Miguel Covián Pérez
Pregungas ingenuas

El documento de Dublín o sea el que Carlos Salinas de Gortari entregó al subprocurador especial como parte principal de su testimonio sobre el caso Colosio, carece de relevancia jurídica, aunque quizás podría tener algún interés para el psicoanálisis de su autor, como nos hizo ver con su ingenioso y penetrante enfoque, el artículo de Carlos Monsiváis publicado ayer.

Me parece que fue Toynbee quien aseveró que los documentos escritos son los testimonios históricos menos dignos de crédito, pues nadie miente con más facilidad como cuando tiene la pluma en la mano, De ahí que la comparecencia del ex presidente ante el representante del Ministerio Público tenga, hasta ahora, todos los visos de una farsa, pues se ha mantenido un hermético silencio acerca del contenido de las preguntas que se le formularon (trescientas, según se dice, lo que también parece una tomadura de pelo) ni se ha dado a conocer una sola de las respuestas del peculiar testigo, ostensiblemente privilegiado y sobreprotegido.

Si la Procuraduría General de la República (PGR) hubiese tenido el genuino propósito de que la diligencia practicada en nuestra sede diplomática, fuese una fuente de información o, por lo menos, de nuevos indicios que condujeran a depurar y reactivar una investigación (¿deliberadamente?) empantanada, debió tramitar previamente las necesarias autorizaciones para videograbar la sesión de preguntas y respuestas de principio a fin y para analizarla posteriormente mediante las técnicas modernas de la kinesis, mediante las cuales se hace la evaluación de las reacciones gestuales y corpóreas del interrogado, así como los cambios en las inflexiones de su voz. Ni un mentiroso consumado, como sería el caso, deja de mostrar titubeos y sobresaltos, cuando es sometido a una prueba testimonial preparada por expertos. Reconozco que es mucho pedir, pues de haberse procedido así, casi seguramente quien habría incurrido en mayores vacilaciones y perplejidades habría sido el bisoño subprocurador.

Pero ya que de fantasear se trata, dejemos libre a la imaginación y ensayemos algunas preguntas impertinentes y sus nítidas y puntuales respuestas:

P. ¿Quién le comunicó la noticia del atentado contra Colosio y cuáles fueron sus palabras?

R. No recuerdo, ha pasado demasiado tiempo.

P. ¿Tampoco recuerda si le dijo que Colosio estaba muerto o sólo que estaba mal herido?

R. El informe fue que le habían disparado a la cabeza y que lo conducían a un hospital. Dispuse que un especialista se trasladara a Tijuana. Hubiera sido políticamente imperdonable no hacerlo.

P. ¿Supo usted desde ese momento que el presunto autor material estaba detenido? ¿Qué órdenes dictó al respecto?

R. Que el procurador de la República también viajara a Tijuana para impedir intromisiones y hacerse cargo de la situación.

P. ¿Ya había usted decidido que se ejerciera la facultad de atracción, para que la investigación quedara en manos de las autoridades federales? ¿Sabía usted si existían bases legales para disputar la jurisdicción al gobierno panista de Baja California? ¿Le habían informado acerca del tipo de arma empleada? ¿Tomó la decisión por sí mismo, sin consultar con alguno de sus colaboradores?

R. Cuando di instrucciones al procurador ya conocíamos ese dato y él me indicó la posibilidad de reclamar la jurisdicción federal.

P. ¿Por qué consideró usted que era necesario que su gobierno y no el de Baja California tuviera el control de la investigación?

R. Porque sólo la PGR tenía los medios para evitar desviaciones imprevistas en el curso de la investigación.

P. Toda vez que la PGR ya logró establecer la verdad legal y que fracasaran todos los intentos de desviación, ¿considera usted que el expediente debe cerrase, como caso concluido?

R. El expediente debe mantenerse abierto hasta que la opinión pública quede absolutamente convencida de que es inútil seguir investigando.

P. ¿Piensa usted que la hipótesis del asesino solitario fue la mejor para no involucrar a CSG (perdón) para no dañar a la Nación?

R. Me acojo a la Quinta Enmienda. No responderé, porque temo incriminarme.