Hugo Aréchiga
La responsabilidad de la Junta de Gobierno
Ayer fueron dados a conocer los nombres de quienes serán entrevistados por la Junta de Gobierno para designar de entre ellos al próximo rector de la UNAM, el último que deberá tener en este siglo. Luego de conocer millares de opiniones, la Junta ha seleccionado a nueve candidatos y el próximo día 13, sabemos quien asumirá la responsabilidad de dirigir a la mayor institución de educación superior del país. Durante las próximas dos semanas, los nueve entrevistados y los quince miembros de la Junta analizarán el pérfil que habrá de tener la Universidad durante los próximos años. Los problemas de la vida universitaria y el papel actual de la UNAM en nuestro sistema educativo y en la sociedad mexicana seran ampliamente discutidos. Veinticuatro imágenes habrán de coalescer en el modelo que adoptará el nuevo rector. Por otra parte, quien llega a la rectoría no ignora que su desempeño es juzgado cotidianamente por sus pares universitarios, reputadamente diestros en el manejo de la crítica.
Los puntos de vista de los candidatos han sido ampliamente difundidos en la prensa, y sin duda es justa la gran cobertura que el proceso actual esta recibiendo. Particularmente en tiempos difíciles, como los actuales, la sociedad busca depositar su confianza en individuos aptos, que la conduzcan atinadamente en las varias transiciones en que se encuentra inmersa. La formación de los cuadros profesionales y académicos necesarios para el país, adquiere especial relevancia. La sociedad moderna avanza por los cauces que abren los nuevos conocimientos; es ávida consumidora de conocimiento y espera que sus instituciones educativas satisfagan esa demanda. La UNAM ha contribuído importantemente a moldear el perfil actual del país, y tendrá que seguirlo haciendo. Es el modelo que sigue nuestro sistema de educación superior. Durante los últimos años, la institución ha emprendido reformas fundamentales en su estructura y su funcionamiento, pero es mucho lo que falta por hacer. Aún arrastra rezagos que limitan el cabal cumplimiento de sus funciones, pero también cuenta con la capacidad y la potencialidad de realizar grandes contribuciones. Las acciones que emprenda el próximo rector para corregir antiguos vicios y aprovechar la riqueza intelectual de la universidad, para fortalecerla y hacerla más útil a la sociedad, serán determinantes en el futuro de nuestra educación superior.
Es grande pues, la responsabilidad que pesa sobre la Junta de Gobierno, y su tarea en esta ocasión es especialmente delicada. El gran número de candidatos, representativos de las diversas áreas y corrientes en la UNAM, es claro indicio de la pluralidad de intereses que habrá de atender el próximo rector y desde luego, complica la tarea de la Junta. Como siempre, habrá inconformes. Los hay ya. Algunos grupos protestarán por la exclusión de su candidato y de nuevo habrá voces que demandan la substitución del actual sistema de selección de rector, por otro más cercano a sus preferencias.
En esta época de evaluaciones de todo tipo, conviene reflexionar sobre las ventajas y los inconvenientes del sistema, en comparación con otras formas de elegir autoridades universitarias, como son el voto directo y universal, o la designación directa por gobernantes, como es el caso de las instituciones de educación superior que aún no tienen la autonomía. El actual sistema de la UNAM, es el vigente en la mayoria de las universidades de avanzada en el mundo. Con todas sus limitaciones, tiene claras ventajas; por ejemplo, los electores son individuos conocedores, respetados y comprometidos con la institución. Es común que no laboren en ella a tiempo completo, lo que les permite una visión externa más objetiva. La designación de rector evita prolongadas campañas políticas, que desgastan a las instituciones y ahondan diferencias en detrimento del trabajo colegiado. En cuanto al costo económico, tema de actualidad, es indudable el mérito de un procedimiento que para elegir a quien manejará un presupuesto superior al de varias secretarías de estado, prácticamente no cuesta ni al erario ni a los candidatos.
Pero la verdadera prueba de un sistema está en la calidad de sus productos. Ahí, el tino de la Junta es evidente. Todos los rectores designados por ella en su más de medio siglo de actividad, fueron o son actualmente figuras respetables en el ambiente académico. Al término de sus funciones, muchos han regresado a sus labores universitarias, otros han ocupado puestos de servicio público, que han contribuído a prestigiar. Eran líderes académicos antes de ser rectores y continuaron siéndolo al término de su gestión. Desde luego, algunos candidatos que no alcanzaron la designación tienen perfil similar y habrán quien sostenga que pudieron haberlo hecho mejor que el designado, pero no hay forma de saberlo. El hecho es que quienes han asumido la responsabilidad, lo han hecho con decoro y atingencia. Eperemos que nuevamente sea así, que la Junta encuentre a una figura que esté a la altura de sus predecesores y de sus responsabilidades y que el nuevo rector impulse a la Universidad, con visión y firmeza en el actual tránsito entre milenios.