Bernardo Bátiz V.
Cambio del procurador
Ayer, en una de esas decisiones que sólo puede tomar quien tiene una autoridad prácticamente ilimitada, el recién llegado de su viaje Ernesto Zedillo destituyó en forma --por lo que se sabe-- violenta al procurador general de la República, Antonio Lozano Gracia, y ante lo escueto del comunicado oficial, lógicamente las especulaciones se desataron.
Lo que es evidente es que el Presidente puede disponer a su arbitrio de los funcionarios públicos, quitándolos y poniéndolos, aun cuando éstos sean legisladores, es decir, de un poder distinto al Ejecutivo, y hasta de un partido diferente, como fue el caso de Lozano.
Recuerdo que cuando se designó al coordinador parlamentario del principal grupo de oposición en la Cámara de Diputados, como encargado del Ministerio Público Federal, señalé ese poder metaconstitucional del Presidente, que entonces no se sabía que también podía ejercerlo sobre militantes de un partido que se supone su contrincante.
Ahora, tal como entonces, intempestivamente, sin explicaciones a los ciudadanos, como llegó se va; sólo que las cosas han cambiado en varios puntos. Uno de ellos es que en este momento se pone en tela de juicio cuál fue el motivo del despido: o bien el procurador estaba orientado debidamente en sus investigaciones de los casos importantes a su cargo, y las presiones de los posibles afectados influyeron para su destitución, o por el contrario sus investigaciones erráticas, inspiradas en ocasiones en videntes y pitonisas, no fueron de la plena satisfacción de su jefe.
Otra hipótesis es que el mandatario se tuvo que enterar por la prensa de algunas de las informaciones que su subordinado, pero de partido contrario, le tenía que haber comunicado.
Lo que sí es cierto es que tanto el destituido como quien tomó la decisión de destituirlo, deberán dar a la opinión pública una amplia explicación del cómo y el porqué del cambio.
Otro motivo de reflexión es el referente a las relaciones del sistema con el Partido Acción Nacional, que eran hasta hace poco tan estrechas, tanto que dentro del mismo gabinete presidencial, nada menos que el abogado de la nación era de ese partido; se podría entender que dichas relaciones se han enfriado y que, en efecto, el PAN, como debió haberlo hecho desde hace mucho tiempo, toma aunque sea forzadamente su debida distancia y vuelve a su antiguo papel de opositor, haciendo a un lado aquel tan redituable pero penoso de colaborador.
Estaremos seguramente en estos mismo días enterándonos de las reacciones de los dirigentes de ese partido, que cuenta con colaboradores presidenciales en otros cargos y con la reiteradamente salinista actitud de su ex candidato a la Presidencia, Diego Fernández de Cevallos, que como todo mundo sabía se encontró muy cerca del actual procurador cuando éste fue nombrado para el cargo y seguramente tendrá algo que decir acerca de destitución.
Finalmente, es interesante y de alguna manera alentador saber que un jurista, sin partido pero con una reconocida carrera académica y en cagros delicados, como es Jorge Madrazo Cuéllar, será quien asuma la alta responsabilidad que deja Lozano. Este abogado tenía a su cargo la Comisión Nacional de Derechos Humanos y eso nuevamente, como en el sexenio pasado con el caso de Carpizo --su antiguo jefe--, nos hacae abrigar esperanzas de que en la Procuraduría se destierren de una vez y para siempre las prácticas tan arraigadas de violencia, intimidación, privación ilegal de la libertad y otras que precisamente él tenía a su cargo combatir.
El tiempo pasará rápidamente y pronto sabremos si un hombre de prestigio, como jurista y como persona honorable, puede enfrentar con eficacia la montaña de problemas que se le viene encima con su nombramiento. Es también importante destacar que Jorge Madrazo Cuéllar de alguna manera ya tiene una cabeza de playa en la Procuraduría General de la República con su antiguo compañero de trabajo y subordinado, Luis Raúl González Pérez, actual fiscal especial para el espinoso caso Colosio.
Como se ve, las artistas de este asunto son muchas y poco vivirá quien no sepa pronto de importantes consecuencias que este cambio traerá en el resto del gabinete y en las enrarecidas relaciones políticas en los altos niveles del poder.