La Jornada Semanal, 1o. de diciembre de 1996
David Donnell
(1939)
Alfred Jarry conoce a Emily Dickinson
En un principio no supo muy bien qué pensar de ella,
una chica americana tan recatada con moño y la boca llena de dientes.
Pero asistió a una lectura suya en el Boston Legion Hall, lugar en que ella daba la impresión de sólo conocer a gente más allá de los cincuenta
Gente que aprecia a aquel que envuelto en sábanas llega a la madrugada y se va, dejando un reguero de poemas bajo los árboles
Emily leyó un poema sobre la aflicción, otro sobre
una boda y una imagen encantadora de un coche tirado por caballos. Más tarde leyó el poema sobre la mosca
Alfred que estaba sentado a la mitad de la primera fila, llevaba puesto su hediondo traje negro y las gastadas botas, como siempre
Se reía a carcajadas. Soltó una mosca en el aire.
Emily se agarró del corpiño, desplomóse y murió.
El público estaba horrorizado.
La mosca zumbaba en el aire.
Jarry reía. Atrapó la mosca, la mató y se la comió.
Salió con una gran sonrisa, sacudiendo con la mano su traje inmundo.
Estos americanos, le comentó al portero, tienen dinero, tienen un gran país y son bien parecidos; pero cómo esperan encontrarse con los
Ángeles? No aprecian ni el arte ni las sorpresas oscuras.
Traducción: Beatriz Zeller
(1947)
Estamos en un tren encallado en el desierto central.
Desde hace mucho tiempo las vías se oxidaron y disiparon.
No hay ninguna senda ahora a través de la arena azul
y ningún animal ha pasado, ninguna hierba ha cabeceado aquí
desde las tres de la mañana, cuando la última humedad
fue absorbida por la luna.
Somos herederos de mil millones de años de desecación,
de una atmósfera de fuego que los hombres desearon
pero amaron cuando llegó.
Lloramos, y nuestras lágrimas silban y desaparecen,
y en una casa semidestruida cuyas paredes caídas
muestran tablas ignominiosas y la cubierta salpicada de vino,
una tempestad de aguanieve se enfurece.
El astrónomo vuelve a borrar sus números.
Aquí en este tren el coche-restaurante se encuentra exhausto,
y jugamos al faraón mientras las dunas crecen hasta cubrir las
ventanas.
Las olas de la tierra se están cerrando sobre nosotros.
Descendemos al fondo de un pozo no excavado
y algún día un hombre con un báculo señalará
desde arriba,
y golpeará con desesperación sobre la piedra.
A.F. Moritz
Al ir a encontrarse con Moisés
Traducción: Gilberto Meza
(1904-1995)
Debí haber empezado con los dedos de los pies
quizá con éste, pequeñito,
tan limpio y suculento
tan diminuto
que ni parece dedo
sino un pezón de más probamos el dedo gordo?
pero, quién habla de gordo?
la uña es tan pequeñita
y plateada
que más parece un fijasellos
para guardar en su lugar alguna rareza,
una rareza indentada
grabada en taille douce
y parece que tienes diez...
y todos en perfecta condición
se está haciendo tarde,
olvidemos la filatelia ahora
y montemos rápido las escaleras de oro!
Earle Birnev
...ahhh...
Traducción: Beatriz Zeller
(1927)
Aquí está el rostro, aquí sus ojos, carbones
Encendidos sobre aquel mar de arrugas, el poeta
Marcado por la vida.
No es Ulises ni existe Penélope alguna que lo espere,
La injusticia y la burla ensordecieron los ladrillos,
Esa sombra de música en el agua.
Quién cantará, quién trovará ahora que la noche desciende?
Frágil es el mármol y desposeído de la Gracia antigua;
El viejo mira el mar, los malecones solitarios donde antaño
Lo tentó la belleza, llamaradas en el corno de las sirenas.
Pero no estuvo allí? Tigre en la jaula sórdida
Por días y por noches devorado de sed, acosado en la luz
Cruel del neón. Traidor a qué?
Dando a la flor de plástico el perfume sintético.
Pestilencia Chatarra!...
Amarga es la injusticia y a quien toca lo marca para siempre.
Quizá fuera su error encontrar la armonía
Y quebrar los prejuicios en las propias espaldas, porque duele
Saber que somos sólo aquello, un hombre que camina,
Raíz en el caldero de la locura donde Confucio
Y Cavalcanti y Duccio son letras ilegibles en la oscura pizarra.
Dónde está el mar que amabas? Orgulloso, viejo Ezra,
Recoge en tus oídos las cálidas preguntas coloreadas
De sol, entreabre ahora tu arrugada palma donde las líneas arden
Como en los condenados al tormento.
De todos los caminos: no hay preguntas ni esfinges.
Para qué los poetas?
(1929)
Ella pensaba en él
como quien piensa en caracoles
abandonados en una playa húmeda
ella pensaba en él
como quien piensa en un ave
encerrada en un tintero
ella pensaba en él
como quien piensa en vidrio trizado
donde aún se refleja el sol
ella siempre pensaba en él
al pensar en otra cosa
él era un mago
exilado en una isla desierta
Ludwig Zeller
Sobre una fotografía de Ezra Pound
Su barca al fin ha llegado a Venecia.
La Usura reptando,
Allá lejos en Pisa... Quién recuerda?
Hemos llegado al fin
Aquí está el huracán!
Roland Giguère
El mago
Traducción: Beatriz Zeller
Hay que extender la piel de este planeta,
hay que planchar el mar de su blancura;
y van y van las manos,
se alisan las sagradas superficies.
"Oda para Planchar", Pablo Neruda
Tiene que ser amada igual que una lavandera ama sus sábanas,
de la misma manera que mueve sus manos al acariciar la delicada
muselina
conociendo su urdimbre y tejido,
como un amante que tienta, o una madre que reparte elogios.
Tiene que ser amada como si estuviera bordada
con flores y aves y dos corazones enlazados sobre ella.
Tiene que ser extendida y acariciada.
Tiene que ser celebrada
Oh! esta grandiosa y amada Tierra y todas las creaturas que la
pueblan.
Hay que extender la piel de este planeta.
Los árboles deben ser lavados, y los pastos y musgos
tienen que ser pulidos cual si fueran hechos de verde latón.
Los ríos y los pequeños arroyos con sus berros ocultos
y guijarros de pálidos colores
y su oro para ilusos
deben ser lavados y almidonados o lustrados hasta brillar,
las sábanas de agua del lago
alisadas con la mano
y la espuma de los océanos planchada hasta la pulcritud,
hay que planchar el mar de su blancura;
y plisado y plegado , el mar azul florido
mar proteico, verde, gris, oscuro como el vino
con sus metros de satín y cúmulos de brocado.
Y el cielo semejante oh! sobre nosotros noche y día
debe ser pulido y frotado
por manos amorosas
para que el azul ondee
y las estrellas sigan brillando
dentro de sí y en las alturas
y van y van las manos.
Hay que hacer radiar la piel de este planeta
hasta que brille bajo el sol como la hoja de oro.
Los arcángeles se encargarán entonces de sus metales
y las varas de su lluvia pulirán.
Los serafines dejarán de cantar hosannas
para regarla con bendiciones, dicha y alabanza
y, nuevamente enamorados,
debemos dibujarla y pintarla:
nuestros lápices y pinceles y amorosas caricias
alisan las sagradas superficies.
P.K. Page
Planeta Tierra
"Planeta Tierra" está escrito como un diálogo con Pablo Neruda, a partir de cuatro versos de su "Oda para Planchar". P.K. Page nació en Inglaterra y emigró a Canadá en 1919. Es autora de The Metal and the flower y The Glass Air, entre otros muchos libros de poesía.