Antonio Gershenson
La inversión petrolera en 1997

En el programa de inversión de Pemex para 1997 hay avances y limitaciones. Los que en el pasado bienio hemos señalado críticamente el parcial congelamiento de las nuevas inversiones petroleras, no podemos dejar de reconocer el que éstas se reanuden en una mayor escala, especialmente cuando no se limitan a sacar más petróleo crudo sino también a su transformación industrial, y a una mayor producción de gas natural. Al mismo tiempo, hay limitaciones, incluso si este programa de inversión se cumple a plenitud, que también deben ser analizadas.

Ya había inversiones menores, en plantas dentro de las refinerías. Sobre todo se trataba, y no deja de ser la meta principal, de mejorar la calidad de las gasolinas. No es una meta desdeñable, pero si como país petrolero hemos importado cantidades, crecientes hasta 1994, de refinados, el aumento del volumen de su producción en México es también una meta importante.

Las plantas que se inician en 1997, según el programa, atacan el problema inmediato. Son, ante todo, plantas que mejoran la refinación, y que sacan, por ejemplo, no sólo mejor sino más gasolina de cada barril de petróleo. Esto, junto con un modesto aumento en el volumen de crudo procesable, permitiría que el año próximo queden aproximadamente balanceadas las compras y ventas de refinados al exterior.

En este terreno, la limitación está en el hecho de que no se anticipen plazos mayores. La creciente demanda de productos refinados hará que en pocos años volvamos a depender de importaciones crecientes. Y la construcción de lo que se llama un nuevo tren de refinación, que aumente en mayores proporciones la producción además de incorporar a plenitud las nuevas tecnologías, se tardaría cerca de tres años. Es muy difícil en México que se inicie un proyecto grande en un sexenio para terminarse en el siguiente. Por lo mismo, si este nuevo tren no se inicia pronto, eso ya no sucedería sino hasta el próximo sexenio. Entonces, podríamos esperar la conclusión de esta obra hasta el año 2004. Antes de eso podemos tener problemas de insuficiencia en la producción en los términos que ya dijimos.

Otro punto importante es el de la producción de gas. Como varios habíamos propuesto con insistencia, se está desarrollando, además del gas que sale junto con el petróleo, la producción de gas no asociado en la Cuenca de Burgos, entre Nuevo León y Tamaulipas. Con esto y en lo inmediato, también aquí tendríamos un equilibrio aproximado entre importaciones y exportaciones de gas natural. Aquí la limitación que vemos es del alcance geográfico de nuestro gas natural.

La región del Pacífico Norte es la de mayor crecimiento en la demanda de energía en todo el país. Ahí no llega gas producido en México. No cuestionamos el hecho de que se compre gas procedente de Estados Unidos, sino el hecho de que ésa sea la única opción, pues eso implica dependencia. El gas natural irá, como sucede cuando empieza a estar disponible en una ciudad o región, desplazando a otros combustibles: tiene sobre ellos ventajas de precio, de menor mantenimiento, de mayor eficiencia en procesos industriales, de menores niveles de contaminación. Lo menos que podemos hacer es llevar, también, gas mexicano, gas de Pemex, a esa región del país. Esto tiene dos posibles caminos.

Uno es la extensión hasta allá de la red de gasoductos. Si esto se deja al criterio comercial, que es de corto plazo, los inversionistas preferirán seguir trayendo el gas de Estados Unidos, porque las distancias son menores. Sólo un desarrollo basado en consideraciones estratégicas lleva a extender la red existente de gasoductos de Pemex.

El otro camino es reanudar el desarrollo de la cuenca gasera del norte del Golfo de California. Este desarrollo fue interrumpido, pese a los buenos resultados iniciales, cuando se decidió concentrar todas las plataformas de perforación marina en la Sonda de Campeche, donde darían un mejor rendimiento inmediato. Sin embargo, la Agencia Internacional de Energía cataloga esa zona dentro de nuestras reservas útiles. Esta reanudación de los trabajos precisamente en la zona de nuestro país que depende exclusivamente de importar gas desde Estados Unidos, responde a consideraciones de seguridad de abasto de energía, o seguridad energética si queremos usar el término empleado en ocasiones por la Dirección de Pemex.