Miguel Marín Bosch *
¿...et tu, Butros?

Primera de dos partes

Butros Butros-Gali ha decidido buscar un segundo mandato de cinco años como secretario general de la ONU. Su reelección se deberá llevar a cabo hacia finales de este mes de noviembre y en un principio hubiera sido casi automática: cada uno de sus antecesores inmediatos ocupó el cargo durante diez años y, hasta hace poco, nadie se había quejado de su gestión al frente de la ONU. Pero hace unos meses, el tema de su reelección se insertó en otra campaña política --la contienda electoral para la Presidencia de Estados Unidos. Acabar entre las patas de políticos estadunidenses siempre es peligroso; en un año electoral podría ser mortal.

En busca de su propia reelección el pasado 5 de noviembre, el presidente Clinton recurrió a la táctica consagrada de convertirse en el abanderado de las posiciones de su contrincante. En el caso de la ONU, se trató de ver quién podía lanzar los ataques más virulentos en contra de la organización mundial. El Partido Demócrata ya le había arrebatado al Republicano varias banderas, incluyendo la de penalizar a terceros por comerciar con Cuba (ley Helms-Burton) o Irán y Libia. En plena campaña presidencial, los políticos estadunidenses suelen olvidarse del resto del mundo, incluyendo a sus aliados militares y socios comerciales más cercanos. Si con atacar a Cuba se cree que se pueden ganar votos, adelante, aunque signifique violar los principios comerciales que ellos mismos han pregonado.

En teoría, la Asamblea General elige al secretario general a propuesta del Consejo de Seguridad. En la práctica, el Consejo decide y sus cinco miembros permanentes llevan la voz cantante. Así ha ocurrido desde 1946 con excepción de 1950 cuando, ante la amenaza de un veto soviético en el Consejo, Estados Unidos logró que la Asamblea ``prorrogara'' el mandato de Trygve Lie sin esperar a que el Consejo se pronunciara. Parece más fácil echar a Butros-Gali que deshacerse de Karadzic en Bosnia o del golpista Buyoya en Burundi. Basta con un veto en el Consejo. De los 281 vetos que se han registrado desde 1946, 43 han sido precisamente para impedir la elección de un secretario general.

En Estados Unidos siempre ha existido un sector de opinión pública contrario a la ONU. Pero atacar a la ONU sólo se puso de moda entre políticos a partir de los años 70, cuando Washington empezó a perder su hegemonía dentro de la ONU y por ende interés en sus trabajos. Se le consideraba como una institución cada vez más antiamericana. Luego siguieron los ataques feroces de la organización Heritage Foundation que, a su vez, alentada por los funcionarios del presidente Reagan, se convirtió en fuente de información (e inspiración) de muchos congresistas republicanos en Washington. Estos son los que hoy más atacan a la ONU y a los que Clinton quiere neutralizar al atacar a Butros-Gali.

¿Qué le critican al secretario general? Nadie se queja de su habilidad diplomática o de su estilo discreto de gobernar. Hasta hace unos meses, el propio presidente Clinton había elogiado reiteradamente, en sus frecuentes visitas a la sede de la ONU, la labor y la persona del secretario general. En junio, sin embargo, cambió de parecer al enterarse de que algunos congresistas republicanos iban a hacer de la ONU un tema de campaña electoral. Y la Casa Blanca decidió adelantárseles, largando duras críticas, diciendo que la ONU no estaba realizando con suficiente entusiasmo y celeridad las reformas administrativas (recortes presupuestarios y de personal) que Estados Unidos (y otros países) habían exigido, y que Butros-Gali no era la persona idónea para llevarlas a cabo. Butros-Gali contestó que buscaría la reelección ya que cinco años eran pocos para terminar una tarea que se había complicado en gran parte por la falta de pago de Estados Unidos de su cuota (debe más de mil 300 millones de dólares, el equivalente al presupuesto anual de la ONU). La Casa Blanca replicó que no apoyaría su reelección, que era un funcionario ineficiente, un mal administrador, demasiado viejo (tiene 73 años) y que, para colmo, estaba utilizando los fondos de la ONU para su campaña personal.

* Cónsul general de México en Barcelona y autor de Votos y vetos en la Asamblea General de las Naciones Unidas (México, 1994). Sus opiniones no son necesariamente las de su gobierno.