Ante la nueva crisis en el proceso de diálogo en Chiapas en torno a la propuesta de reformas constitucionales en materia de derechos indígenas, que incluso ha provocado la salida de los comandantes zapatistas a sus posiciones de montaña, nos preguntamos si realmente hay conciencia en el gobierno sobre el significado para el país de llevar adelante estas reformas.
Con gran esperanza se recibió la noticia hace unos días de que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) había aceptado la redacción de la iniciativa presentada por la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) a las partes. Sin duda, de esta aceptación zapatista se infiere que los puntos sustanciales de los Acuerdos de San Andrés fueron asumidos por los legisladores de esa comisión. Por ello, nos preocupa sobremanera cualquier obstáculo que se presente, ya que un fracaso de este proceso coloca al diálogo de paz en un callejón sin salida.
En efecto, las reformas constitucionales legales e institucionales en materia indígena constituyen un paso trascendente hacia la incorporación del EZLN como fuerza política, la continuación del diálogo y la eventual firma de los acuerdos de paz. Una negativa del gobierno a aceptar la propuesta de la Cocopa o un intento de renegociación de la misma es una provocación que llevaría a preguntarse acerca de la verdadera voluntad de Ernesto Zedillo de transitar por los caminos de la paz o de la guerra.
Si realmente se quieren superar las salidas autoritarias y guerreristas es necesario que en este mismo periodo legislativo se presente la iniciativa redactada por los representantes de los cuatro partidos del Congreso de la Unión, quienes, hay que reconocer, han realizado un trabajo inédito que dignifica al Poder Legislativo y le da la oportunidad de pagar una deuda histórica del Estado mexicano para con los pueblos indios.
Las reformas deben llevarse a cabo inmediatamente si queremos que la legislatura actual actúe como una real representación nacional que responda consecuentemente al reclamo de reconocer los derechos colectivos de los pueblos indios como uno de los sectores sociales más representativos de la nación.
No hay que dudarlo: el significado de la reforma es profundo. No es una reforma más, sino un paso de singular importancia hacia la reforma del Estado que modifica la esencia misma del pacto social y el primer acto de una transición a la democracia con el concurso de la sociedad, con el consenso de amplios sectores sociales y políticos.
Nos encontramos en un momento crucial en la vida de nuestro país: o se crean las condiciones para construir una nación pluralista y democrática o vuelve a triunfar esa visión autoritaria y centralista que ha llevado al país al deterioro y la desesperación en todos los órdenes; o abrimos las puertas para una paz con dignidad o dejamos que un régimen que se niega a cambiar nos arrastre a la represión y la guerra fratricida.