenta de que la zona conurbada y la ciudad central se parecen, ganará la oposición.

El postulado es cierto: Sí ganará la oposición, pero esto no significa que pierda el PRI. En política dos y dos a veces no son cuatro, aunque parezca, porque vamos a ver: La oposición en su conjunto puede tener más votos que el partido oficial, sólo que para efectos prácticos estos votos están divididos por lo menos en dos. Si la oposición obtiene 60 por ciento de los sufragios, y el PRI el restante 40, éste y no otro partido será el que gobierne la ciudad de México.

La conclusión parece de Perogrullo: La oposición puede obtener en su conjunto más votos que el PRI, pero para ganarle a éste debera juntarlos. En alianza poselectoral esto no es posible, y con un candidato único postulado por alguno de los dos partidos la cosa resulta más difícil.

La oposición en su conjunto puede obtener más votos que el PRI. El problema es que no puede sumarlos. Así, si hacemos caso al ensayo general de la zona conurbada, nos guste o no nos guste, esta ciudad la gobernará el PRI.