José Agustín: la contracultura, denuncia indirecta
Mónica Mateos La contracultura en México. La historia y el significado de los rebeldes sin causa, los jipitecas, los punks y las bandas (Ed. Grijalbo), es un compendio sintético de todos los procesos contraculturales de los últimos 50 años, salido de la pluma de uno de los más activos protagonistas del espíritu rebelde de la juventud mexicana: José Agustín (1944).
Es un libro pionero en su intento por congregar las epopeyas dispersas de un fenómeno social, que actualmente ``no se encuentra en un estado de beligerancia tan grande como en los años 60 o 70.
``En México, la contracultura vive un reflujo en el cual prácticamente no existen grandes movimientos, pero abarca a muchísima gente, hay pequeñas células culturales en todo el país, aunque no tengan interrelación unas con otras. La contracultura actual se da en forma atomizada. Sin embargo, su presencia, vasta y amplia, no se puede hacer a un lado porque representa una cara del país que señala necesidades y carencias'', explica el autor.
Sin pretender hacer de profeta, siempre con una sonrisa ligera y franca, el autor de Ciudades desiertas (1982) reflexiona acerca de una posible detonación de la rebeldía joven de fin de siglo:
``No descarto la posibilidad de que vuelva a surgir un movimiento de jóvenes que quiera expresarse con más fuerza, no sé si será a fines de esta década o a principios de la próxima. Es factible. Lo asfixiante de las condiciones culturales actuales puede desembocar en un nuevo gran movimiento contracultural. Pero también puede que perduren esas condiciones, no sería extraño porque las campañas del neoliberalismo en contra de todas las vías de expresión auténticas y naturales son muy fuertes.
``La lucha contracultural ahorita es contra un sistema cada vez más consciente de su decadencia, y por lo mismo cada vez más aferrado al poder que tiene; no lo quiere soltar, y todo aquello que le represente una molestia o una amenaza latente lo combate muy fuerte, con tremendas campañas de ideologización, para tratar de desmovilizar y apaciguar a todo mundo. El contexto es sumamente duro en ese sentido.
``Hay sitios donde la contracultura es mucho más intensa y visible, como en Alemania, Francia, España y Estados Unidos. En México no se llega a esos nivel de intensidad porque las condiciones culturales han sido siempre mucho más represivas. En aquellos países, aunque ha habido animadversión hacia las manifestaciones contraculturales, están más civilizados, en el fondo hay mucha mayor tolerancia. Aquí, en cambio, hay incomprensiones monumentales. Los que han evolucionado son los procesos represivos, lo cual no ha permitido que la gente manifieste enteramente sus gustos.
--Entonces, ¿para qué sirve la contracultura en México?
--Sirve como una forma oblicua o indirecta de denuncia. Toda manifestación de contracultura representa el estado de profunda insatisfacción ante las condiciones que se viven. Mientras más intensa o masiva es la contracultura, más fuerte es la tendencia represiva en la sociedad. La sola existencia de la contracultura manifiesta contradicciones y carencias extraordinariamente graves en nuestro país, señala la necesidad de una verdadera libertad de expresión y de encarar todos los horrores asfixiantes y opresivos del régimen que vivimos. Por eso la contracultura es una válvula de escape que permite que una enorme cantidad de jóvenes, sujetos a la camisa de fuerza del sistema, encuentren formas, aunque sean superficiales y no lo suficientemente profundas, de manifestarse, para tratar de ser un poco más ellos mismos. La contracultura es un respiradero de la sociedad que permite equilibrar un poco su desenvolvimiento.
--¿Qué factor hace la diferencia entre un joven pasivo y otro que detona en rebeldía?
--A veces un clima colectivo resulta favorable, como sucedió en los años 60. Hay contextos en los que existe una efervescencia colectiva en torno de ciertas formas de rebeldía. En otros casos se trata de gente que rebasa el común y corriente, ya sea porque tiene mayores preocupaciones culturales o mayores atisbos de conciencia respecto de las condiciones en que vive, o porque tiene mayor sensibilidad, porque siente la falta de espacios para poder manifestarse. En estos momentos nos dicen que las condiciones sociales son críticas pero todo es favorable, que se está componiendo el país, que se lucha y avanza en la democracia y el desarrollo. Pero en lo concreto, ya no la realidad virtual que nos pinta el gobierno, todo es diferente y muy difícil. Y hay muchos chavos que lo perciben y tienen fuerza para hacer actos de resistencia, ya sea en la forma de vestir o en la de hablar o en el comportamiento o en la liga con los demás. Y también puede suceder que el estímulo que da la contracultura a los chavos no es lo suficientemente profunda como para hacer un cambio radical en su vida.
--Ese espíritu combativo se termina cuando pasa la juventud. Los chavos crecen y se integran al sistema, se han dado casos. ¿Qué opinas?
--Si se han involucrado intensamente en ciertas formas de contracultura, no pasan totalmente en blanco. Se quedan muchas cosas. Los que fuimos chavos en la época de los 60 y tuvimos una actitud de franca rebeldía ante el sistema, la mayor parte se integró a él y se puso a trabajar, es cierto. Pero somos un grupo de gente que ha contribuido mucho al desarrollo de la sociedad civil porque, por más que nos integremos, ya no creeemos en los mitos del gobierno, ya no creemos en el ``estudia, trabaja y sé feliz'', ni en el ``estás en el mundo de las oportunidades y puedes hacerla debidamente''. Entramos con cierto grado de resignación, pero ya no nos chupamos el dedo. Y en el momento en que se requiere una participación crucial, somos la gente que participa con más claridad y más conciencia que muchas otras personas. Nuestro motor es lo suficientemente profundo como para darles cambios determinantes en sus vidas. La contracultura nos dejó una base de conciencia que a la larga ha sido benéfica.
--En ese sentido, ¿qué hay con tu libro? ¿Es un ladrillo de ese muro de la resistencia o es una roca que avientas contra algo?
--Es un intento humilde de juntar materiales acerca de la contracultura, de darles articulación para establecer sus interrelaciones, plantear sus significados y la incidencia que esas manifestaciones han tenido en la sociedad. Presentar un cuadro conjunto de una realidad que ha estado dispersa permite reflexionar en torno de las motivaciones. Como la contracultura va en contra de la cultura institucional, la tendencia es soslayarla, por eso no existen estudios completos. El movimiento de los años 60 fue el más fuerte y el que más lastimó a la cultura oficial, por eso se le satanizó más. Ahí es donde se adolece de trabajos, al menos en México. En Estados Unidos hay bastantes textos: unos tienen que ver con la nostalgia, otros con reflexiones teóricas, pero no hay muchos que cuenten toda la historia y permitan pensar en los motivos, como lo planteo en este libro.
--¿Qué hacer para nutrir esa actitud joven que deviene en espíritu contracultural?
--Tratar de ser uno mismo. Eso te permite acercarte y participar directamente en la contracultura. Todas las organizaciones de contracultura son un reflejo de la necesidad de tener algo más profundo, más importante en la vida. Las metas vitales de la sociedad mexicana, desde 1940 a la fecha, se han agotado tremendamente. La inmersión del país en el neoliberalismo ha acabado por degradar y frenar las buenas posibilidades de la gente. El sentirte insatisfecho en un sistema que no responde a tus necesidades te obliga a pequeñas tomas de conciencia, a pequeños actos de resistencia. Tu dirás que esto es poco, pero en países como los que vivimos y en las condiciones como las que vivimos, son cosas que se van sembrando y abonando, poco a poco, reacciones muchísimo mayores en el momento en que se requieran y hagan falta.
(La contracultura en México. La historia y el significado de los rebeldes sin causa, los jipitecas, los punks y las bandas, de José Agustín, se presenta el próximo 7 de diciembre en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.