Durante dos días de la semana pasada, el gobierno zedillista cambió su compromiso de alcanzar una reforma electoral por consenso y ratificó que la política económica se mantiene igual. El jueves, en lo político: apertura a las presiones del PRI; el viernes, en lo económico: sólo Washington marca el rumbo. El jueves, dispendio de recursos; el viernes, ahorro y disciplina.
No es esquizofrenia. En su comparecencia ante el Congreso, el secretario de Hacienda, Guillermo Ortiz, no respondió muchas preguntas y eludió abiertamente dos que podrían considerarse importantes: la aprobación del PRI de ``topes de campaña'' hasta por 2 mil millones de pesos que contraviene el criterio de la ``disciplina del gasto y el ahorro'' para el presupuesto, y en particular el del Plan Nacional de Desarrollo 1995-2000 que establece: ``En el gasto electoral, la ciudadanía exige también austeridad, disciplina y transparencia''. Anteriormente, el 1o de septiembre de 1995, en su primer Informe de Gobierno, Zedillo atribuyó a la falta de ahorro interno de los mexicanos la causa principal de la crisis de diciembre de 1994 y desde entonces ha sido la justificación de la nueva austeridad y la vía para la recuperación.
El secretario de Hacienda, pese a la ayuda de sus asesores, no pudo llenar la lista de precios de las tortillas, el aceite, el arroz, la carne molida, la leche, etcétera, aunque esto no era el fondo de la pregunta, sino ¿cómo puede ahorrar un trabajador mexicano que gana menos de dos salarios mínimos (17 millones de trabajadores empleados, subempleados y desempleados) o sea 40 pesos promedio, si el consumo básico de esa lista de productos ya es de 64.90? Comparado con el dispendio aprobado por el PRI para la campaña electoral de 1997, todo el Plan Nacional de Desarrollo y los criterios económicos del presupuesto, salen sobrando y constituyen otra nueva mentira que llevará a un nuevo ciclo de crisis-devaluación y pérdida del nivel de vida de los mexicanos.
El ciclo perverso del PRI (dispendio político-austeridad económica) ha entrado en un callejón sin salida y a largo plazo compromete al país. El estrecho vínculo político entre lo que se aprobó el jueves (reforma electoral) y lo que se debatió el viernes con el responsable de las finanzas demuestra las incongruencias de la política económica, pero también la perspectiva del PRI en torno a 1997 que desde hoy prepara el presupuesto y su política social para la compra de votos.
Pero lo más extraño es el razonamiento del doctor Ernesto Zedillo al señalar que ``es mejor dar dinero del erario a los partidos que dejar que les pueda llegar del narco'' (Reforma, primera plana,16/XI/96). Siguiendo su razonamiento, la política económica debe tener igual respuesta ante el incumplimiento de metas. Dice el Plan de Desarrollo que se deben construir 670 mil viviendas de aquí al 2000. Guillermo Ortiz afirmó que serían 250 mil, ¿por qué no usa el mismo criterio en este caso o en los de alimentación, educación, salud, antes de que lleguen los narcos?
Más que ante problemas de incongruencia, estamos frente a una ideología clasista, excluyente e intolerante que se llama neoliberalismo y que ahora detenta el poder. La defensa de la política económica y las maniobras en defensa de privilegios electorales son para ellos un asunto de principios; los dobleces constituyen su moral. La alternativa ya no es que ``cambien de política económica'' sino que se vayan.
El año entrante es la oportunidad de los mexicanos para ingresar a un verdadero proceso de cambio. Hoy, sólo es descomposición gradual sin ruptura.