La Jornada 7 de diciembre de 1996

Jordi Soler
Mariachi de ante azul

En Estados Unidos, ese país que no se cansa de reciclar a sus modelos, ha empezado a circular otro libro sobre Elvis Presley. El nuevo texto titulado The ultimate album cover book, escrito por Paul Dowling y con un precio de 25 dólares, se acerca al rey por una vía difícil de conseguir, y de concebir. El señor Dowling es, según declaró él mismo en las páginas del The New York Times Book Review, el poseedor de la colección de discos de Elvis más grande del mundo. Es tan grande que contiene las 226 portadas oficiales y originales de todos sus álbumes. No contento con poseerlo todo, ahora publica un libro (quizá de 226 páginas) cuyo argumento son las 226 portadas con sus explicaciones.

Phill Collins, el baterista de la banda Génesis que se convirtió, irremediablemente, en el verdugo de la banda Génesis, es también autor de varias hazañas inútiles; por ejemplo: volar en avión Concorde rentado de Londres a Philadelphia, nada más con el afán de imponerse sobre el huso horario y de paso tocar en dos continentes distintos, en dos conciertos diferentes, durante el mismo día. O aquella otra, no menos inútil, de estelarizar la película Buster, en donde además compuso el tema musical y como añadido, ya al borde del alarde, lo cantó y tocó todos los instrumentos. Ni su actuación en los conciertos fue deslumbrante ni su película con todo y soundtrack tenía mucho de digerible; por eso las hazañas fueron inútiles.

Una tercera hazaña, también inútil, puede ser su aparición en un capítulo de Miami Vice, en el rol de Phill the Shill, que era el conductor de un show de televisión fundamentado en hacer preguntas sobre esa materia en la que todos los concursantes eran expertos: Elvis Presley. Phill the Shill le pregunta a un tipo con apariencia de no ser capaz de responder correctamente, ni aunque le preguntaran su propio nombre: ¿Cuántos baños tiene Graceland? (Graceland, para quien no lo sepa, es la casa en donde vivía Elvis). El tipo, que no volteaba en la calle cuando lo llamaban, no por distraído ni por sordo, sino porque había olvidado su propio nombre, responde, para nuestro asombro, correctamente. ¿Cómo va a recordar su nombre un tipo que trae la memoria llena de datos como éste? ¿Se acordaría de las 226 portadas originales? Por desgracia, y esta ya es una conclusión libre de aquella historia, el hombre sin nombre no pudo recoger su premio, que era un cheque a su nombre.

El lunes 22 de octubre de 1979, Priscilla Presley, la viuda del rey, acudió a un casting en las oficinas de Andy Warhol. Para abrir la conversación, nadie se explica por qué --aunque es necesario admitir que Andy y su asistente untaban caviar en un par de galletitas--, dijo que nunca había probado el caviar porque su ex (que era el mismo Elvis) odiaba el pescado y se molestaba si su familia no lo odiaba también (al pescado).

Warhol también tiene lo suyo: en 1985 apareció en un capítulo de El crucero del amor. Además responde a la idea de que a los gringos les encanta reciclar sus modelos; nada más este año se han estrenado tres películas que tienen que ver con él (Nico Icon, I Shot Andy Warhol y Basquiat); se han editado cinco libros más o menos biográficos y se ha puesto a circular la cifra que el Museo de Arte Moderno de Nueva York pagó el mes pasado por el cuadro de las latas de sopa Campbell's: 15 millones de dólares.

Si alguien trata de memorizar todos estos datos corre el riesgo de olvidar su nombre. Para no arriesgarse, Paul Dowling puso los datos de las 226 portadas con sus respectivas anécdotas, en las páginas de su libro. Según estas, el traje brilloso que viste Elvis en la portada de su álbum 50 millones Elvis fans can't be wrong, fue diseñado por el modisto de Liberace y costó 10 mil dólares.

Lo más interesante del libro, según la nota del The New York Times Book Review, es la evidencia de cómo la compañía disquera RCA, manipulaba la imagen de Elvis según el mercado de cada país. El ejemplo son tres portadas del álbum Elvis. En la edición para Estados Unidos aparece Elvis Presley, fotografiado de las tetillas para arriba (para no tener que escribir ``aparece el busto de Elvis Presley'' y entonces confundirnos) en actitud de conquistarlas a todas. Este disco en Inglaterra salió con la misma portada, nada más que Elvis posa con el cuello de la camisa meno rígido, incluso arrugado, y un saco de terciopelo, en lugar del casimir original; la idea era, según el autor del libro, darle un aire más poético, a la Lord Byron. Y el tercer caso es el de edición mexicana, en donde aparece el mismo Elvis, con el pelo más negro, las cejas más espesas, la piel más morena y otros detalles que pusieron al rey más cerca del mariachi que de los zapatos de ante azul.

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