Iván Restrepo
Contaminación y promesas para el Edomex
Cada que hay campañas electorales para elegir presidentes municipales, gobernador, o primer mandatario del país; cuando se realizan ``giras de trabajo'' con algún importante funcionario, quienes viven en diversos asentamientos humanos del norponiente del Valle de México reciben abundantes promesas de que, finalmente, les resolverán los problemas más sentidos. Entre ellos, los de la contaminación y el deterioro ambiental: desde los originados en la industria hasta los debidos al mal uso de los recursos naturales. Mas luego que pasan las elecciones o se disipa el acarreo que ocasionan las visitas de personajes importantes, las promesas oficiales se olvidan. Un ejemplo ya clásico se tiene con la contaminación del Lago (o presa) de Guadalupe, el río Cuautitlán y la Laguna de Zumpango. Durante lustros se han denunciado los problemas que ocasionan la proliferación del lirio en los cuerpos de agua y la severa contaminación; la erosión de tierras debido a la falta de una política de reforestación y de protección del suelo; la pérdida de flora y fauna locales; las plagas de moscos y malos olores, así como la presencia de enfermedades vinculadas con la contaminación y la insalubridad. Por si fuera poco, la carencia de mecanismos de control que impidan que los desechos de numerosos asentamientos humanos y las aguas de aguas residuales de diverso origen vayan a parar a los ríos y embalses que integran la cuenca del norponiente del Valle.
Pese a que en varios estudios se ilustra el deterioro de dicha región, y a que en ellos se proponen alternativas viables para solucionarlo, aún no existe un plan que considere el problema como un todo y logre la coordinación de las diversas instancias de gobierno que deben intervenir para hacer realidad las acciones que especialistas y ciudadanía plantean. Por ejemplo, en uno de los diagnósticos sobre la Presa de Guadalupe se advertía hace un año cómo tan importante cuerpo de agua está condenado a desaparecer y a convertirse en sitio de proliferación de vectores de enfermedades y fuente de contaminación, si se permite que continúe el crecimiento urbano sin control y el deterioro generalizado en las partes altas de la cuenca. El futuro allí no es nada alentador pues ninguna medida apunta a detener el poblamiento anárquico. Por el contrario, imponen su ley los intereses de fraccionadores, funcionarios y líderes políticos en su afán de habilitar como asentamientos áreas que no reúnen las condiciones para ello y que, además, carecen de infraestructura y servicios urbanos indispensables, de políticas que busquen la conservación de los recursos, en especial del agua.
Otro estudio, elaborado por especialistas del Instituto Politécnico Nacional entre 1992 y 1995, no deja dudas de la gravedad de la contaminación en la citada presa y en sus afluentes. Los investigadores encontraron concentraciones de fosfatos, nitrógeno total y materia orgánica en cantidades tales que favorecen la hiperfertilización, mientras la materia orgánica contiene microorganismos coliformes y enterobacterias patógenas. Entre estas últimas, salmonella sp, shigella, vibrium cólera y otras más no menos peligrosas para la salud humana. Las concentraciones halladas superan por mucho las normas técnicas oficiales sobre la materia, con el agravante de que el agua de la presa sirve para riego y es conducida por canales hasta las parcelas de cultivo en la zona de Zumpango. Ante la demanda y escasez del líquido, ahora también se utilizan en la agricultura aguas provenientes del emisor poniente y que no reciben tratamiento antes de aplicarse en los campos de cultivo.
Ahora que la oposición logró derrotar en varios municipios del estado de México la poderosa maquinaria electoral del gobierno y su partido, diversos grupos ciudadanos, organizaciones ecológicas y cívicas, preocupadas por el deterioro ambiental del norponiente del Valle, esperan que, finalmente, se cumplan las promesas de los funcionarios; no sólo de sanear ambientalmente la Presa de Guadalupe (cada vez más azolvada y afectada por el lirio, lo que le resta capacidad de embalse), con el fin disminuir el riesgo de inundación del área urbana de Cuautitlán Izcalli, sino también que se suspendan las descargas de aguas negras y la disposición de desechos en el río Cuautitlán y en los arroyos San Pedro, Chiquito, Xinté y El muerto. Por otro lado, que con la introducción de servicios básicos se combata el fecalismo en los asentamientos de las partes altas, pues con las lluvias contaminan las corrientes y depósitos de agua. Ahora las miras de la ciudadanía son mayores: convertir al Lago de Guadalupe y su área de influencia en zona sujeta a conservación ambiental, que cuente con su respectivo plan integral de manejo, adecuado a las condiciones regionales. Algo fácil de lograr si el discurso oficial no se queda en buenas intenciones, como ha ocurrido hasta hoy en esa parte del Valle de México.