El título de la exposición de escultura de Marina Láscaris, Otra búsqueda del Grial (Galería Juan Martín) es ya un anuncio, ambiguo ciertamente, de lo que forma el conjunto de obras que presenta al público. No hay referencias que sean muy explícitas en sus piezas a la historia del Santo Grial; si acaso algunos títulos: Grial, secreto secretorum, pequeña obra de cuatro partes, u Objeto predilecto de Merlín, pieza vertical de madera de jacaranda, de un muy sutil tallado que incluye parte de la corteza, con breves y delicados cortes en sentido horizontal. Pero sí hay una remisión a zonas misteriosas, a espacios legendarios, sean éstos o no celtas o medievales o en todo caso míticos de cualquier lugar o tiempo.
Esa cretense o candiota remojada por Londres, y aterrizada en México hace más de 20 años. ha ido trabajando en el sentido de formas abstractas, pero sugestivas y tenuemente sensuales. Ha ido trabajando cada vez más en profundidad, en rigor, aprendiendo sus materiales, consiguiendo las combinaciones de unos y otros, aplicando las pátinas con cuidadosa delicadeza.
En la muestra actual es notable la presencia del bronce, ya sea en sus piezas de pequeño formato o en las de dimensiones mayores, y de la madera --granadillo o jacaranda las más de las veces--, ya sea por sí misma o asociada en modos insólitos con el metal. El bronce puede estar pulido y atraer con su brillo, o patinado en negro mate, o pulido sobre la pátina para obtener leves luces. La madera generalmente pulida, casi hasta hacerse blanda a la vista. Las piezas de uno u otro material, o de ambos combinados, llaman a la caricia visual o tactil, piden la cercanía del espectador, lo atraen aun cuando en algunos casos (Profeta o Profetisa, por ejemplo) no dejen de presentar un aspecto agresivo.
Quizá en esa calidad de sensualidad no explícita, pero sí eficaz reside su condición vagamente misteriosa, vagamente inquietante. La misma insólita unión de materiales también contribuyen a ese efecto. Una llamada, un reclamo que parece esconder en su seducción un peligro inombrable.
En algunos casos la madera está como apenas sobada pacientemente, como si hubiera estado trabajada por un elemento natural, agua, aire o tormenta de arena. En otros (Trono del rey) esa naturalidad leñosa resulta contradicha por la superposición del bronce. O bien (Cornucopia) leño y metal se hermanan sutilmente, que casi no se sabe con certeza dónde acaba uno y empieza el otro.
Bastones de mando o espadas con la punta doblada, estelas o menhires, tronos, señales diversas, profetas que parecen dioses de cultos extraños, seres extraños que no se sabe bien si convocan animales o monstruosidades geológicas, a menudo compuestos por dos o tres piezas: de un modo u otro sus objetos que participan de la atracción y del misterio, de la sensualidad y el riesgo.