En las próximas dos semanas la Junta de Gobierno de la Universidad Nacional Autónoma de México habrá de designar al sucesor de José Sarukhán en la Rectoría de la máxima casa de estudios. El proceso ha suscitado, con razón, el interés nacional, en la medida en que en esa decisión se juegan aspectos torales de la educación superior de México.
En efecto, la UNAM es --con mucho-- el centro más importante del país en los terrenos de la docencia y la formación de profesionistas y en los de la investigación y el desarrollo científico y tecnológico, y ocupa un lugar central en actividades tan diversas como el análisis y el debate teórico, la producción y difusión cultural, la divulgación científica, la extensión académica, la producción editorial, el deporte, la música y el teatro. La cantidad, la amplitud, la profundidad y la diversidad de sus tareas la convierten en una institución sin la cual no puede entenderse el México contemporáneo ni concebirse el México del futuro.
En las circunstancias actuales, esta enorme institución enfrenta desafíos de gran magnitud; en primera instancia, racionalizar y actualizar planes de estudio, mantener e incrementar la calidad académica de sus actividades docentes, elevar la eficiencia terminal en todas sus carreras, consolidar y racionalizar su posgrado, alimentar con egresados a otras instituciones de educación superior, intensificar la investigación en las ciencias puras y estrechar los vínculos de la investigación en ciencias aplicadas con las necesidades y requerimientos de la planta productiva nacional. Adicionalmente, la UNAM tendrá que ganar eficiencia en el terreno administrativo y avanzar en fórmulas de financiamiento que le permitan reducir su dependencia del subsidio estatal.
Para conducir exitosamente a nuestra máxima casa de estudios ante estos retos, la persona que ocupe la Rectoría no sólo tendrá que hacer gala de un entendimiento profundo de los asuntos académicos y administrativos de la propia Universidad, sino que habrá de tener la capacidad de entender al país en su momento actual y en sus perspectivas de futuro en el contexto de un mundo que evoluciona con rapidez y que se vuelve cada vez más interdependiente.
Asimismo, es necesario que el próximo rector tenga la capacidad política de preservar, por encima de cualquier otra consideración, la autonomía de la Universidad, a fin de que las decisiones puedan seguirse tomando con base en criterios académicos y sin injerencia de intereses políticos o económicos ajenos a la UNAM.
A nadie escapa que, en la medida que el país siga contando con una Universidad Nacional autónoma, de alto nivel académico y gran capacidad de investigación, estará en mejores condiciones para lograr un desarrollo económico que se traduzca en una sociedad más justa, democrática y equitativa.
Estas consideraciones explican la trascendencia de la designación que está por ocurrir. De entre nueve universitarios distinguidos, la Junta de Gobierno habrá de elegir a aquel cuya propuesta de trabajo responda mejor a los desafíos arriba mencionados. Cabe hacer votos porque la decisión sea la más afortunada.