La Jornada 7 de diciembre de 1996

NADIA Y SU AMBITO

Abril del Río Nadie como Nadia. Durante la exhibición donde se presentó a lo mejor de la gimnasia mundial, ni la rutina que presentó en Atlanta 96 Vitali Scherbo, máxima figura varonil de todos los tiempos, ni la sensualidad de Svetlana Boguinskaia, con todo y sus 14 medallas olímpicas y mundiales, ni la belleza de Livinia Milosovici, invicta en manos libres desde 1991, opacaron la presencia de la mujer perfecta en el gimnasio Juan de la Barrera.

Nadia Comaneci, la leyenda, supera al espectáculo mismo. Seis ciclos olímpicos recordados en tres actos, sobre el clásico escenario de competencia.

Ante un público que apenas cubrió tres cuartas partes de las butacas en aquella instalación olímpica, Brenda Magaña fue la encargada de abrir la función. Para la mejor representante de la gimnasia mexicana, la invitación significó una especie de recompensa, después de ser marginada de la delegación olímpica, pese a que su clasificación mundial le daba derecho a participar.

La gimnasta jalisciense presentó su rutina sin fallas. No la desconcentró ni el error en la pista musical, pero la diferencia de niveles quedaría marcada momentos después con la entrada de las excelsas campeonas.

La entrada de Nadia provocó la primera ovación estruendosa. Para esta segunda visita a México, la rumana de 35 años dejó escuchar de su voz dulce y con clara pronunciación un mensaje que había preparado. Expresó que se siente ``orgullosa del espectáculo'' con el que ha promovido el deporte del que es considerada embajadora desde que logró el primer diez en Montreal 76.

``¡Los quiero mucho, México!'', fue el grito con el que preparaba el ambiente de la exhibición que definió como una variante de la gimnasia.

Y así fue. La gimnasia de Nadia, por obvias razones físicas, es ahora coreográfica. Un ballet de jóvenes, estadunidenses en su mayoría, intercala y acompaña las intervenciones de los gimnastas, y hace intentos por ilustrar las épocas de Montreal 76, Moscú 80, Los Angeles 84, Seúl 88, Barcelona 92 y Atlanta 96.

En traje de novia-gimnasta, del brazo de dos galanes, Nadia presenta su primer número. En el centro del podium la espera Bart Conner, uno de los mejores gimnastas estadunidenses, ahora representando el matrimonio que contrajeron en Rumania, en abril de este año. En el segundo acto, Nadia sorprende a Bart divirtiéndose con dos chicas, y lo castiga.

Nadia y Bart arman el ambiente, pero siempre darán paso a la intervención de los doce campeones que comparten la gira. El búlgaro Jordan Jovtchev demuestra en el caballo con arzones por qué lo llaman el gimnasta más fuerte del mundo; su compatriota Ivan Ivanov luce igual dominio en las anillas.

Inspirado con Pavaroti y Sting, el bielorruso Scherbo, ganador de seis medallas en Barcelona 92, luce la perfección del cristo en las anillas, gran dominio en las barras paralelas y, para cerrar, la rutina que presentó en la barra fija de Atlanta 96, sólo que aquí la hizo mejor que en esos Juegos, durante los cuales únicamente cosechó una modesta presea de bronce.

Svetlana Boguinskaia, también de Bielorrusa, ofreció la sensualidad que la ha distinguido en cada competencia, pero a pesar de que esta llamada musa de la gimnasia ostenta más triunfos olímpicos y mundiales que Nadia, no supera su carisma.

Nadia es aún la reina en el mundo, aunque la gimnasia actual ha superado por mucho la técnica con que fue la mejor; Livinia Miloscovici, la mejor exponente de Rumania, a pesar de la frescura y perfección, ayer estuvo un poco errada en las dos caídas de cuádruples mortales que ejecutó.

Con una escena romántica, del piso a la barra fija, siempre protegida por su esposo, Nadia cierra la primera función en el Juan de la Barrera, del que se despiden esta noche. Los campeones dedicarán esta mañana dos horas a una clínica para niños gimnastas mexicanos.