Iván Restrepo
20 años y el PCBs sigue tan campante
Hace unas cuantas décadas se identificaron como peligrosos contaminantes algunos compuestos organoclorados de uso industrial: los bifenilos policlorados (PCBs) calificados entre los materiales químicos más versátiles que se conocen. Su aspecto es muy variado, y va desde líquidos aceitosos hasta resinas duras y transparentes o cristales blancos. Generalmente se usan en barnices protectores, como plastificantes y extendedores, como selladores en compuestos impermeables, en materiales asfálticos, en tintas de imprenta, en plásticos y adhesivos sintéticos. En particular, los PCBs líquidos se usan como dieléctricos, en fluidos hidráulicos, en termostatos, como adelgazadores de aceites, como medio de transferencia de calor, en turbinas y bombas de vacío. Los PCBs sólidos se usan para impregnar resistencias de carbón y como selladores en agentes impregnantes en aparatos eléctricos.
En 1970 los pocos fabricantes de PCBs en el mundo reconocieron la contaminación que causaban al medio y a los alimentos y, además, la imposibilidad de controlar las fugas de estos compuestos en la industria pues debido a sus numerosas aplicaciones, es posible que se derramen accidentalmente en los intercambiadores, transformadores, y a partir de los fluidos que los contengan. También suelen presentarse fugas o pérdidas durante su fabricación. Igualmente reonocieron que parte de la contaminación atmosférica producida por los PCBs proviene de la combustión, calentamiento o evaporación de los desechos que los contienen. O por los que se arrojan a cañerías, ríos, lagos, y que finalmente terminan por afectar negativamente las aguas y todo tipo de vida que se encuentre o dependa de ellas.
Además de localizarse en el ambiente y numerosos productos, los bifenilos policlorados también se han encontrado en la leche, en el tejido adiposo humano, en el cerebro y en el hígado de los niños pequeños. La entrada de los PCBs al ambiente puede efectuarse a través de los desperdicios y los residuos industriales, por las fugas de los aparatos en los que se utilizan, por los residuos que se encuentran en el papel, etcétera. La estabilidad de los PCBs, aunada a la facilidad con que los organismos vivos los toman del medio y los concentran, son las principales causas de los desajustes que dichas sustancias ocasionan. Poco se sabe acerca de sus efectos tóxicos, mas se conocen varios casos de envenenamiento endémico y hay indicios de que pueden tener actividad cancerígena. Por eso la necesidad de realizar análisis cuantitativos y cualitativos para conocer más su efecto negativo.
Hace justamente 20 años, Enrique Ortiz Espinosa realizó en México el primer estudio para determinar la presencia de los bifenilos policlorados en algunos alimentos. Analizó cereales para bebé, harina de arroz y sopas de pasta. Los dos primeros se eligieron por su importancia en la alimentación infantil y las sopas de pasta por ser uno de los alimentos procesados de mayor consumo. El ingeniero Ortiz halló PCBs en todas las muestras estudiadas. Señaló entonces que, aunque en ningún país se habían fijado niveles de tolerancia para esos residuos en alimentos, las cantidades encontradas pueden ser un problema muy grave para la salud humana. Los altos niveles de contaminación se debían entonces a no existir una reglamentación adecuada sobre la presencia de residuos tóxicos persistentes en artículos de consumo generalizado.
Para evitar que dichos contaminantes siguieran diseminándose en el medio, propuso establecer leyes y reglamentos que controlen su presencia; fijar niveles de tolerancia máximos, y que todos aquellos alimentos que estén por arriba de estos niveles se desechen y no se permita su consumo; restringir el uso de tales compuestos, como ya se hacía en muchos otros lugares; exigir a las industrias que por algún motivo utilizan PCBs, tener sumo cuidado en su manejo para evitar fugas, derrames, etcéterea; y que los desechos que los contengan se manejen adecuadamente para no ser fuente de contaminación.
A 20 años de distancia, los indeseables bifenilos policlorados siguen preocupando por su persistencia y toxicidad, al grado que, como parte del Acuerdo Ambiental de América del Norte, figuran ahora dentro de un plan de acción regional para su manejo y control, junto con once más (dioxinas, furano, aldrina, dieldrina, clordano, DDT, toxafeno, heptacloro, entre ellos). Este debe presentarse el próximo 15 de diciembre a Consideración del Consejo del Acuerdo, del cual hacen parte los ministros del medio ambiente de los tres países. Nada fácil, pues hoy cerca del 80 por ciento de los transformadores del Metro de la ciudad de México, los contienen; además, la Comisión Federal de Electricidad y Petróleos Mexicanos tienen almacenadas grandes cantidades de ellos. Estimaciones oficiales indican que pueden existir más de 8 mil toneladas de estos compuestos almacenados en el país. Se sospecha que los sitios donde están no siempre reúnen las condiciones técnicas requeridas. Ojalá el plan no quede en buenos propósitos y sea una herramienta efectiva para comenzar a resolver un problema que preocupa y aumenta.