De regreso de un corto viaje al Cono sur quisiera hacer hoy un ejercicio de comparación entre norte y sur de América Latina. Tomemos a Argentina como referencia. Este país y México son imágenes especularmente invertidas. Elevado crecimiento en Argentina y bajo en México; elevada polarización del ingreso en México y baja (pero creciente) en Argentina; aquí relativa inestabilidad cambiaria y precios bajos, allá estabilidad del cambio y precios elevadísimos. ¿Qué puede exportar Argentina vistos sus precios? Excluyendo la carne que, obviamente, sigue siendo su producto más barato y competitivo. ¿Cómo vive una población en la cual el salario de un obrero gira alrededor de cuatro o quinientos dólares mensuales mientras los precios son similares a los de Nueva York? Personalmente no puedo entenderlo, y la sobrevivencia se me aparece como un inexplicado milagro cotidiano. Y una diferencia más sobre la cual mucho habría que reflexionar. La capital de México, la menos cara del país; Buenos Aires, la ciudad más cara de Argentina.
Pero un elemento común México y Argentina lo tienen: el desempleo en aumento progresivo y de largo plazo. Menem ``tomó'' su país con un desempleo de 7 por ciento. Vino un exitoso combate contra la inflación y la inestabilidad cambiaria, cuya principal víctima fue la ocupación y el poder real de compra de los salarios. El desempleo de la actualidad oscila alrededor de 17-18 por ciento.
Una comparación México-Uruguay requeriría espacio y tinta que no tenemos. Sinteticemos brutalmente las cosas señalando la impresión de un Uruguay congelado en algún tiempo histórico pasado, frente a la vitalidad dolorosa y contradictoria de un país como México. Aquí una izquierda que, cuando menos en sus partidos, ha abandonado progresivamente antiguos mitos sin posible desarrollo para compartir el tiempo histórico del mundo. Una izquierda que, si bien entre inseguridades y temores, vuelve a preguntarse acerca de la relación entre democracia y bienestar como clave de sus propuestas. Del otro lado, en Uruguay, una izquierda aún poderosamente influenciada por mitos, prejuicios y banalidades progresistas clasemedieras de hace décadas. Una sensación de nostalgia hacia lo viejo, hacia las derrotas que no se entendieron. Algo así como un Onetti interminable.
Paradojas de geografía e historia. Argentina y Uruguay, más lejos de Europa que México, están sin embargo más cerca. Evidentemente geografía e historia no siempre coinciden y así se encuentra uno con cultura musulmana en China o pedazos de Europa en el punto más apartado del continente americano. Y otro elemento. Los dos procesos de integración regional: TLC y Mercosur. Un TLC inequivocadamente americano y un Mercosur que, para compensar presiones, podría fortalecer sus futuras relaciones con Europa.
Pero no quiero terminar estas notas sin hacer referencia a uno de los aspectos de la relación de Europa con estos dos extremos americanos, México y Argentina. El cine. Acá, muy cerca de Estados Unidos. Allá, muy cerca de Europa. Y así le ocurre a uno la posibilidad de ver en Buenos Aires a Caro diario, la última, fascinante, película de Nanni Moretti. Una especie de diario íntimo acerca de las estupideces y búsquedas de absolutos de parte de una izquierda que comenzó siendo bolchevique y termina en un fuego artificial de posibilidades: pedagogos montessorianos, críticos postmodernos de cine, intelectuales aislados escribiendo la gran obra, místicos retirados, directores de cine sin libreto ni temas.
Y a uno se le ocurre que, más allá de las fuerzas gravitacionales, algo habría que hacer para alejar un poco México no de Estados Unidos pero sí de Hollywood. Para acercar el país a sí mismo y a Europa, en cine, literatura o lo que sea. Siquiera para enriquecer vínculos e influencias.