Olvido de la Republica
Al pretender eximirse de toda responsabilidad en torno de la trágica muerte de Luis Donaldo Colosio, Carlos Salinas de Gortari exhibió, acaso sin quererlo, la moral política que ha caracterizado al poder presidencial en México, una moral que tiene como gran fuente de sustentación la debilidad extrema de los otros poderes y la marginación de la sociedad.
En el documento que Salinas entregó ayer en Dublín, Irlanda, al fiscal especial de la Procuraduría General de la República para el caso Colosio, Luis Raúl González Pérez, se aborda sin tapujos la injustificable manera en que se mezclaron, en el proceso sucesorio pasado, el ejercicio de la Presidencia con la candidatura priísta a ese cargo: Salinas no sólo ``construyó'' la nominación de Colosio sino que le hizo a éste sugerencias de campaña -como el distanciamiento que el candidato asumió con respecto al régimen salinista en su discurso del 6 de marzo de 1994, dos semanas antes de su muerte-. Según se infiere de lo dicho por Salinas, las posiciones de Colosio eran básicamente teatro.
También es grave que, al referirse a su determinación de nombrar comisionado de paz en Chiapas a Manuel Camacho Solís, y al comentar el desempeño de éste, Salinas admita sin pudor alguno que compartió decisiones cruciales de gobierno con uno de los aspirantes presidenciales, casi siete meses antes de las elecciones de ese año.
En suma, si bien el texto de Salinas maneja elementos que intentan minimizar las sospechas expresadas sobre su persona en torno a los asesinatos políticos de hace dos años, también exhibe sin lugar a dudas la parcialidad partidaria del ex presidente en el proceso comicial de 1994, su condición de jefe real de las campañas electorales priístas, así como la verdadera condición de los líderes priístas de integrantes del equipo presidencial.
Será degradante para la vida política del país seguir soportando jactancias en temas tan deplorables como el dedazo, mientras sigue la confusión intencionada entre acción gubernamental y militancia partidaria. Por ello, este retrato de la simbiosis entre la Presidencia y el partido gubernamental debe ser visto por la opinión pública como un llamado de alerta, a pesar suyo, sobre la urgencia de una verdadera transición democrática que, de una vez por todas, desvincule al poder público de una estructura política que ha vivido a expensas del Estado y en franca rebelión contra la sociedad