En todo el mundo existe una tendencia hacia el alargamiento de la jornada de trabajo, suprimiendo las horas extraordinarias y considerándolas una simple continuación de las normales. También- desde Europa hasta Argentina o Bolivia- se difunde la liquidación del sistema de jubilaciones y pensiones para imponer un seguro privado y, por supuesto, la postergación de la edad para jubilarse que, en el caso de los hombres, tiende a pasar de los 60 años a los 65.
Pues bien, los camioneros franceses acaban de imponer una contratendencia con 12 días de bloqueos de las rutas: en vez de tener que resignarse a un aumento de la edad jubilatoria han logrado disminuirla a 55 años, y en lugar de prolongar su jornada de trabajo han obtenido que se les pague el tiempo de carga y descarga, los accidentes y los descansos como parte de las horas extraordinarias. Más salarios directos e indirectos y menos horas de trabajo son medidas que defienden el mercado interno (al elevar el poder adquisitivo de esos trabajadores) y sostienen además la ocupación (pues, para dar pleno rendimiento a los camiones, se deberán contratar más conductores). Los franceses, nuevamente, marcan el ritmo a los demás trabajadores europeos pues este precedente sin duda será imitado.
Es evidente que la mundialización de la economía convierte a las comunicaciones en el punto más débil del control sobre los trabajadores. El nuevo sistema industrial reduce en efecto los almacenes y obliga a trabajar con escasísimas reservas, para ahorrar, respondiendo a la demanda personalizada de los clientes. Si una huelga en la fábrica no afecta demasiado a una transnacional, ésta no se puede permitir la interrupción del flujo de sus mercancías. De modo que el cierre de las carreteras o de los ferrocariles, puertos, canales, o la suspensión de las comunicaciones electrónicas por un lado paralizan la producción mediante un ``efecto dominó'' que va desde las fábricas hasta la comercialización y desde las refinerías hasta las gasolineras y, por el otro, puesto que la economía está también mundializada y todos trabajan con partes y componentes producidos en otras partes, paraliza no sólo un país sino sucesivamente a todos los clientes y proveedores de éste. Una lucha política local obtiene así repercusiones continentales, mundiales, y puede llegar a vencer en sólo pocos días si el sector es suficientemente estratégico y si sus medidas son radicales al extremo de obligar a ceder al gobierno, por más derechista que éste sea, pues los gobiernos asociados, que no quieren, de ningún modo, ``comprarse el caos'' lo exhortarán a buscar un arreglo, como comprobó el gabinete francés.
Es muy probable que este triunfo de los camioneros franceses, debido precisamente a la vulnerabilidad económica y política de las ramas económicas principales como resultado de la mundialización, aliente la adquisición de una conciencia también globalizada, internacionalizada, pues la victoria es contagiosa y estimulante. El trabajo, hasta ahora apaleado en Europa y en todos los continentes, se está recuperando y movilizando y, como se sabe, un cambio en la moral es también un cambio en la relación de fuerzas.