La Jornada 1 de diciembre de 1996

Al iniciar 94, CSG sirvió a la corte de Córdoba, no a México: Enrique Márquez El ataque al ex regente disfraza el fracaso en hallar la verdad, dice su ex asesor

Ismael Romero Si en algo se equivocó Carlos Salinas de Gortari, no fue en haber dado a Manuel Camacho Solís la responsabilidad como comisionado para la paz en Chiapas, sino en el manejo que él y José Córdoba Montoya le dieron al conflicto armado, los días posteriores a la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en enero de 1994, sostiene Enrique Márquez.

Asesor de Camacho Solís desde 1981, Márquez habla en un restaurante de Polanco sobre el testimonio escrito que el ex presidente entregó en Dublín al fiscal especial Raúl González Pérez, y en el que Salinas concluye que se equivocó en enviar a su entonces secretario de Relaciones Exteriores a negociar la paz con los zapatistas.


Enrique Márquez, autor del libro Por qué
perdió Camacho?.
Foto: Ana Isabel Patiño.

Márquez, autor del libro ¿Por qué perdió Camacho?, subraya que tan se equivocó Salinas en el manejo del conflicto, en los primeros días de su estallamiento, que la opinión pública, nacional e internacional, ejerció presión para que el gobierno abriera la vía de la conciliación política.

``Salinas sí se equivocó, pero ante el conflicto en Chiapas, porque en los primeros días no asumió la defensa de los intereses de México, sino los de la corte política encabezada por José Córdoba Montoya. El Presidente mostró más interés en defender su prestigio personal y el de su gobierno, que el interés del Estado mexicano'', afirma y agrega: ``Cuando Salinas se refiere a lo que no funcionó, reconoce que en lo que se equivocó, junto con Córdoba, fue en la estrategia del primero de enero para enfrentar al EZLN. No se asumió (Salinas) como jefe de Estado, sino como jefe de una facción'', opina.

--El ex presidente habla de la ``ambigüedad'' de Manuel Camacho. ¿Alentó éste, en su fuero interno, y entre ustedes, sus colaboradores, la posibilidad de ser candidato a la Presidencia desde su posición como comisionado para la paz?

-Carlos Salinas -responde Márquez- maneja el concepto de ambigüedad. Pero es importante que la opinión pública recupere el sentido político de estos términos. Yo lo menciono para restituir la memoria política de la opinión pública.

``En un principio se atacó a Camacho con el calificativo de populista. Fue una guerra que la corte lanzó dentro y fuera del país.

``Después se habló del berrinche (a los siguientes días de que se postuló a Colosio como candidato), con lo cual se buscó ocultar una verdad que había estado presente durante todo el sexenio: las dos concepciones diferentes sobre la conducción del país: la de Córdoba y los intereses representados por él, que privilegiaron la liberalización, el proceso de desincorporación, la globalización, el TLC y la reforma económica (pervertida por la corrupción); y la de la apertura del sistema político a una reforma política.

``Usar el berrinche para atacar a Camacho permitía ocultar la verdad sobre las diferencias en la conducción política de futuro para México.

``Luego se maneja el protagonismo, Camacho y los reflectores. En su declaración, Carlos Salinas revela que sí existe esta campaña en contra de Camacho. El menciona un concepto utilizado por Córdoba, la campaña contra la campaña. Y luego agrega lo de la ambigüedad y el creador del clima.

``Como la justicia no acierta para llegar a la verdad del caso Colosio, entonces es mejor hablar de que alguien crea un clima, estableciendo una especie de responsabilidad moral que, en todo caso, sólo la tienen el autor intelectual y el autor material del crimen.

``Con lo del creador del clima, se eluden responsabilidades. Y Salinas hace suyo este término que ha sido clave en la guerra en contra de Camacho''.

Las manos de Enrique Márquez descansan sobre una copia de su libro ¿Por qué perdió Camacho?, y remite a éste al reportero cuando se hilan hechos públicamente conocidos. Pero saca algunos de ellos cuando ahonda sobre la ambigüedad con la que, según Salinas, actuó el ex comisionado para la paz.

``Se trata de un calificativo -dice- que se sembró para Camacho entre la opinión pública.

``En aquellos días de 1994 -explica- el comisionado requería de una presencia fuerte, tanto pública como política, porque de lo contrario no iba a haber manera de que la guerrilla se sentara a dialogar. Sin eso, el EZLN no hubiera mostrado disposición al diálogo.

``La posición de Camacho -continúa- fue difícil en esos momentos, porque tenía que mantener los equilibrios para llegar a un acuerdo con el EZLN, cuidando al mismo tiempo el desarrollo de las campañas electorales y el buen fin de las elecciones.

``De esta suerte -señala- Camacho tuvo que retrasar la famosa definición que se le pidió, porque si no lo hubiera hecho así, habría puesto en riesgo los acuerdos con el EZLN.

``La máquina y los sectores duros del PRI querían esa definición y presionaron. Pero si se hubiera dado en ese momento, se hubiera roto toda posibilidad de acuerdo con los zapatistas y puesto en duda el desenlace de los comicios de agosto de 1994''.

Más que de ambigüedad, considera después Márquez, habría que hablar de los ``difíciles equilibrios'' que tuvo que cuidar Camacho frente al EZLN, los partidos políticos, los candidatos a la Presidencia y la sociedad.

Asegura que tan acertada y responsable fue la estrategia de Camacho, entre enero y junio de 1994, que el 22 de marzo -``y este es un dato que se olvida y que no está presente en la declaración de Salinas''- Luis Donaldo Colosio hizo un reconocimiento al trabajo de Camacho, como comisionado, y habló de que juntos iban a avanzar en el sentido en que marchara la sociedad, es decir, hacia una apertura del sistema político.

``¿Por qué pudo Luis Donaldo Colosio referirse ese 22 de marzo en esos términos, además de los elogios? ¿Por qué lo hizo?'', se pregunta Márquez, y sostiene que ese es un dato político de la mayor importancia.

-Sin embargo, de la lectura de su libro, sí se observa a un Manuel Camacho dubitativo.

-Hay en la opinión pública una corriente que ve con simpatía a Camacho. Eso es innegable. Si había gente y grupos que pensaban en él como una opción, fue algo que estaba en la opinión pública de ese momento.

``Pero también eso formaba parte de la campaña en contra de Camacho, emprendida por la máquina política de intereses, que no entendía el trabajo del comisionado. La aspiración de él era cumplir con la encomienda y luego retirarse. Si él hubiera aspirado a avanzar en una candidatura independiente, el momento de Chiapas no era el más conveniente''.

Márquez afirma que Camacho tuvo dos opciones para haber tomado esa decisión: el 26 de noviembre de 1993, cuando compareció en la Cámara de Diputados (``y sí se pensó en esa posibilidad, porque, independientemente de la figura de Colosio, se estaban imponiendo los intereses contrarios a la sociedad y al Estado); y la noche del destape.

Camacho, dice, no tomó esa decisión. Siguió en el gobierno, para no perturbar el inicio de la campaña de Colosio. Después, el aparato, con toda su capacidad de manejo de opinión pública, ha distorsionado la realidad y lo ha hecho para presentarlo como un berrinchudo, un protagónico, un creador de climas, el ambigüo, porque es un peligro reconocer en él a un político que, a pesar de la derrota, mantiene su compromiso con el Estado y con la mejor política del país.

Eso, subraya, explica que Camacho siga presente, a diferencia de quienes están del lado de los intereses, que lo único que han demostrado es gran capacidad para pervertir la reforma económica.

Mientras Camacho puede caminar tranquilo por la calle, algunos de sus rivales tienen a Almoloya como su horizonte, concluye