El gobierno de trasmano de Carlos Salinas sigue ahondando la crisis de México, pero la burocracia gobernante no parece preocuparse más que de su propia supervivencia.
1. Las políticas neoliberales que se han aplicado en México a partir de 1982 han tendido a desmantelar al Estado posrevolucionario pero han impactado también al viejo sistema político al que buscaron subordinar a las necesidades de las multinacionales, y la consecuencia de ello es que el país se halla en un caos institucional: el viejo sistema consensual ya no opera, y tampoco se ha edificado un Estado de derecho.
2. Y lo más grave es que esto no parece preocupar a quienes supuestamente gobiernan al país.
3. Los salinistas (y Ernesto Zedillo entre ellos) encontraron en el ``discurso sobre la transición'' una forma de legitimarse, pero la realidad de las cosas es que México sigue teniendo uno de los regímenes más autoritarios y antinacionales de su Historia, el cual sólo sobrevive por la corrupción e impunidad.
4. El sistema mexicano se ha reformulado en los años de la tecnocracia, pero no ha alcanzado el que fue desde un principio el objetivo de los tecnócratas: transitar de una forma de gobierno autoritario fundado en un solo Partido, a un autoritarismo ``consensado'' con las cúpulas de los partidos. La ``reforma política definitiva'' de Zedillo (y de Salinas) fracasó por esa razón, pues no logró su objetivo, que no era como muchos suponen obtener una mejor legislación, sino alcanzar el consenso de los partidos en esa ``reforma'', cualquiera que fuese su contenido, para permitirle al gobierno una campaña de propaganda en el exterior en torno al (supuesto) clima político favorable a las inversiones.
5. Los acontecimientos con los que culmina el segundo año de gobierno ``de Zedillo'' confirman de tal suerte que la debacle en la economía está profundamente vinculada al desastre político. La contrarreforma electoral, las imposiciones fraudulentas en Edomex, la simulación de que se investiga el caso Colosio, la campaña para exonerar a Cordoba y a Salinas son nuevos motivos de agravio para los mexicanos y no hacen más que ahondar el abismo existente entre la clase política y la sociedad civil.
6. Los mecanismos del poder siguen en tanto deteriorándose. La muerte del PRI, por ejemplo, fue decidida por el Banco Mundial y el FMI no por ser un organismo oficial que constituye un obstáculo para la democracia, sino por las tesis nacionalistas que sostiene y por ser un pilar de un régimen que se sustentó en la intervención estatal en la economía: por no ser partido funcional al monetarismo, aunque muchos de sus miembros se esfuercen en serlo.
7. La evidencia más palmaria de que el grupo salinista sólo busca un mayor deterioro de la situación del país a fin de hacer prevalecer sus intereses políticos (y económicos), está en el hecho de que se opone a la reconversión del PRI en un partido democrático pero no tiene tampoco un proyecto político alternativo al priísta. Zedillo da la impresión a sus propios correligionarios de que le da igual que sea el PRI o el PAN el que triunfe en cualquier elección.
8. Lo que está pasando en México no debería por lo tanto extrañar a nadie. Los tecnócratas no son ciertamente ``hombres de Estado'' con un amor a la patria y una visión de los problemas de los mexicanos, sino simples peones de brega del proyecto trasnacional. Zedillo no es un político de visión que actúe en función de los intereses nacionales, sino un econometrista limitado cultural y políticamente que ha asumido gozoso el papel que se le impuso de fungir formalmente como un presidente sin atribuciones plenas, que debe cuidar los intereses de las multinacionales y del salinismo (que son los mismos), y que por lo mismo disfruta su subordinación a Carlos Salinas a través de Joseph-Marie Cordoba, desresponsabilizándose de muchas de sus obligaciones, entre ellas el manejo de la política interna.
9. Ernesto Zedillo ha llamado la atención en su viaje al Pacífico, no sólo por la imagen irreal que se esforzó en dar de la economía y del sistema mexicano, sino también porque en vez de presentarse como el Jefe de Estado de un país soberano dispuesto a entablar diálogos dignos con sus homólogos orientales, lo hizo en el papel de un personero de los organismos financieros internacionales que ofrece en venta lo que queda de las empresas públicas de México para intentar impedir el naufragio financiero que se avecina, y todo ello en nombre de un proyecto trasnacional.
10. El gobierno no entiende las dimensiones de lo que acontece, y el cambio sigue en tanto gestándose de abajo hacia arriba. La sociedad civil no da signos de estar dispuesta a seguir limitada al papel de resistir y parece estar tomando la iniciativa.