Villa Coapa y sus alrededores se ha convertido en menos de 25 años en la zona comercial de las clases medias más grande de la capital. La historia de su urbanización es tan larga como aleccionadora. Sus vastos terrenos agrícolas y ganaderos estuvieron hasta principios del siglo XX irrigados por dos caudalosos ríos provenientes de los lagos de Chalco y Xochimilco: el Canal Nacional y el Canal de Miramontes. Con la desecación general de dichos lagos la disminución de sus aguas afectó las actividades agropecuarias, que se mantuvieron sin embargo hasta los años sesenta.
En planos de entonces se apreciaban todavía las haciendas de Coapa, Xalpa y San Juan de Dios, y los ejidos de San Pablo Tepetlapa, Huipulco y Santa Ursula Coapa. A partir de ahí la incipiente valorización inmobiliaria de todos esos terrenos agrícolas se lo brinda la extensión del Anillo Periférico hasta Cuemanco, la construcción del estadio Azteca y, por último, la Preparatoria 5 de la UNAM, que pretendió en aquellos tiempos ``alejar'' a los estudiantes de la ciudad.
Los ejidatarios, de repente, se vieron así atrapados entre calles que extendían poco a poco sus asfaltos; entre anuncios donde se prometían los bienestares familiares mediante la venta de lotes. Se ensancharon las clases medias y con ellas la ciudad de los fraccionamientos. En 1973 apareció también en la escena inmobiliaria el rostro gubernamental, con sus gigantescas torres de vivienda del ISSSTE y su amplia tienda comercial. Ya para entonces el Canal de Miramontes se había transformado en canal de autos, y el Canal Nacional en drenaje de aguas negras. El Departamento del Distrito Federal (DDF) terminaba recién la planta de bombeo cercana al Periférico, la cual garantizó la urbanización general de la zona.
A fines de los años setenta la proliferación de fraccionamientos se combinó con la llegada de otras instalaciones universitarias, como la UAM, además de clubes sociales y deportivos. Aparecieron entonces, entre 1983 y 1984, los primeros centros comerciales a lo largo del Canal de Miramontes, como Gigante y Aurrerá, entre otros.
Se conformaba así el modelo urbanístico de una ciudad de clases medias, acostumbradas a tener al lado de sus viviendas los espacios del consumo. En realidad, la cultura urbana y parte de la identidad de los sectores medios ha estado vinculada en gran medida con las lógicas consumistas. Ello explica por qué el corredor comercial de Canal de Miramontes fue convertido en el eje de la estructura urbana de Coapa y sus alrededores. Es el más largo de la ciudad. Comprende casi 7 kilómetros de largo desde la calzada Taxqueña hasta la glorieta de Vaqueritos en el Periférico.
Coexisten en ese corredor desde el pequeño comercio hasta los grandes consorcios comerciales, incluyendo Pericoapa, el mayor de los tianguis destinados a sectores medios. En los últimos años la zona fue escenario de disputas y competencias con la llegada de más comercios. Modernas plazas como Liverpool y otras, construidas entre 1990 y 1994 precisamente sobre el corredor de Canal de Miramontes, marcaron el inicio de la transformación radical de la zona. La proliferación de espacios del consumo diseñados para utilizarse exclusivamente con el auto provocó graves congestionamientos viales, que han afectado los intereses vecinales. De ser una zona y un corredor comercial local, se convirtió en una zona y un corredor regional.
Con la llegada del consorcio trasnacional Wall Mark, recientemente inaugurado sobre Canal de Miramontes, se tenderá paulatinamente a desaparecer el pequeño y mediano comercio, incluyendo la tienda del ISSSTE ubicada cerca de allí. Además, el predominio de los consorcios comerciales nacionales y trasnacionales en la zona acentuará los cambios de uso del suelo de habitacionales a comerciales, incrementando los impuestos y, por ende, los valores inmobiliarios. Ello provocará irremediablemente la expulsión de población residente a otras partes de la ciudad.
Los vecinos, como lo relata Alberto Nájar en esta página, han protestado por la afectación que han sufrido sus entornos. Bienvenidas sean las clases medias a la organización vecinal para la defensa de sus barrios. Sus esfuerzos de participación son cada vez más indispensables para conformar una ciudad que, más allá de la fascinación por el consumo, cuente con espacios colectivos para el bienestar, el disfrute y la cultura.