Con más calmita, a unos cuantos días de la noticia del despido de Antonio Lozano Gracia, vale la pena preguntarse qué es lo que decidió al presidente Zedillo a prescindir de quien, por muchos motivos, era estrella de su gabinete, no sólo por la circunstancia especialísima de ser miembro del PAN sino, además, porque a lo largo de su gestión, de evidentes esfuerzos, se advertía entre ellos una confianza creciente.
Por las declaraciones de Jorge Madrazo, en su primer día, en mi concepto un poco precipitadas en cuanto asumió compromisos muy difíciles de cumplir, lo que salta a la vista es que se pretende deslindar a la PGR de la política partidista. Hoy se hacen las tradicionales declaraciones de cumplimiento de la ley, amor por la justicia y muera la corrupción que me cae mal. Y de política, nada. Y yo me pregunto: ¿en qué de la actuación de Antonio Lozano Gracia predominó sobre el cumplimiento de su deber, eficaz o no, una motivación política? Yo, por lo menos, no lo advertí.
Entre los mil rumores que dejan correr los enterados, el centro de la cuestión fue que el procurador dejó pasar alguna información confidencial relacionada con el ``dublinazo''. Al parecer, eso provocó la furia presidencial que, pasando por las reglas más elementales de la cortesía con un funcionario de tan alto relieve, hizo que el procurador se enterara de su cese por la prensa.
Los penalistas han perfilado una institución que tiene su gracia, sin juego de palabras. Se trata de lo que llaman ``exceso en la legítima defensa'', lo que traducido al lenguaje común podría significar que un modesto puñetazo fuere respondido con una serie de tiros de una cuarenta y cinco magnum. Y es lo primero que me vino a la mente: por un chisme, por muy alto que se encuentre el chismoso, lo que no cabe es una agresión tan rotunda. Otros son los motivos.
La gracia es encontrar esa otra cosa. Y en mi concepto, lo que tenemos enfrente es una organización política dominante por muchos años que ve que el poder se le va de las manos y que, para ponerle coto a la situación, no hay más remedio que empezar con unos madrazos y esto tampoco es juego de palabras.
La derrota priísta en el estado de México, el cinturón que rodea al DF, hace pensar que en las elecciones del año entrante las cosas se van a poner de a peso con la jefatura del Departamento del DF y lo que venga; quiere decir, renovación de la Cámara de Diputados en su totalidad, de la de Representantes del DF y a medias del Senado. Existe la muy evidente posibilidad de que, por lo menos, los partidos de oposición PAN y PRD junten mayoría y para nadie es un secreto que en muchas cosas podrían ponerse de acuerdo. Y eso supone muchas piedras en el camino, entre ellas la muy importante de que una Cámara de Diputados hostil tendrá que aprobar el Presupuesto de Egresos de la Federación y revisar la Cuenta Pública del año anterior. Nada menos.
Ante esa posibilidad el PRI, con su jefe nato, sin distancias prudentes enmedio, estaría desenterrando el hacha de la guerra y dejando a un lado las viejas cortesías, algunas mediadas de concertacesiones, se lanza a un ataque sin cuartel contra sus rivales.
La primera señal sería la sustitución de Antonio, pero con una estela ofensiva en la que el juego es a dos paredes, como en el frontón. Lo que digo de ti, Antonio, óyelo tú también, PAN.
No deja de ser sorprendente, sin embargo, la solución del tema de los diputados excedentes del PRI en el estado de México, salvo que se haya considerado que era tan burda la maniobra que más daño causaba al partido seguir por el camino del fraude que permitir una solución contraria, por más que pierda allí la mayoría.
Pero es tiempo de Madrazos. Y si no, que se lo pregunten a Don Ignacio, condenado al destierro por invocar desabastos que fueron, no hace mucho, un pretexto principal para modificar la estructura del IMSS. Véase, si no, el famoso Diagnóstico.