Enrique Calderón A.
El Seguro Social y la sociedad mexicana/I

Mucho ha sido dicho en los últimos meses por los intelectuales cercanos a los gobiernos de Salinas y Zedillo, sobre los escasos logros y la inutilidad de la Revolución Mexicana y otras formas más nuevas de supuesta violencia originadas en el descontento social.

Ciertamente que la Revolución tuvo una cuota muy alta de sangre y muerte, y mucha de ella innecesaria y estúpida, pero tuvo logros muy importantes que hoy se pretenden minimizar, e incluso darles un sesgo que elimina de tajo sus objetivos esenciales, y los alinea como instrumentos al servicio del capital que no tiene más finalidad que nutrirse a sí mismo.

Un caso concreto de todo esto es el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Concebido para proteger a las familias de la clase trabajadora de todo el país, desde el nacimiento y hasta la muerte, el IMSS debía proporcionar asistencia médica en los tiempos de enfermedad, pensiones de retiro y apoyos económicos en casos de accidentes y enfermedades profesionales; en sus mejores tiempos el Seguro fue también promotor del deporte y de la cultura, sus centros vacacionales representaban la posibilidad de descanso a quienes de menos recursos disponían.

En el campo de la medicina sus hospitales fueron considerados por muchos, como los centros más avanzados y confiables que existían en el país. Me atrevo a decir que además de todo esto había una mística y un orgullo profesional de su personal médico y paramédico, que merecía el reconocimiento y aprecio de la sociedad mexicana en su conjunto. Las quejas, que desde luego ha habido siempre, eran, en la mayor parte de los casos, dirigidas al personal administrativo y a las recepcionistas.

Elementos fundamentales de soporte para toda la inmensa estructura del IMSS, eran desde luego las cuotas que empresas, trabajadores y gobierno le entregaban para pagar servicios médicos y seguros de retiro. Era una institución rica que financiaba también probablemente actividades ajenas a sus fines.

En la década de los ochenta las cosas empezaron a cambiar, en la medida que el modelo neoliberal entraba en sesión; los salarios médicos disminuyeron y el monto de las inversiones empezó a ser menos de lo que el país necesitaba.

Desde el sexenio de Salinas la queja de los pacientes ante la saturación de los hospitales fue extrema.

Los terremotos de 1985 destruyeron instalaciones médicas de la mayor importancia que pudieron ser repuestas gracias nuevamente a las aportaciones de la sociedad en su conjunto.

La situación del Seguro es hoy distinta y su futuro incierto. La falta de medicamentos en los hospitales se ha convertido en queja común de pacientes y médicos; en la reciente jornada Nacional de Condena a la Política Económica del Gobierno se recogieron miles de testimonios de personas de escasos recursos imposibilitados para acceder a los servicios médicos más elementales; recuerdo dos casos específicos imputables al IMSS: uno relacionado con la utilización de medicamentos caducos para quimioterapia en el Hospital de Oncología del Centro Médico, y otro con la negativa de atender personas con picaduras de alacrán en un Hospital del IMSS de Cuernavaca, porque ``existen otros lugares en los que se presta este servicio''.

La conferencia del doctor Madrazo y su remoción inmediata como director del Hospital de Especialidades del Centro Médico Nacional tiene que ver con este problema. No conozco al doctor Madrazo más allá de saber que es Premio Nacional de Ciencias; las declaraciones del director del Seguro Social para explicar su remoción por mala administración pueden ser ciertas, pero aun así sólo reflejan el tamaño de la indolencia del director general del Instituto que sólo se entera de la mala calidad de los servicios cuando la presión social se convierte en amenaza personal para él.

Hablar más de esto es quizás perderse en detalles, cuando el problema de fondo está en la nueva ley de Seguro Social que, como se ha mencionado, parece orientada a beneficiar a los organismos financieros en detrimento de los trabajadores y de la capacidad futura de servicio del instituto.