METRO BALDERAS Jorge Anaya
Cuando Coruña era más que una boutique

De seguro recuerdas, viajera, aunque quizá no con mucho agrado, aquellas seis u ocho manzanas de la colonia Viaducto Piedad, de Coruña a Santa Anita --con eje en la calle Albino García--, ribeteadas de tiendas de ropa en las que acudían a surtirse empleadas y ejecutivas cuya ``posición'' les exigía un atuendo muy por encima del que su sueldo les permitía.

En aquellas casas, según la fama pública, se podían encontrar los mismos vestidos, conjuntos y accesorios que en las boutiques y grandes almacenes de prestigio, pero a la mitad del precio. Aunque las tiendas estaban desprovistas de todo glamour y comodidades, las miradas, sonrisas y suspiros de las clientas, mientras hacían cola frente a los estrechos probadores o se sobreponían un suéter o blusa en los atiborrados pasillos, te convencían de que entre los rimeros de ofertas habían encontrado el paraíso.

La zona conoció su auge en los ochenta; en sábado y domingo la multitud era impresionante, y más cuando el señuelo de la prosperidad atrajo a decenas de ambulantes, que completaron el surtido y dieron una manita a la clientela al presionar los precios todavía un poco más a la baja. Por estas fechas era un contento --para el comprador, se entiende, porque automovilistas y vecinos echaban pestes-- brincotear de puesto en puesto y de bodega en bodega, donde ya no sólo se encontraba ropa para toda la familia, sino juguetes, regalos, la inevitable fayuca y cuanto te puedas imaginar.

Todavía hace un par de años acompañé a una amiga a conseguir una capa. En uno de tantos puestos encontró una preciosa de lana peinada, con una coquetísima capucha, y sin mucho regatear obtuvo lo que me pareció una verdadera ganga.

Pero hace unos días, viajera, cuando llevé a una pareja que venía de Veracruz con ganas de ajuarearse, me encontré casi con un pueblo fantasma, donde apenas habría un par de tiendas sin visitantes, con un surtido bastante convencional y precios que no emocionarían a nadie. Como era entre semana y temprano, pregunté a un empleado si mejoraría más tarde. Entonces, él me contó una triste historia. Hace un tiempo, las presiones del comercio establecido contra la ``competencia desleal'' lograron por fin echar a los ambulantes. Pero con ellos se fue también la clientela, que, según se vio, en los últimos tiempos venía atraída por el trasiego en las calles aunque sin dejar de entrar en los almacenes. Y entonces muchos de éstos tuvieron que cerrar o trasladarse a otras zonas.

La temporada navideña, viajera, normalmente se presta para los cuentos con moraleja. Este debe de tener una, ¿no te parece?.