La Jornada 25 de noviembre de 1996

Todo tiene vida y hasta conciencia: Carrington

Angélica Abelleyra A la pintora Leonora Carrington le apasiona lo mismo el arte que la magia, la ciencia que los astros y el acontecer de los animales o las rocas. Para ella ``todo tiene vida'' y hasta ``conciencia''. Ahora su fascinación es la evolución de los caracoles y lee a la escritora inglesa Anne Tyler, quien ahonda en la vulnerabilidad de los moluscos ataviados con una concha en espiral.

Esa forma ocupa, por el momento, su palabra y también su línea. Basta ver algunas pinturas, unos cuantos grabados y las páginas de un libro negro, hecho al alimón con su hijo Gabriel Weisz, para observar sus inquietudes plagadas de espirales, sacerdotizas, gatos, chamanes, gnomos, perros y duendes. Como el duende que Leonora observa en México desde que llegó aquí hace más de medio siglo y le provee al país ese tono mágico, rebelde e impredecible que también se manifiesta en todo lo que hace esta creadora inglesa de 79 años.

Desde septiembre de 1994, la figura y la obra carringtoniana no encuentran descanso entre las salas de algunos museos y galerías. Primero con la muestra antológica más abundante hasta el momento que preparó el Museo de Arte Contemporáneo (Marco) de Monterrey. En segundo término, con la versión ampliada con esculturas en el Museo de Arte Moderno (MAM) de la ciudad de México, en febrero de 1995. Y a partir de mañana estará de nuevo en exhibición su quehacer complejo y alucinado con el conjunto de 36 piezas (acrílicos, dibujos, monotipos, óleos y acuarelas) creadas entre 1958 y 1996 que colgará de los muros de la Galería de Arte Mexicano (GAM), un espacio al que Leonora llegó en 1952 al lado de Inés Amor.

Cerrará esta novel etapa la presentación, el martes de la semana entrante, de un pequeño libro negro (The dark book) plenamente surrealista, con textos de Gabriel Weisz Carrington y grabados de Leonora hechos en las técnicas de aguafuerte y aguatinta. El tiraje de 60 ejemplares bilingües (firmados por los autores) será dado a conocer también en la GAM, junto con Emilio Payán, responsable del Taller de Grabado Tiempo Extra Editores que dio origen al volumen.

Pero no sólo México se interesa en esta productora ``plenamente internacional'' --reflexiona Mariana Pérez Amor, codirectora de la galería sede. Como lo hizo la Serpentine Gallery de Londres, en 1991, en octubre del 97 se organizará una retrospectiva itinerante por tres museos de Japón. De la misma manera que emprendió proyectos museográficos con Klimt, Munch, Picasso, Bacon y un largo etcétera, el periódico The Tokyo Shimbun patrocinará esta revisión en torno a la dibujante surrealista, inasible en cualquier circunstancia, y más durante una conversación con thé de yerbabuena.

Instalada en la cocina de la casa, junto a su libro sobre caracoles, la escultora convoca por momentos dispares lo mismo a su gato Monsieur que a su perro enfermo. Pero siempre nos acompaña la amabilidad de Pablo Weisz, su otro hijo que radica en Estados Unidos desde 24 años atrás y combina su carrera de patólogo con su vocación de pintor.

Fue él quien al ver el cuadríptico Tetramaze, uno de los óleos más recientes de Leonora, le dijo sin ningún reparo: ``Mamá, te tengo malas noticias: no puedes dejar de pintar''.

Y no. Leonora no se da descanso ni con el óleo, ni con el grabado, ni con la escultura. Con el primero confecciona aves y telarañas; con el segundo experimenta con ácidos, tintas y azúcar, y con la tercera moldea el bronce.

``Siempre es interesante trabajar con diferentes técnicas y en otras dimensiones. Y nada de eso tiene que ver con la libertad que pudieran dar. Es simplemente un cambio que hace bien'', comenta la autora de dos libros editados por Siglo XXI en 1992: La casa del miedo. Memorias de abajo y El séptimo caballo y otros cuentos.

Esta es la primera vez que la autora hace un trabajo al lado de su hijo Gabriel. ``Son textos e imágenes que van juntos. Pero hay que verlo. Hablar de una cosa que está hecha para verse es falsificarla'', asegura la escritora de obras de teatro como Penélope (1962).

Entonces leemos en el libro negro surrealista, hermanado con gráficas de hienas, casas con vida, esqueletos y fantasmas:

``¿Escuchaste el secreto?''

No, no hay secretos para el albino;

basura en las calles.

O esto otro:

La casa dormía en estado latente,

respirando con calma

antes de atacar

Y más adelante:

Mujer con rostro de papel

rasgado aquí y allá;

el lado sucio de la luna.

Leonora sigue disfrutando el thé de las seis de la tarde.

--Estás presente más que nunca con tu obra desde 1994, con la exposición del Marco en Monterrey y luego en el MAM. ¿Cómo has sentido esta revisión de tu trabajo?

--Nunca he hecho autocrítica. Conozco el trabajo y eso no es lo importante, sino que la gente lo vea. Cuando yo observo lo que he hecho a veces me siento bien, y otras siento que no voy nada bien en mi trabajo. Pero no hago labor de criticarme. Se lo dejo a la gente ansiosa de criticar el trabajo de los otros.

--¿En ningún momento te gustó hacer una crítica sobre tu obra?

--Nunca. Yo veo algo y lo veo privadamente. Los comentarios me los quedo yo misma. O ¿es que tú si te haces una autocrítica? --revira.

--Bueno, uno al hacer cualquier cosa, incluso una sopa, ve el resultado.

--Sí, sí, uno sabe si le falta sal o le falta más pimienta. Lo de la sopa pasa igual con la pintura. Uno lo sabe, pero se lo guarda.

--Eres buenísima entrevistando a los demás.

--No sé si lo haría bien, pero es interesante el trabajo del periodista. No me gustan las entrevistas. Para mí lo más importante es que se vea la obra. Y cuando platico con alguien prefiero conocer su parte interna. Siempre me interesa más la persona que tengo enfrente. Yo ya me conozco.

--¿No le encuentras sentido a las entrevistas.

--Sí lo tienen, pero cuando no soy yo el motivo.

--¿No te interesa o es que ya te conoces demasiado?

--Nadie se conoce demasiado. Pero lo que conozco de mí misma no estoy preparada para decirlo en público.

Para lo que sí está preparada, y se anima, es para traer hasta la mesa de la cocina el portafolio con pasta verde y cinco grabados que hizo en el taller de Emilio Payán. ``Un chamán que sube a ver un gato'', relata sobre las imágenes blanquinegras que despliega.

Luego subimos al primer piso de la casa, a un salón colmado de libros donde un recipiente de madera guarda la obra gráfica de Leonora Carrington, custodiada por una bolsa con un quinteto de pelotitas de naftalina que ayudan para que no se metan ``bichos'' entre las hojas.

Todo se rompe cuando por ahí aparece Monsieur y amenza con poner sus patas sobre los grabados.

--¡Ni lo pienses! --regaña--. ¡Ya sé que te encanta meterte en ellos!

Y Pablo rescata al gato siamés que, en efecto, se ha metido en varios cuadros de Leonora Carrington, con todo y sus ojos azules.

[La exposición de Leonora Carrington se abre mañana en la Galería de Arte Mexicano --Gobernador Rafael Rebollar 43, San Miguel Chapultepec-- a las 19:30 horas. Una semana después, el martes 3 de diciembre, en el mismo sitio se hará la presentación del libro The dark book (Tiempo Extra Editores), que contiene grabados de Leonora y textos de su hijo Gabriel Weisz.