La Jornada 30 de noviembre de 1996

La música es como una familia y el blues no siempre es triste

Jordi Soler
B.B. King, el rey del blues

El manager hizo una señal para que abordara ese camión que le sirve al rey del blues de camerino y de sala para recibir a sus invitados, a pesar de que el teatro Landmark, el sitio en donde tocaría media hora después, tiene unos camerinos históricos y bellísimos construidos en 1925. Abordé el camión agradecido de abandonar los menos diez grados de temperatura que sitiaban a la ciudad de Syracuse. Al fondo estaba Mr. King, bien dispuesto a responder nuestras preguntas.

(Fundamentado en los datos que aparecen en la enciclopedia Rock, movers and shakers, publicada por Billboard Books en 1991, le hice la primera pregunta, que además de arrojar una respuesta, nos regaló una disyuntiva: o esta historia es una invención de algún historiador o B.B. King tiene una pésima memoria).

--Cuando mataron a Martin Luther King, Buddy Guy, Jimi Hendrix y usted se pusieron a tocar blues toda la noche en un bar de Nueva York, y luego pasaron un sombrero para hacer una colecta. ¿Puede decirme algo de aquella noche?

--Sí, la recuerdo y me hubiera gustado tocar con esas personas que dices. Pero la persona que estuvo conmigo aquella vez fue una jovencita. ¿Cómo se llamaba?, tenía una banda que denominada Big Brother and the Holding Company...

--¡Janis Joplin!

--Exactamente, éramos Janis Joplin y yo, tocamos en Nueva York la noche en que Luther King fue asesinado; fue una ocasión triste, tocábamos con la esperanza de sentirnos mejor.

--Aunque usted toca blues, que es una música especializada, se ha preocupado siempre por asociarse con músicos de rock, como en el caso de When love comes to town que grabó con U2.

--Siempre he pensado que la música es como una familia (y en este punto Mr. King entrelaza esos dedos monumentales que inexplicablemente son capaces de tocar al detalle una sola cuerda sin pisar la de junto), como la gente: tú puedes ser de México o de Estados Unidos, o de Europa, o de Australia, o de donde sea, y todos somos personas. Con la música pasa lo mismo; así sea rock, flamenco, blues, todo sigue siendo música, como una familia. Una vez que estaba en Irlanda le pregunté a Bono, de U2: ¿escribirías una canción para mí? y él dijo sí, y la hizo. Un año después, quizá dos, él venía a Estados Unidos, iba a tocar en Fort Worth, Texas y le preguntó a mi manager que si yo podía viajar allá para verlo y para abrir su show. Le dije que sí. Cuando llegué pensé que nada más había compuesto una canción para mí, pero él la había escrito para los dos, para que la cantáramos juntos. Yo estaba un poco nervioso, porque no soy muy bueno tocando acordes en la guitarra, pero de acuerdo con los periódicos de Fort Worth, cuando cantamos juntos, 40 mil personas se pusieron de pie, les gustó y ese fue el principio de mi asociación con U2.

--La escena del blues de sus primeros años no se parecía a la escena contemporánea. ¿Cuál creé que sea la diferencia?

--Hoy tenemos más temas para cantar que entonces. Yo crecí en el sur, en una plantación y no sabía más que de ésta y de sus alrededores. Después me mudé a la ciudad, entonces, además de la plantación, también supe cosas de la ciudad. Hoy viajo por el mundo, me siento feliz; cuando algo está mal, en cualquier parte, me siento triste; porque conozco personas de todo el mundo, esa es la diferencia. La gente joven hoy sabe más, están mejor comunicados que yo cuando era joven; y tus hijos tendrán mejor comunicación que tú, sabrán más de las personas. El mundo hoy no es tan grande como solía ser; porque si algo pasa en México, en 30 minutos ya me enteré, o alguien de mi gente ya se enteró. Algo pasa en Europa o en Africa, en cualquier parte, en una hora ya nos enteramos... El blues ya no trata siempre acerca de la tristeza, muchas personas piensan esto porque es una música que empezó con los esclavos, en varias partes de Estados Unidos. Pero hay otro enfoque que es el lado feliz del blues; hay muchos estilos de blues, es como la gente, dentro de EU puedes encontrarte al más blanco y al más negro, pero lo que cuenta es todo eso que está en medio, es la misma cosa con la música de hoy, es más diversa.

--¿Y las influencias de su música?

--¿Los músicos que me han influenciado?

--Sí.

--Demasiados, no tenemos tiempo suficiente ja, ja. (Mr. King aprovecha la pausa para pegarle dos tragos a su Diet coke).

--Su primo Bukka White, por ejemplo (aquí aplicamos nuevamente un dato fallido de enciclopedia, lo que debe conocerse como un petardo histórico).

--El no influyó en mí como músico, sino como persona; si yo hubiera tocado slide entonces sí me hubiera influido, pero nunca lo hice; siempre me gustó como persona, fue un gran hombre, siempre tenía una buena historia para hacer reír. Pero mis ídolos de la música fueron algunos guitarristas acústicos: el primero, Lonnie Johnson, no Robert Johnson, no vayas a confundirte; Robert fue un gran guitarrista, pero nunca influyó en mí. Otro de Texas, un hombre ciego de nombre Lemon Jefferson, pero todo mundo le decía Blind Lemon. En 1943 hice el servicio militar con uno de mis amigos, quien tiempo después cruzó el mar y se encontró a este señor de aquí (y señala con su dedo monumental un disco compacto que reposa encima de su escritorio, junto a una penca de plátanos), Django Reinhardt. Cuando mi amigo regresó, me trajo todos sus discos. ¡Oh Django!, me enamoré de él, es un músico de jazz, me encanta cómo toca. Después oí a otro tipo, un tejano llamado T. Bone Walker, éste tocaba blues en guitarra eléctrica, yo nunca había oído eso, aquel sonido era lo más dulce que podía haber en el paraíso... Pero hay muchos otros cantantes, guitarristas o que tocan otros instrumentos, que me ha influenciado mira (y enseña un morralito de cuero desbordado por decenas de casets) aquí cargo a mis músicos favoritos.

--Usted es un músico preocupado por los derechos humanos, con una conciencia social notable. ¿Cree que la música sirva para aliviar la injusticia?

--Sí, sí. Por supuesto. Cuando tocas música desde el corazón la gente te escucha, porque ellos no creen que vas a invitarlos a un partido político; ellos vienen a oírte, porque es agradable para sus oídos y los hace sentir mejor. Cuando los músicos se reúnen a hacer música, vienen los políticos y los que no son políticos, los predicadores y los que no son predicadores, la gente viene, los niños bailan y se ríen, es divertido, para eso es la música. La gente no viene porque piense que eres un líder político o espiritual, sólo quieren oír tu música. Hay gente que hace música política, yo no tengo nada en contra, pero a veces se meten en problemas con la gente que no cree en lo que están cantando. A todo mundo le gusta algún tipo de música, nunca he conocido a alguien que no le guste cuando menos un tipo de música.

--Me puede contar la historia de Lucille (así se llama la guitarra de Mr. King).

--Yo solía tocar en un lugar de Arkansas, en un pequeño pueblo de nombre Twist, te dobleu i ese te, así se escribe. A los que no estén familiarizados con este pueblo puedo decirles que está como a 45 millas al noroeste de Memphis, donde yo vivía. Durante el invierno hace mucho frío en Twist; para combatirlo usaban un bote lleno de queroseno encendido que funcionaba como calefacción; lo colocaban en medio de la pista de baile y la gente bailaba a su alrededor. Una noche dos tipos empezaron a pelearse, uno de ellos cayó encima del bote y el queroseno encendido se derramó por el suelo, parecía un río de fuego. Todos corrieron hacia la puerta, incluido B.B. King. Cuando estaba afuera advertí que había dejado mi guitarra adentro, así que regresé para rescatarla, el fuego se había expandido y la casa se derrumbaba a pedazos. Casi pierdo la vida en el rescate de mi guitarra. Al día siguiente nos enteramos de que los dos tipos se habían peleado por una mujer, nunca la conocí, pero supe que su nombre era Lucille, así que para recordar que nunca debo hacer otra locura como aquella, le puso Lucille a mi guitarra.

--¿Le parece que los Grammys y demás premios son importantes?

--Sí. Toma en cuenta que yo no terminé ni la secundaria y de pronto recibo un grado honorario de Yale, y otro de la Escuela de Música de Berkley; tengo cinco grados honorarios de diferentes universidades de Estados Unidos, sumados a los demás premios. Me siento muy honrado y muy feliz; son muy generosos con mi persona.

El manager entró para avisarle a Mr. King que su concierto estaba a punto de comenzar, no obstante como hubiera hecho cualquier rey que se respete, ordenó que antes dejaran pasar a las mujeres que hacían cola para saludarlo. Tres negras desbordaditas de la cintura, pero con el aura de las que fueron muy famosas, treparon a los aposentos del rey. El manager, como ocurre en los palacios, sonó el báculo contra el suelo y, frente a mi cara de sorpresa, anunció: ``The Supremes, Mr. King''

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