La Jornada 1 de diciembre de 1996

Luis González Souza
Causa mexicana

O hay mucha ceguera. O somos demasiado inconsecuentes. O de plano tienen razón quienes afirman que el nacionalismo mexicano ya desapareció y, por tanto, no queda sino adecuarse al cada quien para su santo. El hecho es que México está despedazándose y, sin embargo, no hacemos mucho para evitarlo.

En el mejor de los casos, exhibimos mucha incapacidad para hacer de México un país acorde con sus enormes riquezas y con la nueva época que vive la humanidad. Esa incapacidad, si somos objetivos, puede advertirse en casi todo lo que se nos ocurra, incluyendo la reaparición de los ``ratoncitos verdes'' en el estadio Azteca.

En lugar de avanzar hacia su industrialización cabal, México tiende a consolidarse como una economia-sótano al servicio de la economía estadunidense. En lugar de revitalizar sus raíces, la cultura mexicana se desdibuja ante los embates de la norteamericanización (en la última convención del PAN predominaron más los globos y los discursos a la americana, que el espíritu de Gómez Morín). En lugar de reivindicar a los primeros mexicanos --los pueblos indios-- crece el racismo ahora al punto de provocar su insurrección (EZLN). Y en lugar de resolverla creativamente, se profundizan las fuentes de más insurrecciones (EPR, ERIP). En vez de prolongar nuestra presumida paz social, crecen los ruidos del militarismo. En vez de seguridad nacional, avanza la inseguridad binacional. En fin, en lugar de reintegrarse él mismo sobre los pilares de la democracia y la soberanía, México se desintegra al tiempo que sus pedazos (regiones, grupos, enclaves) más modernos se integran a EU.

Y, ¿por qué se despedaza una nación con tanta riqueza, en primer lugar humana, cultural? Por muchas razones, pero después de todo: por falta de democracia. Si antes ésta pudo compensarse con diversas cosas (crecimiento sostenido, movilidad social y política, bienestar más generalizado), es claro que hoy la falta de democracia opera igual que la ausencia de neuronas en un cerebro. Así, sin más participación de más mexicanas y mexicanos en la conducción de México, el resultado no puede ser sino el desastre.

Aquí aparece el colmo de nuestras calamidades modernas. En vez de abrir espacios a la participación de la sociedad, la última reforma electoral los cierra. De manera directa, dejando fuera de la legislación a los mecanismos de decisiones mayoritarias por excelencia: iniciativa popular, referéndum, plebiscito. Y de manera indirecta, pidiendo las perlas de la virgen a quienes intentaran crear nuevas agrupaciones políticas, exigiendo, entre muchos otros trámites, la recaudación de 7 mil firmas, sólo de personas con credencial de elector; y, a más tardar, para el próximo 15 de diciembre. Obviamente, no hay mucho interés en deshacer el monopolio de la política, sin importar que así ésta no pueda sino pervertirse más y más.

Pese a la nueva y más enmarañada carrera de obstáculos contra la participación de la sociedad, es bueno, muy bueno, saber que ya hay mexicanas y mexicanos dispuestos a correrla. Al menos es el caso de la naciente agrupación Causa Ciudadana (Por el México que Queremos), cuya constitución formal se realiza precisamente hoy sábado 30 de noviembre. Su empeño en contribuir a una nueva cultura política comienza al abrir ese acto constitutivo a la participación de todo ciudadano genuinamente preocupado por México (la cita es a las 10 horas, en el Instituto de Estudios de la Revolución Mexicana, a un costado del Centro Cultural San Angel).

Si su nombre es Causa Ciudadana, su apodo bien podría ser el de Causa Mexicana. Nos consta, porque participamos en ella, que lo primero que unifica en esta agrupación a una diversidad de mexicanos y mexicanas, es evitar que México se despedace. Y enseguida la decisión de forjar, con el concurso de todos --incluyendo a militantes de partidos y a gente del propio gobierno-- un proyecto que permita mejorar a México, tal cual lo merece.

Ojalá pronto se multipliquen este tipo de organizaciones. Nadie duda de la importancia de los partidos. Pero es obvio que los retos actuales de México exigen la organización y lucha de muchos otros. Por una u otra razón, los partidos sólo aglutinan a una parte de la sociedad. Y hoy la causa mexicana necesita convertirse en una verdadera cruzada, amplia y pujante. Ello si queremos seguir siendo México.