EL CLASICO, PARA LOS BURROS BLANCOS
Jaime Whaley Una intercepción de Eduardo Casas Fuentes, con cinco segundos por jugarse, puso punto final a una bravía reacción de los Pumas de la Universidad, que con la jugada vieron canceladas sus oportunidades para anotar, con lo que cayeron 45-39 ante los Burros Blancos del Politécnico, en un clásico muy disputado.
``Pensé en el tiempo que quedaba y no me acuerdo más, sólo de que me abracé al balón'', comentó Casas Fuentes, estudiante de la ESIME, quien con su acción acalló la tribuna oriente, la cual coreaba: ``hi-jos de Zedi-llo, hi-jos de Zedi-llo'', cuando los Pumas, descontaban los puntos que los tuvieron abajo por 24 tantos.
Cientos de jóvenes de varias
vocacionales pertenecientes
al Instituto Politécnico Nacional llegaron
y partieron del
Estadio Olímpico en microbuses, no sin antes
protagonizar
con estudiantes rivales de la UNAM algunas grescas que no
pasaron a mayores; sólo hubo dos detenidos. Foto: Frida Hartz
Un huelum, que sonó a satisfacción, inundó la repleta cazuela del Pedregal para rubricar triunfalmente el festejo por los 60 años del Politécnico.
``Teníamos que darle esto al instituto, nos lo habían pedido y les cumplimos'', dijo Jacinto Licea, coach de los Burros Blancos, quien señalando al público, expresó: ``ahí tienen el ejemplo''.
Los Pumas, que buscaban su tercera victoria consecutiva, lucharon contra la adversidad en la segunda mitad del partido y, comandados por el versátil Mauricio Olmos, quien en la temporada no fue partícipe de triunfo, pues su equipo --los Guerreros Aztecas-- perdió siempre sus nueve juegos, se quitaron una ventaja de un touchdown cuando acabó la primera parte, que llegó a prolongarse hasta 21-45 para el cuarto final.
Olmos, quien entró al mando de la ofensiva por el abridor Igor Romero, se dedicó a lanzar tantos como 25 pases, y cuatro de ellos le redituaron a los Pumas igual cantidad de anotaciones, con apoyo de los estruendosos Goyas, pero también le interceptaron tres veces, que fueron convertidas en puntos por los politécnicos.
Sergio Olvera, el elusivo halfback que cumplió cinco años de elegibilidad, fue la contraparte de efectividad por el bando politécnico. Anotó tres veces y formó, junto con su quarterback, Héctor Linares, una hiriente dupla para la defensiva de los Pumas. Entre ambos consiguieron una ganancia de 215 yardas. ``Se lo debemos a nuestros linieros'', afirmó Linares -también en su último juego de su carrera- quien, en el segundo cuarto, timbró la segunda anotación de su equipo en un rápido endrun derecho.
La Universidad abrió el marcador tras un retraso en el comienzo del partido por una exhibición del escuadrón acrobático de los motociclistas de Tránsito.
Ricardo Suárez llegó a las diagonales en exigua carrerita de dos yardas y Carlos Jaime metió el extra para la primera de las 13 anotaciones que hubo en el partido y que establecieron récord para un clásico, como el de mayor puntaje, con 84. Además de ser el de más puntos para el equipo vencedor y el de más puntos para el derrotado.
La réplica del IPN fue un endrun de Olvera, y de ahí se siguieron con otras dos anotaciones, la de Linares y la única de Eduardo Núñez Cabrera. La UNAM descontó con pase cruzado de Romero a Sánchez y la misma fórmula, aunque con distintos personajes (Olmos-Beltrán); igualó los cartones en el tercer cuarto. Un pase a Rodríguez, un gol de campo de Carlos Avila y otro envío a Olvera, quien después se coló desde la yarda cuatro, mandaron arriba a los albiguindas, cuya defensiva de pases fue errática y así permitió a Olmos tres productivos pases, con blanco en Sánchez, Peltz y Aguilar.
Los tres intentos de extra fueron por jugada y las tres fueron falladas. El Chac Sánchez, mentor de los felinos, dijo que la estrategia fue la adecuada, pero lo que faltó fue ejecutar. Los Pumas aún tienen supremacía en el recuento de los juegos, van arriba por ocho juegos.
Miriam Posada y Raúl Llanos El marcador final del clásico IPN-UNAM fue de 10 lesionados, un hospitalizado, dos jóvenes detenidos, 20 vehículos dañados, 30 microbuses secuestrados, cinco enfrentamientos entre estudiantes, cientos de personas sin transporte en el paradero de San Angel, además de 2 mil policías que sólo se dedicaron a vigilar que no se produjera ``una gresca generalizada''.
Los burros y pumas madrugaron ayer para acudir al estadio México 68 en Ciudad Universitaria (CU) a bordo de por lo menos 10 microbuses, que partieron, entre otros puntos, de la Ciudadela escoltados por efectivos de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP).
La llegada al estadio fue pausada, pero a su arribo cada grupo dejó constancia de su presencia con diversas pintas con aerosol, que hacía referencia a algún grupo de estudiantes o a su plantel.
Los primeros destrozos fueron cometidos antes de ingresar al estadio contra un Volkswagen, al cual le doblaron los ejes de las llantas, le sumieron el toldo, rompieron las calaveras y lo dejaron en el estacionamiento prácticamente inservible.
Todo esto en presencia de más de 2 mil policías del Agrupamiento de Granaderos, a caballo, motopatrulleros, patrulleros, del Agrupamiento Canino, quienes tenían la orden de ``agilizar la circulación'' y evitar que los muchachos introdujeran objetos peligrosos o bebidas embriagantes.
En los puntos de acceso, los policías despojaron a los adolescentes de decenas de varillas, palos, cinturones, botellas y tubos. Sin embargo, hubo quienes fueron más astutos, ya que lograron introducir petardos que retumbaron en las gradas.
A las 12:00 en punto la multitud estaba acomodada en sus asientos y algunos intrépidos en el palomar y cornisas. Durante casi tres horas permanecieron atentos al juego, mientras afuera decenas de jóvenes trataban de burlar la vigilancia policiaca.
Los que intentaron dar el portazo, no lo lograron y tuvieron que conformarse con escuchar las porras, gritos y provocaciones que los asistentes se lanzaban de un lado a otro de las tribunas. Otros prefirieron aguardar el final del juego acostados en los jardines de la universidad con solventes o cemento, a pesar de que la sede del encuentro estuvo prácticamente rodeada de policías.
En los momentos de mayor tensión, un joven hizo estallar varios petardos dentro del estadio. La policía lo detectó y fue detenido. Pero no era el único.
Pelea a cinco rounds
Antes de las 15:00 horas, cuando el equipo del Politécnico llevaba 10 puntos de ventaja a sus contrincantes, los decepcionados pumas empezaron a abandonar el estadio por la puerta principal, mientras por otro lado un grupo de eufóricos burros, no mayores de 18 años, comenzaron a tomar las calles.
Estudiantes de la Vocacional 5 invadieron el carril central de Insurgentes, bloquearon la circulación y trataron de secuestrar dos microbuses, bajaron a los pasajeros pero finalmente desistieron.
Primer round
En cuestión de minutos se congregó un contingente de más 200 jóvenes sobre Insurgentes y avanzaron en busca de transporte. A unos metros de la torre de Rectoría descubrieron a un grupo de universitarios en un puente peatonal, quienes los comenzaron a insultar. La ventaja numérica favoreció a los politos, quienes tuvieron que refugiarse en el campus universitario para no ser alcanzados por piedras y botellas. La primer corretiza acabó cuando los burros destruyeron los vidrios de una caseta de vigilancia y siguieron su camino.
La avanzada secuestró decenas de microbuses de las ruta 1, 2, 60, 66 y 87, quienes a pesar de conocer los posibles riesgos, decidieron continuar con el servicio y perdieron algunos cristales. Otros más precavidos dejaron de circular a las 14:00 horas.
Segundo round
Un helicóptero de la SSP empezó a sobrevolar la zona. Esa fue la única movilización policiaca, ya que los motopatrulleros que se encontraban cerca de la zona de guerra se limitaron a observar e incluso a correr para que la segunda tormenta de piedras y botellas no los alcanzara.
Lo mismo hicieron patrulleros y policías a caballo, junto con cientos de muchachos y muchachas que trataron de protegerse. La batalla dejó un lesionado y otra persona asaltada.
Sin embargo, la arremetida vino pronto. Los autores del tercer round aguardaron a que el contingente de burros se reagrupara y ocupara dos carriles de Insurgentes. Entonces retumbaron decenas de petardos que manos anónimas aventaban del lado sur de la avenida.
La respuesta no se hizo esperar y empezaron a volar piedras, botellas y palos que dejaron varios descalabrados, quienes no solicitaron atención de los servicios de emergencia. Los estruendos, las piedras y las carreras se prolongaron por lo menos durante cinco minutos, sin que nadie interviniera para detenerla.
Cuando el humo y el polvo se despejó, los muchachos continuaron la marcha y sobre la avenida quedaron cerca de 10 vehículos con medallones y parabrisas rotos, abolladuras en puertas y sin calaveras.
El cuarto y quinto round hizo correr a la multitud, que para entonces había salido del estadio, en cuya explanada sólo quedaban los granaderos que ya preparaban su retirada.
El director de la región III, general brigadier Alberto Trejo García, informó que la presencia policiaca tenía como propósito ``hacer fluida la vialidad'', señaló que los elementos a su cargo sólo intervendrían en caso de que se presentara una ``gresca generalizada''; añadió que no había quejas de los dueños de automóviles dañados ``ni detenidos, porque es muy difícil identificarlos''.
Finalmente, los politécnicos y universitarios se dispersaron paulatinamente.