Los textos políticos se analizan de mejor forma si primero se toma en cuenta quién los emite, el lugar social que ocupa el emisor, el momento en el que aparecen y luego lo que dicen. La estrategia de la argumentación política, en este tipo de expresiones, consiste en juntar un conjunto de premisas y luego llevarlas a una conclusión buscada con anterioridad. En este sentido, la declaración que le entregó en Dublín el ex presidente Salinas a la fiscalía especial del caso Colosio, el pasado 28 de noviembre, es una pieza para análisis.
Desde su exilio en Irlanda, Carlos Salinas nos vuelve a deleitar con uno más de sus mensajes. Se trata de uno de los ex presidentes más desprestigiados de las últimas décadas, aunque quizá también más poderosos después de haber terminado su sexenio. El momento, tercer aniversario del destape de Colosio. El documento no aporta nada a la investigación y al esclarecimiento del caso, aunque no se sabe si alguna de las más de 300 respuestas que dio haya sido útil. El tono cae en el clásico purismo maniqueo de una visión de autodefensa; la sintaxis expresa a una persona con un ego gigante, que manejó el país de acuerdo a sus intereses de grupo; la argumentación es tramposa, los matices son pobres, y las afirmaciones llegan a ser contrarias a otras ya conocidas; en síntesis, se trata de una gramatiquería autoritaria.
La estrategia de la argumentación es completamente egocéntrica: yo apoyé la investigación sobre el asesinato de Colosio; yo le di todo mi impulso a la candidatura de Colosio; yo me equivoqué al nombrar a Camacho; yo trate de mediar con Diana Laura; Colosio me pidió a Domiro; con el asesinato se afectó a mi persona y a mi proyecto de país; en conclusión, yo soy inocente y una víctima. Como dijo Monsiváis: ``La República, ahora lo sabemos, siempre se declina en primera persona'' (La Jornada, 30/XI/96).
La versión de Salinas está en abierta contradicción con otras en varios puntos críticos. Según el texto, la relación con Colosio era casi perfecta, nunca se vio empañada, no se hizo ``bolas'' y siempre fue armónica. Sin embargo, unos días antes del asesinato, el coordinador de la campaña de Colosio, Ernesto Zedillo, le dice al candidato, en una carta, que recomponga su relación con el presidente (Salinas), que haga un pacto con él. ¿Dónde quedó la bolita? Por otra parte, si todo marchaba tan bien, si el mismo Salinas le aconsejó a su pupilo que tomara distancia crítica del gobierno para que levantara la credibilidad de su campaña, entonces para qué hacer pactos, reconciliaciones, o acercamientos. ¿Cuándo comparecerá el presidente Zedillo?
Salinas dice: ``aquel discurso (el del 6 de marzo) me lo hizo llegar antes de pronunciarlo y yo de ninguna manera me opuse a que procediera como él tenía dispuesto''. Esta afirmación es contraria a la que narra Julio Scherer García al final de su libro Estos años:
``--Una pregunta, Luis Donaldo --lo interrumpí en plena carrera.
Agitado, me vio en súbito silencio.
--¿Conoció el presidente tu discurso antes de que lo pronunciaras?
--Espero que me comprenda.
--¿Conoció tu discurso?
--No.''
En dónde está situada la credibilidad de Carlos Salinas después de lo que ha pasado en estos dos años; no hay sino mirar la opinión popular para medir el repudio. Sin embargo, el texto aporta, a pesar de todo, datos simbólicos importantes y preocupantes para el país. Se confirman las ansias de continuidad, más fantasiosas que reales, porque con el famoso texto del 6 de marzo se marcó un distanciamiento importante, una crítica severa al estado en el que se encontraba el país, por ello resulta poco creíble que se pensara que no pasaba nada. Cuando Salinas habla sobre los costos del asesinato --la pérdida de proyecto y liderazgo para el país-- toca entre líneas su poca estima por el actual gobierno.
El único dato político nuevo es el rompimiento con Manuel Camacho. Curiosamente se da con los mismos argumentos que fueron usados por los antagonistas del ex comisionado, su protagonismo, como si eso explicara las cosas. Salinas dice que se equivocó, pero no señala que la construcción de una vía política y negociadora en Chiapas no partió de su gobierno, el cual se dedicó a cometer errores los primeros ocho días de enero de 1994. De todas formas, el rompimiento llega tarde, ya cuando Camacho se salió del PRI y ha sido combatido por el actual gobierno.
Al cumplir los dos primeros años del actual sexenio tenemos esta declaración de Salinas, la cual se mezcla con este difícil momento del país, y tiene una íntima relación con el endurecimiento que se ha vuelto a asomar en los últimos días: primero el mayoriteo de la reforma electoral; luego el atraco en el Congreso del Estado de México; la afirmación de un presidente reprobado por la ciudadanía (5.9 de calificación, Reforma, 2/XII/96) de que usará su mayoría cada vez que se necesite, y para rematar la autodefensa de Salinas forman en conjunto un cuadro poco alentador que anuncia que 1997 será un año muy difícil para el país.