La Jornada 24 de noviembre de 1996

Enredo de testigos en la PGR: Luengo

Juan Manuel Venegas y Roberto Garduño E. Cada prueba, cada testigo que la Procuraduría General de la República (PGR) ha presentado recientemente en el caso Ruiz Massieu, cancela otras evidencias que antes recogió la propia dependencia y pone en ``entredicho'' la veracidad de unos y otras, sostuvo Eduardo Luengo Creel, abogado defensor de Raúl Salinas de Gortari.

Los ``errores'' de Pablo Chapa Bezanilla y su grupo de investigadores han llevado a la dependencia a ``graves apresuramientos'' en la presentación de testigos ante el juez tercero de Almoloya, Diógenes Cruz Figueroa, afirmó a La Jornada.

Tan sólo la más reciente declaración del teniente coronel Antonio Chávez Ramírez --que lo hace aparecer como el testigo clave y definitorio del proceso contra Salinas-- extingue varias de las pruebas que la fiscalía especial presentó en el pasado y que en diversas ocasiones tanto el procurador Antonio Lozano Gracia como el fiscal Pablo Chapa Bezanilla calificaron de ``elementos de convicción'' de la culpabilidad del hermano mayor del ex presidente.

Además, la versión del teniente coronel del Estado Mayor Presidencial --ratificada ante la PGR y la Procuraduría de Justicia Militar-- descarta todo lo dicho por un testigo (Ramiro Aguilar Lucero) que ``ocultaba'' la Procuraduría.

Chávez Ramírez, al afirmar que el 29 de septiembre de 1994 por instrucciones de Raúl, abandonó el automóvil jetta que conducía Manuel Muñoz Rocha en la calle de Palo Santo, echa por tierra declaraciones de la trabajadora doméstica Agustina Cruz, quien afirmó haber visto el ya famoso vehículo, ``el 3 de octubre de 1994, en la casa de Explanada 1230'', también propiedad de Raúl.

El testimonio de Agustina -que contribuyó a que el juez Cruz Figueroa dictara el auto de formal prisión- fue puesto en tela de juicio por la defensa, la cual alegó entonces que se trataba de una ``testigo preparada''.

El asunto es que Agustina, con una sola vez que vio el automóvil, prácticamente se lo aprendió de memoria, según la descripción que hizo de él durante su presentación ministerial del 7 de agosto de 1995:

``El auto Volkswagen jetta color blanco tenía asientos de color gris y piezas de plástico de color negro y que son parte del cinturón de seguridad, siendo éstas en el marco de la puerta delantera y el cual presentaba un vivo de color naranja, fosforescente y que en la parte posterior del vehículo, pegado a su medallón trasero, observó una caja de kleenex, de 100 pañuelos de medidas aproximadas de 10 centímetros de ancho por 20 de largo y de altura 4 centímetros...'', también recordó las placas ``que sé que son del estado de Hidalgo por las letras HGO, que además eran de los colores verde y blanco''.

Para los defensores de Raúl, ese testimonio, ``asombrosamente exacto'', de Agustina sobre el jetta blanco, genera ``serias dudas'' sobre el proceder de la fiscalía especial:

``¿Cómo es posible que ahora su testigo clave sea el teniente Chávez Ramírez, si durante más de un año se apegaron al testimonio de Agustina Cruz? ¿Por qué la fiscalía se empeñó tanto tiempo en hacer creer al juez la autenticidad del testimonio de Agustina? ¿Quién la obligó entonces a aprenderse de memoria las características del jetta?'', son las preguntas que se hacen los abogados.

El teniente coronel Chávez Ramírez reconoció haber participado en el ocultamiento del vehículo que conducía Manuel Muñoz Rocha, y señaló a su ex jefe Raúl Salinas como la persona que lo instruyó para hacerlo.

No obstante -afirmó Luengo Creel-, su versión nada tiene que ver con un anónimo que recibió la PGR a través de la vidente Paca, en el que Ramiro Aguilar Lucero sostiene que ``el 30 de septiembre de 1994'', cuando llegó a la casa de Raúl Salinas en Reforma 975, vio al hermano del ex Presidente con un bat en la mano, y el cuerpo de Muñoz Rocha tirado en el suelo, desangrándose.

Según la carta que Aguilar Lucero envió a La Paca, Chávez Ramírez y ``un doctor de acento extranjero'' se encargaron de mutilar el cuerpo de Muñoz Rocha y enterrarlo en el jardín. A los pocos meses -continúa la carta-, los restos fueron trasladados a la finca El Encanto, también propiedad de Raúl.

Chávez Ramírez negó todo lo anterior y ha insistido ante el propio Pablo Chapa Bezanilla que le permitan carearse con el supuesto testigo presencial del homicidio de Muñoz Rocha. Pero el fiscal se ha negado, con el argumento de que Aguilar Lucero ``le tiene miedo'' al teniente coronel.

Es más, de acuerdo con la comparecencia de Chávez Ramírez en el juzgado segundo de distrito, el viernes pasado, Chapa le pidió al militar que ``se volteara'' para que Aguilar Lucero ``pudiera decirle dónde lo había conocido''. Es decir, es tanto ``el temor'' que Ramiro siente por el teniente que ni siquiera quiere mirarle la cara.

Aguilar Lucero es la persona que, mediante la misma carta a La Paca, llevó a la fiscalía, además, a localizar la osamenta de El Encanto... Y Chávez Ramírez -ya consignado y confeso- niega también saber algo acerca de los restos que se analizan en Nueva York.