Escribe Federico, a una amiga: ``Tú estabas en Biarritz, a pesar de que los insectos no me habían dicho nada. Amiga mía. Entonces no había más que un perrillo recién nacido en el cielo y un pie de lacre que se agitaba pendiente de un largo hilo de seda. En la rosa de tinta estaba mi amor, aunque tú creyeras que estaba en el casino. No me importa que el príncipe de Gales tenga miradas de recambio ni que aquella bailarina javanesa, enemiga tuya, te persiga con las tijeras para que no oigas el mar. Si tú quieres, puedes amar a las dotaciones de los barcos y enviarme fotografías de todos los dedos que han amasado tu cintura. Yo quiero que te enamores de todos los hombres, de todos los músicos de jazz. No hay nada más parecido a un saxofón que un abrazo bien dado. Amiga mía enjuta. Amiga mía de ojos oblicuos y de espalda combada. Deja tu sistema de venas en un maniquí. Entrega a los perros marinos el rojo de tus músculos. Da tu cintura a las ancas del potro y tus rodillas al tornero de espuelas, pero... ¡por Dios! ¡Que no caiga la lluvia de Biarritz en tus labios! No, no, no hagas eso. La lluvia de Biarritz es la única que no se parece al rocío y sería incorrecto por parte tuya. Si esto ocurriera me vengaría con saña ¿Lo oyes? Te regalaría trescientas pesetas con lágrimas en mi cuello. Trescientas. Amiga mía de sortija oscura y cinturón marcado. Evítame este nuevo dolor.''
Un poema en prosa, inédito en español, Coeur azul-Corazón blu de Federico García Lorca, de 1928 --reproducido por El País-- nos vuelve hablar de que el poeta granadino fue y es el gran maestro de belleza, despojando a la palabra y a la idea que representan de toda significación sensualista, al dejar a la idea y a la palabra expresar la emoción de aquella sorpresa encantadora que lo sugestionó y le permite trasportar el espíritu, a lo bello, lleno de la gracia de su prosa dramática.
Lo profundo de este escrito lo desliza conservando siempre una ansia inagotable de dolor: lo mismo su prosa poética, o toda su poesía y teatro, son juegos en los que profundiza su propia razón de ser. Juegos de vivencias y fuerte invasión sensorial que le llevan a entrar en delirios poéticos y dramatizar la vida. Raza subterránea, trágica, volcánica, de odios y amoríos; la de Federico, cuyo dolor se vuelve canto.
García Lorca se concentra y aborda una prosa desgarrada, invasora, que duele; lleno del misterio de la inmortalidad. El espíritu presente que se le esfuma y llenará de fisuras. Al fin toda vida es preludio de oblación final y sacrificio supremo.
Sacrificio que marca en García Lorca, los negros sonidos, vitales de la vida. Prosa marcada por la invención, pero al mismo tiempo por la integración rigurosa. Verso florido y hondo, verdadero motor de imágenes palpitantes. Tensa, subjetiva, trascendental, así es su escritura.
Curtido por el dolor pide a su amiga le evite un nuevo dolor. La amiga de la sortija oscura y el cinturón marcado. La de los ojos oblicuos y la espalda combada. A la que pide, de su cintura las ancas del potro, y de las rodillas el tornero de espuelas, pero a la que pide, no deje que caiga la lluvia de Biarritz, la única que no se parece al rocío. En la misma forma que antes pedía a su madre, que no saliera la luna, para no ver la sangre de Ignacio, sobre la arena.
La prosa de Federico García Lorca es guitarreo colectivo, música granadina de gitanos y sentimientos comunes. Música de una raza que no presume de dominar el dolor. Raza que canta el dolor y lo acepta y con él comunica su miedo de ``goma oscura y fina arena'', de ``llanto y de sangre'', bellamente.
García Posada, Miguel, recopilador (Babella, El País, 16/XI/96).