La Jornada 2 de diciembre de 1996

Alberto Palacios
La ciencia como un libro abierto /II

La ciencia también requiere de experiencia. Conforme se preparan en maestrías y doctorados, los investigadores van adquiriendo destrezas que mejoran la calidad de su oficio y su credibilidad. Conducir un experimento para que produzca resultados confiables requiere de habilidades y arte; no basta con repetir recetas o procedimientos. Por eso, juzgar a otros investigadores o evaluar sus resultados implica una seria dosis de humildad y consideración por su carrera científica. La ciencia nos enseña a no admitir sentencias viscerales ni prejuicios.

``En la catedral de la Ciencia ``decía el premio Nobel Max Delbrück'' cada ladrillo es importante''. De ahí que debamos pugnar por que el reconocimiento científico se distribuya de manera equitativa para todos los que trabajan en la investigación. Es tan valioso el que dirige un equipo de investigadores como el que calibra un instrumento de precisión necesario para llevar a cabo los experimentos. Pero también debemos evitar los falsos privilegios y los compadrazgos. La ciencia es implacable con quienes la decepcionan. Más tarde o más temprano se sabe quién contribuye al conocimiento y quién, por el contrario, promueve sus propios iconos.

La revisión autorizada del trabajo científico, su reproducibilidad en otros laboratorios, la comunicación abierta y crítica son las bases indispensables para que avance el conocimiento. Nadie puede estar más allá de la verdad científica. La fabricación y el plagio deben ser detectados y sometidos para preservar la integridad del quehacer en ciencia. La sociedad en conjunto espera esto y más de sus investigadores científicos: como un libro abierto, mediante mensajes legibles y que nos beneficien a todos.