La Jornada Semanal, 8 de diciembre de 1996
Soy yo,
gimiendo de dolor que me regresa a mí de golpe
de una bomba, una bomba que devasta al mundo.
que cantarlo y eso alivia
Un sopor ahoga mis sentidos
bebido cicuta. Pienso en la poesía
en todo lo que debió ver y sufrir
hablar sólo de ríos bordeados de juncias,
regados por sus aguas, hasta el río cuyo libre flujo
de esas flores de dulce olor que pueblan la
láctea. Recuerdo a Norma
sus orejas sedosas y ojos expresivos.
tuvo una camada en la despensa: a uno lo pateé
que mordía
para destrozarla. Recuerdo también
que yacía inofensivo en la mano abierta
Mientras yo lo miraba
y con una carcajada se lo enterró
Casi me desmayo. Por qué pienso en esto ahora?
tanto como pueda, los gemidos del perro agonizante.
eres un poeta que cree en el poder de la belleza
Yo también. Con inventiva y valor
a las mudas y lamentables bestias, que todos los hombres lo crean
a creerlo.
no la pobre bestia tirada
como el estallido
No puedo más
mi dolor.
como si hubiera
de René Char
que lo hizo
de narcisos y tulipanes
baña las raicillas
vía
la setter inglesa de mi infancia
Una noche
creyendo alarmado
sus pezones
un conejo muerto
del cazador.
sacó su cuchillo de caza
en los genitales.
Debo olvidar,
René Char
para deshacer entuertos.
venceremos
tal como tú me has enseñado
Traducción: Adriana González y Myriam Moscona. Este poema forma parte del libro La música del desierto, que ganó el Premio Nacional de Traducción 1996, otorgado por el INBA y el gobierno de Veracruz