La Jornada 27 de noviembre de 1996

Fernando Benítez
Carlos Slim

Hace más de doce años conocí a Carlos Slim, y desde entonces he sido su amigo. A los pocos meses Carlos, con el mayor tacto, nos dio una suma importante a mí, a Guillermo Tovar y de Teresa y a José Iturriaga. Carlos sabía que éramos maestros investigadores de nuestra historia, tarea siempre muy mal recompensada, y nos ayudó en nuestra labor.

Carlos entonces ya era un notable empresario y un aficionado al arte. Hicimos un viaje inolvidable a las ruinas de Palenque, Yucatán, Yaxilán y al palacio pintado de los lacandones. Pasamos momentos muy hermosos.

Carlos compró con otros socios el viejo club de golf de Cuernavaca, que estaba a punto de ser lotificado y es el único espacio verde de esa ciudad. Me admiró el cuidado de sus árboles, y sobre todo de un ahuehuete que estaba a punto de desaparecer y él cavó una pequeña laguna para salvarlo. Me decía: si en Chapultepec hicieran lo mismo, los maravillosos ahuehuetes no morirían.

A mediodía comíamos en las mesas que su mujer, Sumy, adornaba con primor. En las noches platicábamos en el salón del club donde el general Calles jugaba póker; una vez que leíamos la revista Forbes vimos que Carlos figuraba con dos o tres mil millones de dólares. Yo grité: ¡Nunca pensé ser amigo de un hombre tan rico!

La ciudad está llena de rumores y no de certidumbres. Se rumora que Carlos Slim ha hecho su fortuna en tiempos de Carlos Salinas; se rumora sobre Colosio, Ruiz Massieu, Muñoz Rocha; sobre el procurador Lozano Gracia y el momento trágico que vivimos. El rumor es muy antiguo y a veces peligroso. En los cafés se hablaba siempre del ``tapado'', de quién sería el próximo presidente o ``el destapado''.

Casi nadie sabe que Carlos nació rico. Su padre tenía un próspero negocio cercano a Palacio Nacional y en ocasiones compraba viejos caserones coloniales que valían más por su terreno que por su arquitectura. Carlos estudió la carrera de ingeniería y con su herencia construyó un edificio de varios pisos donde él vivió en un departamento con su mujer y sus hijos. Extraordinario financiero, empezó a comprar varias fábricas y negocios que él hizo prosperar.

Algunos mexicanos critican sin conocer el sistema de Teléfonos de México. La modernización de la empresa exigía el cese de muchos empleados y Carlos no despidió a nadie sino que los ejercitó a fin de enseñarles los nuevos sistemas que debían implantarse. No teme a la competencia. Están ya aquí las dos empresas de larga distancia más importantes del mundo: ATT y MCI, esta última se fusionó con la inglesa British Telecom. Operarán en las grandes ciudades, pero no se ocuparán de las aldeas y pueblos de México. En cambio Telmex ha llevado la telefonía a 22 mil poblados del país.

A Carlos no le importa la riqueza sino cómo debe ser empleada. Le disgusta hablar de lo que hace por los enfermos pobres con un grupo de médicos; de las 12 mil becas que otorga a estudiantes universitarios, 5 mil de ellas consisten en un salario mínimo mensual y una computadora con acceso a Internet. Entre otras muchas obras de beneficencia social, Slim brinda fondos y fianzas para quienes están presos --``por pobres, no por delincuentes''-- y no pueden pagar su salida de los reclusorios. Asimismo ayuda a instituciones de salud, lo mismo para investigación que para cuidados perinatales; fomenta programas de alimentación para madres de bajos recursos; apoya la capacitación de médicos, y también las actividades culturales, los museos y la producción de libros. Todo esto piensa seguir financiándolo con cerca de 120 millones de pesos anuales.