Alberto Aziz Nassif
Tres hipótesis sobre una destitución

La brusca salida de Antonio Lozano de la Procuraduría General de la República (PGR) se ha convertido en un pequeño laboratorio para analizar el momento político por el que atraviesa el país. Las explicaciones del caso, como en cualquier conflicto en el que falta información fina, son necesariamente contradictorias y pobladas de especulaciones.

El inicio del sexenio zedillista, después de los crímenes políticos, necesitaba una carta nueva para tener una mínima credibilidad; esa posibilidad fue un procurador de la oposición. Como en pocos lugares del gobierno, la PGR --en teoría encargada de impartir justicia; en la práctica, un nudo prácticamente irresoluble de corrupción e impunidad-- representaba un reto enorme para cualquier operador que entrara a ese mundo sórdido que tiene al país sometido a inercias que ya resultan insoportables para la ciudadanía.

1. La hipótesis de la ineptitud. En esta explicación Lozano no sólo no pudo resolver los casos de Colosio y Ruiz Massieu, sino que su desempeño estuvo lleno de torpezas, desaciertos y un manejo completamente ineficiente de la PGR. Los logros que tuvo, como el encarcelamiento de Raúl Salinas, o la detención de algunos importantes narcos, son una cosa muy pequeña frente a los errores constantes: con los zapatistas en febrero de 1995; los interminables fracasos en la extradición de Mario Ruiz Massieu; el derrumbe de la versión del segundo tirador; el alargamiento para la comparecencia de Carlos Salinas y José Córdoba; el cierre del caso Posadas; la osamenta de la casa de Raúl Salinas; las múltiples filtraciones de información, etcétera. Sin embargo, en contra de esta explicación se encuentran las encuestas que muestran una opinión ciudadana aprobatoria del desempeño de Lozano, una de las más altas del gabinete. Medio en broma y medio en serio, se llegó a decir que si la razón del despido era la eficiencia, entonces antes de él necesitaban salir varios secretarios. Si realmente Lozano falló, pero se quiere seguir con una PGR independiente, por qué no nombrar a otro procurador de oposición.

2. La hipótesis del endurecimiento. El ex procurador tuvo desde el inicio del sexenio una serie de antagonistas para los cuales su presencia era inaceptable. Su salida tiene una dimensión eminentemente partidista. La apertura inicial de abrir el gabinete a un integrante de la oposición trajo consigo un capital político importante para el arranque; al cabo de dos años esa acción se convirtió casi en una perversión para las zonas duras del sistema político. Los hilos que ayudan a tejer esta explicación tienen que ver con el avance electoral del PAN, el cual representa ya una amenaza seria para el priísmo en 1997. En esa lógica era necesario cerrarle espacios al panismo; tal vez la gota que derramó el vaso era la posibilidad de aceptar el recurso de inconstitucionalidad de la ley electoral impulsado por el PAN. Quizá también puede ser que la PGR se acercaba a intereses poderosos que el mismo sistema no estaba dispuesto a sacar a la luz pública. Los datos de la misma declaración de Carlos Salinas en Dublín y la que haría próximamente ante Chapa Bezanilla, pueden apuntalar esta línea. En esta versión hay una relación directa con el nuevo procurador, Jorge Madrazo; de resultar cierta, estaríamos ante un retroceso en la solución de los asesinatos políticos y en el saneamiento de la misma PGR.

3. La hipótesis de la imposibilidad del cambio. Hay otra explicación interesante que indica lo siguiente: cambios a fondo en la PGR no son posibles y factibles mientras el resto del sistema esté sumido en la lógica de la corrupción y la impunidad. La tesis de la parte y su contexto. Esta versión es la más preocupante y la de mayores consecuencias para el país, porque rompe la posibilidad de un cambio gradual en México. En este sentido, fue demasiado ingenuo o ambicioso, por parte de los panistas, pensar que una colaboración en la PRG, dentro de un gabinete priísta, era una oportunidad de cambio en la impartición de justicia. En esta versión se tendría que analizar en profundidad, con información y desde una perspectiva comparada, el desempeño de estos dos años de una PGR panista.

En el comunicado oficial del cese de Lozano se abre una serie de recomendaciones al nuevo procurador, que algunos han interpretado como los errores de Lozano: el actuar de forma partidista, dejarse presionar por grupos y no sanear las corporaciones de la policía. Quizá muy pronto sabremos si se trata de un endurecimiento, de una restauración, de una combinación, o simplemente de la confirmación de que un cambio de fondo en la impartición de justicia necesita de otros cambios profundos en el resto del sistema político, es decir, de una lucha para desmontar los intereses que fabrican asesinatos políticos, corrupción e impunidad y que son, al final de cuentas, los mismos que mantienen este sistema político vigente. ¿Esta posibilidad es viable con la actual composición del gobierno federal?.