El Presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos --algo así como lo que es aquí el director del Banco de México, pero con más poder-- hizo una declaración que motivó una baja en las bolsas de valores del mundo, incluida la mexicana. Dio a entender que la economía de ese país se estaba, como dicen, sobrecalentando, que los precios se podían disparar o lo estaban haciendo, y que las acciones de las Bolsas de Valores de allá habían subido demasiado. Ello fue interpretado como una amenaza de aumentar las tasas de interés bancario y de ahí la baja en los precios de las acciones en las bolsas de valores.
Esa declaración, junto con el contexto que la precede, tienen por lo menos dos elementos a considerar. El primero es la cuestión del llamado sobrecalentamiento, que podríamos traducir como crecimiento excesivo de la economía y que ha sido manejado también en México, sobre todo por algunos líderes de organismos empresariales. En relación con esto está la cuestión de las alzas decretadas a las tasas de interés, aunque luego se les quiera disfrazar como simple resultado del mercado, al que se asignan virtudes mágicas y que resulta, además, un buen chivo expiatorio para el clásico ``yo no fui''.
El propósito original, en estos casos, de aumentar las tasas de interés, es contener el aumento de los precios a través de la reducción de la demanda. La gente o las empresas, por un lado, pueden comprar menos bienes o servicios cuando los intereses son más caros. Al pagarse más de interés, el dinero alcanza para comprar menos. Pero, por otro lado, el alza de as tasas de interés hace que la inversión productiva se reduzca, porque varios proyectos o inversiones que eran rentables con las tasas anteriores dejan de serlo. Y aunque en efecto en lo inmediato se frenan los ritmos de aumento de los precios, también se frena el crecimiento. Con esto último se contrae también la oferta de bienes y servicios, y no sólo la demanda. Con ello se anula, al cabo de un tiempo, el efecto antiinflacionario de la medida de aumento de tasas, y el resultado final es simplemente un freno al crecimiento económico.
La observación de la realidad muestra que el crecimiento acelerado y sostenido no tiene necesariamente consecuencias catastróficas. Nuestro país ha tenido periodos largos de crecimiento sostenido y con muy bajo ritmo de aumento de los precios. Ahora se presenta un crecimiento hasta de 10 por ciento y a veces más, de manera sostenida, en algunos países asiáticos. Pero tanto en el caso de Estados Unidos como en el de México, los llantos frente al ``excesivo crecimiento'' y el disparo de la inflación suenan ridículos. En cuanto al crecimiento, en el país vecino del norte es apenas moderado, y en el nuestro es la hora en la que no acabamos de salir de la crisis, especialmente en cuanto a empleo y poder de compra. Los precios en Estados Unidos están creciendo al 3 por ciento anual y es francamente enfermizo querer frenar la economía por considerar eso como una especie de ``explosión inflacionaria''.
El otro elemento de la declaración en cuestión es el alto componente especulativo de la Bolsa de Nueva York y no sólo de ésa. Es cierto que el índice de precios de las acciones en esa Bolsa ha subido mucho. Esto no es un problema por sí mismo, pero sí lo es el hecho de que no haya un crecimiento real de la producción de bienes y servicios que soporte esa alza. Se puede allá emitir papel por millones de dólares, conseguirle una buena calificación con alguna de las financieras especializadas en esto y venderlo, aunque no haya suficiente soporte productivo y real; claro, al cabo de un tiempo esas acciones se desploman. El principal problema no está en los accionistas afectados, sino en lo que se afecta la economía del país.
Este elemento presente en la declaración en cuestión es real, pero no se resuelve aumentando los intereses. Eso sólo implicaría vender un tipo de papel en vez de otro. La solución está en darle prioridad a la actividad productiva, a la economía real, y fijar a las Bolsas y a los mercados reglas que contribuyan a apoyar a la actividad productiva y no a frenarla.